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Voto de Antonio Morales:
6
Comedia Lorenzo llega a un pueblo castellano con la ilusión de ser el nuevo guardia municipal. Allí encontrará a antiguos compañeros como Cleofás, que es el sacristán de la parroquia. (FILMAFFINITY).
30 de marzo de 2017
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El entonces, veterano y experimentado cineasta Rafael Gil, deseaba recuperar su prestigio, últimamente denostado por crítica y público, volviendo a fijarse en obras prestigiosas y abandonando un cine atípico para él que siempre fue amante de la letra y la palabra. En esta ocasión adapta admirablemente una obra teatral del siempre personalísimo Antonio Gala que recrea un retrato social en negro de aquella época, en que la dictadura tenía fecha de caducidad y se abrían nuevos tiempos para el pensamiento y la libertad. El cineasta que había convivido con el régimen, ahora intentaba adaptarse a los nuevos tiempos con proyectos más atrevidos. Aquí aborda la vida de unos seres en busca de una realización personal, mediante una nueva jerarquía de valores como, el sentido de la vida, el futuro mejor de unas ilusiones soñadas, el sentimiento amoroso y la rebeldía contra unos valores represores de la felicidad.

Todo ello narrado desde situaciones jocosas, otras veces patéticas, esperpénticas y grotescas que ponen de manifiesto la hipocresía y la mezquindad humana. Lorenzo (un sugerente Juan Luis Galiardo) es un joven atraido por la codicia que se busca a sí mismo, llega a un pequeño pueblo castellano donde todos se conocen y donde hay un ambiente cerrado y opresivo, en el que pretende ejercer como guardia urbano que previamente ha solicitado. Allí se reencuentra con un viejo conocido, como Cleofás (un pusilánime Manuel Galiana), el sacristán, y ex compañero de seminario, que vive en la Iglesia de Santo Tomé, con su mujer Consuelito (una angelical y dulce Teresa Rabal) y su madre Hortensia (Queta Claver, una mujer madura insatisfecha y autoritaria). Las relaciones y vivencias de los cuatro personajes, más un enajenado clérigo anciano, harán que se revuelva las formas, la conciencia y valores de cada uno de ellos.

Lorenzo es un mentiroso rufián, el pícaro conquistador que busca joyas y objetos de valor mientras seduce con su buena planta y su eterna sonrisa. Cleofás es el sacrificio y la sumisión, la buena conciencia, la víctima de los caprichos de su madre que le controla y humilla. Hortensia es la madre castradora, la autoridad que adora el “Marie Brizard” (delirante su borrachera de anisette), la represión, la tiranía ejercida desde la impostura, seducida por una lujuria hacia el intruso que ahoga en el alcohol. Consuelito es la candidez, la inocencia personificada, una soñadora que fabrica estrellas de cartón para adornar una Navidad lejana por llegar, que le gustaría ser madre pero se conforma con acariciar una muñeca de trapo y sueña con Orleans, una ciudad lejana e idílica. Los cuatro actores están espléndidos, haciendo de sus peculiares aspectos físicos, una verosímil fábula moral, plena de sensibilidad y desesperanza. Una película nada desdeñable que esconde muchas reflexiones.
Antonio Morales
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