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Voto de Vivoleyendo:
8
Western Ransom Stoddard (James Stewart), anciano senador del Congreso de los Estados Unidos, explica a un periodista por qué ha viajado con su mujer (Vera Miles) para asistir al funeral de su viejo amigo Tom Doniphon (John Wayne). La historia empieza muchos años antes, cuando Ransom era un joven abogado del este que se dirigía en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e imponer la ley. Poco antes de llegar, ... [+]
24 de enero de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prolífico Ford en ocasiones me demuestra la grandeza que podía alcanzar como director de cine. No siempre lo hace, pero no le quito el mérito de aquellas de sus magnas obras que se suman a mi lista, como "Qué verde era mi valle", "Las uvas de la ira" o la presente.
El que es uno de los directores más laureados, cuando se lo proponía sabía filmar un cine social y crítico de calidad incuestionable y de un hondo calado en la conciencia de las sociedades.
En el crepúsculo de la era dorada del western, cuando ya la industria cinematográfica estadounidense había lanzado a la gloria numerosos títulos de leyenda y culto, Ford dio un formidable coletazo que contribuía a cerrar con broche de oro un género que, con excepción de la inspiración de Sergio Leone en Europa, no volvería a brillar igual. En los noventa, Clint Eastwood lo resucitó gallardamente, y después algunos otros directores tratarían de imprimir un nuevo aire.
Pero aquellas películas del Oeste en blanco y negro, con figuras eternas como John Wayne, James Stewart, Gary Cooper, Lee Marvin y otros que estamparon su firma indeleble en las páginas del gran cine, y aquella manera específica de rodar... Sí, creo que tengo la palabra que va con todo ello: alma. El western tenía alma. E identidad inconfundible. Los desiertos eran una parte esencial del paisaje espiritual y emocional. Los poblachos que surgían de la nada, elevándose por los esfuerzos de quienes marchaban temerariamente a unas tierras que no habían conocido más que la presencia humana de los indios. La ley del revólver, del más fuerte, del más rápido, del que tiene una conciencia que no aúlla demasiado por las noches.
El Oeste nació entre polvo, balas, crímenes y atrocidades. Pero también hubo algunas personas que lucharon con mucho valor para que las rudas condiciones de vida mejorasen, y para que la ley fuese la misma para todos, y que no se quedara en la simple teoría, sino que fuese llevada a la práctica. Una tarea muy ardua y la mayor parte de las veces escasamente fructífera.
Con Ransom Stoddard, la civilización llegó a un perdido rincón, la esperanza por avanzar hacia un futuro más libre e igualitario. Los pilares de la democracia son expuestos con maestría: la educación, la libertad de expresión, la libertad de prensa, y la elección popular de representantes que lleven a las altas esferas la voz del pueblo.
Pero Ford no olvida que en el Oeste las leyendas son como dioses profanos a los que la gente venera. Un personaje público, un representante político, no puede llegar lejos si no tiene una leyenda a sus espaldas. Stoddard no quiere ser una leyenda (si ni siquiera sabe disparar), pero desea la instauración de la ley, el orden y el gobierno del pueblo en Shinbone. ¿Cómo podrá hacer frente a la cerrada oposición de los poderosos que desean continuar con el injusto estado de cosas? ¿Y más aún si tienen como mercenario a sueldo a un asesino como Liberty Valance?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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