Esta cinta de terror es escabrosa y morbosa desde su contenido y no menos polémica desde su aspecto trascendente, ya que al tratar de experimentaciones humanas y al sugerir en cierta forma que el hombre desciende del mono se contrapone con ciertos preceptos religiosos que aquí no son ahondados en lo más mínimo.
Pues el filme se dedica más a incursionar en las experimentaciones con humanos, a mostrar cómo el ser humano es capaz de convertirse en un monstruo en la búsqueda de verdades científicas que demuestren algo de su historia desconocida.
Aquí el filme quiere entrometerse en aspectos evolutivos de la humanidad, claro que enfocado con un carácter absolutamente naif de acuerdo a las características de la mayoría de las cintas de terror de esa época.
Pero desde lo técnico y estético es una cinta maravillosa. Pues tiene una atmósfera gótica que sugiere y sobresalta; tiene a Bela Lugosi para meter miedo con su presencia escénica y a Sidney Fox para desplegar más su interpretación con diálogos y sobrellevar histriónicamente el peso del argumento; los encuadres y los ángulos de enfoque de las cámaras son muy atrayentes por su original perspectiva; los escenarios son bien oscuros e ideales para una cinta de estas características; el juego de luces y sombras al mejor estilo expresionista junto a los decorados de los interiores también hacen que esta alternativa sea apetecible y por sobre todo valorable de acuerdo a la fecha que data.
En fin, una opción a la que sólo se le puede achacar su aire ingenuo en algunas variantes y su improvisada resolución. Pero que posee muchas virtudes ya mencionadas, las que resumo en dos: posee una inquietante historia que apenas se entromete en temas espinosos como son la contraposición religión-ciencia y por otro lado es una cinta con maravilloso acabado visual.
Por ello merece el notable, aún con sus pequeños defectos debe estar entre las cintas de terror destacadas del comienzo del cine.