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Voto de Gunnar Hansen:
7
Terror. Thriller El viaje de una familia se convierte en una pesadilla terrorífica cuando se adentran en una zona desértica de acceso restringido, donde el Gobierno está haciendo experimentos con energía atómica. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2008
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1977, cinco años después de su áspera y brutal opera prima, La Última Casa a la Izquierda, el irregular Wes Craven volvía a adentrarse en el género que tato merodearía con posterioridad. Lejanamente basada en los morbosos y grotescos crímenes del escocés Sawney Beane, Las Colinas Tienen Ojos, hoy recordada por algunos como gran hito del cine de terror, no pasa de ser una mediocre película. Torpe, poco creíble y, en definitiva, mal pergeñada, solo cuenta con aciertos casuales, aislados y esporádicos que animan escasa y puntualmente la proyección. Años después, se anuncia nueva versión. El elegido, un francés escasamente conocido del que solo había podido ver su contundente Alta Tensión. Alexandre Aja había sabido condensar en imágenes la tensión afilada y el desasosiego más malsano. Si bien Alta Tensión tenía un final tramposo y artificial que, en mi opinión, deslucía su inquietante desarrollo, me pareció una tremenda y visceral pieza de terror. Las Colinas tienen ojos es una muy superior revisión del clásico de los setenta. Exagerada, cumple con creces su objetivo: remover emocional y físicamente al espectador. Si bien muchas películas de terror consiguen lo segundo sobradamente, dejando un emético poso y mal cuerpo en el espectador, fracasan estrepitosamente en lo primero. La ausencia de identificación con unos desdibujados personajes, agentes de reacciones y personalidades poco verosímiles, impide el vínculo público-histrión que se demanda en la creación de una reacción emocional. Aja no cae en este error y desarrolla un guión que no solo se basa en la agitación física del espectador a partir de la violencia explícita y la sangre de determinadas secuencias. Junto al impacto visual del dolor, Aja introduce una asfixia psicológica que atrapa y sofoca el ánimo, convirtiendo la película en una pesadilla claustrofóbica y épica. La movilidad salvaje de la cámara, brutales primeros planos conjugados con amplias tomas del crepuscular desierto, inmóvil y desolado paisaje que crispa los nervios, crean un bizarro espectáculo, pesadilla visual que cautiva y repele a partes iguales. La familia va siendo atrozmente masacrada tal y como mandan los más vetustos cánones del terror. Los enemigos, unos desagradables mutantes que habitan el paisaje lunar del sur de Estados Unidos, representan la antítesis de la sociedad que los protagonistas encarnan (aunque curiosamente sean fruto de su lado más oscuro). El enfrentamiento hace derivar la obra hacia el (sub)género de supervivencia antes que encasillarse en el terror. Los civilizados urbanitas deben recurrir a sus más primitivos y atávicos instintos para escapar con vida del inmenso cementerio que es el desierto sureño. Deberán convertirse en lo que enfrentan para salir con vida del deletéreo escenario que se extiende ante ellos: miles de kilómetros deshabitados a excepción de unos teratológicos y muy violentos humanos mutados que se alimentan de todo aquel que pasa por allí. La lucha solo acaba de comenzar.
Gunnar Hansen
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