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España España · teruel
Voto de simón:
9
Drama Brandon (Michael Fassbender) es un joven y apuesto neoyorquino con serios problemas para controlar y disfrutar de su agitada vida sexual. Obsesionado con el sexo, se pasa el día viendo revistas pornográficas, contratando prostitutas y manteniendo relaciones esporádicas con solteras de Manhattan. Un día se presenta en su casa, sin previo aviso, su hermana menor Sissy (Carey Mulligan) con la intención de quedarse unos días en su apartamento. (FILMAFFINITY) [+]
7 de abril de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que en la ilustración y sobre todo a partir del siglo XIX el ser humano comenzó a cuestionarse la existencia de Dios, y finalmente, consiguió gracias a los progresos de la ciencia que la civilización occidental comenzase a preocuparse por cuestiones terrenales y no dejar pendiente para después de la muerte la consecución de la felicidad para un improbable paraíso en el más allá, éste se halla, indefectiblemente, inmerso en un proceso de autoaniquilación personal y social fundamentado en la destrucción de los controles morales y en el desconcierto propiciado por la pérdida de la fe en un mundo mejor.
La idea del paso del tiempo y la inutilidad de todo lo que lo rodea lo paraliza. La certeza de la muerte lo angustia, y el vacío ante el que se halla lo impulsa a una constante búsqueda de un mínimo de consuelo, de un bálsamo eficaz con el soportar la certeza de una vida que se le escapa sin que pueda detener el terrible paso del tiempo.
En esa irresistible búsqueda, en esa carrera desenfrenada, en esa huida hacia un futuro tan incierto como descorazonador no encuentra guías, ni caminos; no es capaz de alcanzar los frenos, aunque desee encontrarlos durante su particular descenso al abismo de la frustración.
Y todo ello lo transforma en cínicos irredentos, concentrados únicamente en satisfacer sus pulsiones más apremiantes y, así, burlar la certeza de la finitud de sus actos, siquiera durante unos breves momentos.
Y para calmar la angustia, anestesia su consciencia, decidiendo no luchar, dejándose llevar por la inercia de la efusión; engullendo el presente más inmediato, deglutiéndolo convulsivamente, devorando todo aquello que le proporcione un mínimo de goce, siquiera pasajero.
Y satisfecha la necesidad más imperiosa, más perentoria, advierte que los ansiosos efectos de su irrefrenable pasión no sólo no se manifiestan como creía, sino que además, se frustra, sobre todo por la consciencia de haber vendido su alma a un precio demasiado alto y siempre a cambio de migajitas de felicidad.
Y por lo peor de todo es que el hombre moderno ha asumido que está solo; huérfano de motivos por los seguir confiando en el futuro, y que, además, la sociedad ha dejado de ofrecerle algún consuelo a su angustia, aspirando, en el mejor de los casos a obsequiarle con lenitivos y pasajeros sucedáneos con los que engañar a sus necesidades vitales; y eso lo desazona, hasta límites insoportables, convirtiendo su presente, a base de negarlo, en el verdadero y genuino infierno.
simón
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