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España España · Madrid
Voto de Servadac:
6
Thriller. Intriga. Drama Irán, año 1979. Cuando la embajada de los Estados Unidos en Teherán es ocupada por seguidores del Ayatolá Jomeini para pedir la extradición del Sha de Persia, la CIA y el gobierno canadiense organizaron una operación para rescatar a seis diplomáticos estadounidenses que se habían refugiado en la casa del embajador de Canadá. Con este fin se recurrió a un experto en rescatar rehenes y se preparó el escenario para el rodaje de una ... [+]
26 de octubre de 2012
297 de 357 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argo es una narración en varios planos, diversos –en calidad, tono e intenciones– pero felizmente unidos en una cinta de suspense made in Hollywood.

El plano histórico rezuma tensión y realidad, merced, sobre todo, a una dirección artística impecable –no os perdáis los créditos, con el catálogo fotográfico de las personas reales y los personajes que las representan. Fotografía, vestuario, atrezo, maquillaje… dan vida a un cuadro excepcional.

Argo es también una caricatura, festiva y tibia, de los mecanismos de la industria del cine norteamericano. Alan Arkin y John Goodman son los pesos pesados de esa parte de la historia. Prácticamente todas sus réplicas contienen chascarrillos sobre el mundo del show business. Aunque los chistes sean desiguales –en ingenio y gracia–, la pareja es sólida y funciona.

Sorprende, para bien, el pulso de Affleck en la dirección. Consigue transmitir la claustrofobia y el miedo ante el avance de la masa, sin recurrir al efectismo facilón ni a la sangría. El inicio sobrecoge, te agarra por el cuello y te zambulle en la Teherán de Ruhollah Jomeini.

La seriedad estricta y ominosa del Irán de los ayatolás contrasta con el carácter satírico y chistoso de la soleada California. Curiosamente, el conjunto no llega a chirriar. Tampoco se trata de un panfleto. Tony Mendez (Ben Affleck), en una de sus primeras intervenciones, denuncia sin ambages la política exterior de su país. La hostilidad iraní se nos presenta como algo en cierto modo comprensible. En tal contexto, la masa ciega de estudiantes, el fanatismo de la Guardia Revolucionaria, la crispación del anciano del bazar… obedecen a la lógica implacable del odio y al ansia fanática de responder a la violencia con violencia.

Tony Mendez es un legendario agente de la CIA. No le va mal la inexpresividad (bordea la parálisis facial) del mediocre actor Ben Affleck. Menos mal que el cine tiene armas suficientes –montaje, primer plano– para dotar de expresión hasta a un molusco. El trasfondo personal del personaje de Affleck es lo más flojo de la cinta. Un psicodrama light y familiar que no conduce a ningún sitio.

El eje de la trama es tan extravagante como extraordinario: para sacar a los seis diplomáticos refugiados en la embajada de Canadá en Teherán, Tony Mendez finge ser parte de un equipo de cineastas canadienses (los seis refugiados conforman el resto del equipo) que ha venido a Irán a buscar localizaciones para una cinta de ciencia ficción llamada Argo, en la que unos extraterrestres recalan en Oriente Medio. La idea es tan absurda y delirante que podría funcionar.

Confieso que a mí me cautivó desde el primer instante.

Después de una hora y pico de disfrute, llega el tramo final de la película. Por desgracia, en vez abundar en los valores ya mostrados –amenaza latente, incertidumbre, violencia sorda y espiral de tensión acumulada, con el contrapunto jocoso de la visión hollywoodiense–, la cinta vira hacia lo puramente comercial y se transforma en una clase magistral de Iker Jiménez y las serendipias. Sí, amigos, hablo de las coincidencias insondables del destino…

Tras mofarse de lo falso y comercial, la cinta incurre en eso mismo. El desenlace es un compendio de casualidades que agotan la paciencia del espectador. Cuando el resultado de la misión pende de un hilo tantas veces y en tan poco tiempo, el tono se extravía. La cinta abusa hasta lo bufo de un recurso, el del montaje alterno, casi tan viejo como el cine. La lástima es que no era necesario. Affleck tira por el camino sin espinas de la convención formal con su fórmula de thriller bobo y palomitas. Ofrece un tópico tras otro –alegría, aplausos patrios, mordacidad sin dientes– e incluso se permite un plano cursi de abrazo conyugal con la bandera al viento.

La forma de rodar el desenlace es tan convencional que podría ser tomada como un guiño irónico del director. Pero, siendo sincero, yo no le veo la ironía. El US dólar manda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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