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España España · Madrid
Voto de Servadac:
6
Thriller. Drama Desde que su mujer sufrió quemaduras en todo el cuerpo a raíz de un accidente de coche, el doctor Robert Ledgard, eminente cirujano plástico, ha dedicado años de estudio y experimentación a la elaboración de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla; se trata de una piel sensible a las caricias, pero que funciona como una auténtica coraza contra toda clase de agresiones, tanto externas como internas. Para poner en práctica este ... [+]
6 de septiembre de 2011
337 de 414 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva cinta de Almodóvar se da un aire tonal a cierto Cronenberg –‘Inseparables’ y, en menor medida, ‘Videodrome’. Su temperatura no está lejos de ‘Tamaño natural’ (del maestro Berlanga). Uno se imagina sin esfuerzo a Michel Piccoli o Jeremy Irons en el papel protagonista.

‘Abre los ojos’, ‘Vértigo’, ‘Time’, de Kim Ki-duk… la lista de posibles referencias sería interminable.

‘La piel que habito’ tampoco elude la autocita –especialmente ‘Carne trémula’ y, algo menos, ‘Átame’. También ‘Kika’–apunta mi pata Macarrones.

Para mí, las referencias más obvias son ‘El coleccionista’, de William Wyler y 'Los ojos sin rostro', de Georges Franju, mencionada en múltiples textos.

Pero no basta con citar, ni con querer subirse al carro de la Historia por medio de las referencias. Hace falta crear, dar vida a un mundo propio, más o menos alejado de la convención. No tengo claro que Almodóvar lo consiga del todo en este caso.

La atmósfera no acaba de cuajar o sólo lo hace por momentos.

Bien rodada y dirigida, no mal interpretada (pese a ciertos tics made in USA en el gesto de Banderas, al que veo más creíble como doctor monomaniaco que como médico conferenciante), los principales defectos están en el guion: final precipitado, personaje(s) prescindible(s) [El tigre calvo, trillizo de los hermanos Matamoros, la sirvienta Marilia… y sus absurdos parentescos chirriantes, que ni vienen a cuento ni aportan nada al desarrollo argumental], diálogos explicativos y torpones para suministrar los datos al espectador.

Sobra el esperpento de la "conexión brasileña” (el personaje bufo Zeca no funciona; es impagable oír a Marisa Paredes entrando en la quinta El Cigarral diciendo “¡Qué saudade!”) y se echa en falta un desenlace no tan pobretón, más en clave de venganza retorcida o un puntito elaborada.

Me gusta el desarrollo de la trama principal: no hay giro-pirueta, la intriga se desvela de forma pausada y bien medida, sin efectismos TA-CHÁN ni sorpresa con subida de volumen. Los violines no hacen daño a las imágenes.

Elena Anaya está maravillosa.

La última secuencia es un prodigio de funambulismo cinematográfico: evita el descalabro y casi llega a conmover.

‘La piel que habito’ no es la obra de un genio; se queda a las puertas de ser una película notable. Es la obra de un artista que hace lo que quiere, dotado de talento y sin complejos.

Ya quisiéramos la mayoría de mortales fracasar a semejante altura.
Servadac
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