Los fans del cine de acción más extremo están de enhorabuena con esta adrenalítica cinta cuya función principal es no dar tregua al espectador. El eje central de la misma se da a conocer apenas pasados unos segundos, cuando se nos presenta a Chev Chelios (Jason Statham), a quien le han inyectado un potente veneno que le provocará la muerte en breve. Obviamente no es casualidad, Chelios es un asesino a sueldo y los enemigos se le acumulan. A partir de ese momento sus únicas prioridades serán la supervivencia y la venganza.

La película tiene a bien no tomarse en serio a sí misma y hacer de los excesos y el humor sus señas de identidad. Para ello se apoya en un montaje y dirección que rozan la histeria, con planos imposibles y acrobacias por doquier. Pero, aunque el ritmo no decae en ningún momento, no es menos cierto que lo que la película gana en agilidad lo pierde por agotamiento y saturación.

De entre el resto de cosas negativas me gustaría hacer hincapié en el horrible uso de los clichés, por pantalla vemos desfilar traficantes negros, mafiosos latinos y despampanantes mujeres florero… toda una colección de patéticos y estereotipados personajes. Sólo se salvaría el protagonista, aunque no precisamente por sus actos (la película es muy políticamente incorrecta), sino que se lo debe todo al carisma que desprende Statham, un acertado héroe para el género.