Un casi anciano senador (Stewart) llega acompañado de su esposa (Miles) al pueblo dónde él fuera protagonista de la muerte del legendario bandido Liberty Valance (Marvin)... Fue el penúltimo western de Ford y sin duda se cuenta entre sus grandes películas. Bajo la forma de una balada melancólica, Ford ofrece una soberbia lección ideológica con esta película: es la historia de un hombre convertido en héroe (Stewart) e importante político tras creerse que él mató a Liberty Valance (spoiler). Con ello, el derrotado no solo no se lleva los honores de tan legendario acto, sino que pierde al amor de su vida... Y todo ello, con una serenidad, lucidez y limpieza maravillosas. Así pues, reflexión sobre los mitos y su relatividad, sobre la Realidad y la Leyenda, sobre el ocaso de un mundo que es muy imperfecto pero que siempre debe conservar valores íntegros. También es una apuesta por la vuelta a las raíces, por la recuperación de la nostalgia.
En esta película contrapone Ford los dos tipos de leyes del Far West: la de los libros del abogado Stewart; la del révolver del vaquero Wayne. Triunfa la primera plenamente, pero la segunda es la que catapulta a ésta a su trono, sin pedir nada a cambio. Se extrae de aquí, pues, que la violencia ha de ser muy restringida pese a ser muy necesaria también. El personaje, fundamental, de Marvin es el símbolo de la violencia gratuita y brutal, que merece ser aniquilada.
Película, por lo tanto, de enorme calado, es una innegable obra maestra, preñada de una serena perfección y madurez, con gran fotografía y un reparto de secundarios (siempre tan importante para Ford) impresionante que no hace sino redondear aún más el gran significado del film. A saber: Van Cleef, Edmond O´Brien, Jeanette Nolan, Andy Devine, John Carradine, Woody Strode o Strother Martin.
Un film imprescindible, por todo lo que supone y por cómo lo expone.