Una auténtica maravilla de película, lograda en todos sus niveles y surgida de la mente de Tim Burton. Como tal, supone un abierto y logradísimo homenaje al cine de terror de serie B y Z, al "fantastique", conteniendo innumerables detalles de todo tipo y un simbolismo (magistral personaje el del "mad doctor", por ejemplo) a cada cual más enriquecedor y perfeccionista, lo que hace que la película sea un rodillo de genuina y asombrosa creatividad.
Argumentalmente, la película es un transgresor anticuento navideño (ñam, ñam) de marcada agresividad y talento dentro de una estructura narrativa que parece liviana y sutil, pero en realidad compleja y subversiva. Estéticamente, la película es formidable, tanto en la conceptualización de un goticismo decadente como conducto del género fantástico/terrorífico en el que se ubica desembozadamente como en una puesta en escena brillante y admirable, dando la sensación de contemplar incluso una película real, no de animación. Finalmente, estamos prácticamente ante un ejemplificador largometraje antiDisney (en propósitos, temática y logros), modélico y que deja en cueros la blancura y el tono rosáceo del grueso de los films más reputados de la legendaria factoría del tío Walt.
La historia ideada por Burton es la siguiente: después de Halloween, los habitantes de la tierra oscura deciden apoderarse de la Navidad, secuestrando a Santa Claus, suplantándole por el líder de la tierra halloweeniana quién envía regalos grotescos a todos los niños... Disparos de acidez transgresora, dinamita. Necesitó nada menos que tres años para su confección y el resultado es genial. Música del imprescindible Danny Elfman.