Ocho apellidos vascos

Ésta debe ser una especie de película- esponja, que termina absorbiendo lo que el espectador acarrea en el momento de verla. Lo digo por los juicios tan diversos que suscita. Y también porque, en mi caso, he de reconocer que me desarmó por completo. En relación con el llamado `tema vasco´ tengo todos los prejuicios y antipatías del mundo, con razón o sin ella. Y, sin embargo, después de refunfuñar un rato durante la primera parte, terminé disfrutando como pocas veces y salí del cine con el humor cambiado. Esta es un película de humor amable y caricaturesco, más adecuada para provocar la sonrisa que la carcajada. Aún así me temo que nos harían falta muchas más del mismo estilo y, tal vez, si empezáramos a reírnos un poco más de nosotros mismos las cosas empezaran a cambiar.
A mí no me desagradó absolutamente nada en esta cinta y muchas cosas me sorprendieron de verdad. Entre otras la excelente interpretación de todos los protagonistas, de una naturalidad muy poco frecuente en el cine español, así como el asombroso dominio de los acentos de Dani Rovira,

PREVISIBILE*: No en el sentido de que la historia se ve venir con un cuarto de hora de antelación (que también) sino en el sentido de que los cuatro puntazos de humor están más que destripados trailers, cortinillas de programas de cine y bolos de propaganda. A medida que transcurre la película ya ves venir el “ahí es donde canta delante de los etarras” o “aquí es cuando dice lo de adiós corazones”… han decidido sacrificar la capacidad de sorpresa en aras del interés comercial con uno de los trailers más trillados que recuerdo. Nada que objetar pero que la película se resiente.

DIVERTIDA: Se explica solo.

COMERCIAL: Chorrocientos millones de espectadores que han pagado religiosamente su entrada y 500 críticas en FA dejan constancia de su repercusión.

ENTRETENIDA: Es innegable. La película dura hora y media que pasa volando ¡y encima los protagonistas no cantan! La propuesta es simple: hilvanar chascarrillo tras chascarrillo metiendo todos los sketches posibles en el tiempo existente y funciona: es imposible no sonreír en, cuando menos, tres o cuatro situaciones. En general, dependiendo de quién actué un monólogo del Club de la Comedia suele ser divertido; cuatro monólogos uno detrás de otro también son llevaderos… pues esto es igual.

SOBREVALORADA: Que sea incuestionablemente entretenida no la convierte en una genialidad de Billy Wilder ni en una comedia de referencia en el plano cinematográfico (en el comercial, evidentemente, sí… anda que les ha faltado tiempo para planear una segunda parte en 2016). No hay una propuesta de guión ni historia medianamente serias que sustenten la película más que para contextualizar chistes, los personajes son caricaturas y cuando algún chiste hace agua la película deja al aire sus carencias, no hay plan B.

ATREVIDA y OPORTUNISTA: Hablar sobre tópicos autonómicos básicos como que los catalanes son unos rácanos y los madrileños unos chulos está al alcance de cualquiera; que los andaluces son unos vagos y los vascos unos obtusos ya tiene más nivel y más riesgo de herir sensibilidades… pero hacer un chiste de la quema de un contenedor o hablar jocosamente de la kale borroka, de la independencia y de ETA tiene su mérito. “8 apellidos vascos” se aprovecha de ser el primero foro de ámbito nacional (no cuento el “Vaya semanita” de dudoso gusto en ETB) en hacer chistes sobre esto… a sotavento de que el clima político actual, esta calma chica sobre tan espinoso asunto, favorece una frivolización que hace unos años parecía impensable. Creo que la fuerza de muchos sketches está más en el hecho de ser los primeros que de su buen hacer.

AMARGA: Tengo treinta y ocho años. He vivido toda la vida con ETA en todas sus formas: la asesina, la pasiva, la política y la juvenil. He sentido rabia ante secuestros, asesinatos, equidistancias, dobles morales y violencia callejeras y no tengo ninguna necesidad de superar esa rabia, mucho menos con humor. Creo que es una rabia es buena y que no hay que olvidar lo que pasa y ha pasado en el País Vasco. No creo que “8 apellidos vascos” haga apología de la violencia porque alguna escena esté rodada en una herrikotaberna ni porque Karra Elejalde haga de independentista… pero me he sentido sucio al sonreír en algún chiste. Me ha dejado un regusto amargo.

A pesar de toda la pompa con la que se venía anunciando, algo que flotaba en el ambiente me decía que esta película iba a ser una tontería. Yo, como intento no ser prejuicioso, otra cosa es que lo consiga, me dispuse a verla anoche con la mejor disposición. "Por lo menos, a ver si me río". Pues no, contadas un par de medias sonrisas, una recitando los apellidos vascos y otra que no me acuerdo donde. Cualquier encanto que pudiera tener la obra de Emilio Martínez-Lázaro se rompe a los pocos segundos, no exagero. Yo pensaba que el protagonista iba a fingir para ella, lo cual encaja, no para los padres de ella, que no tiene sentido. Bueno, nada en sus primeros quince minutos lo tiene: todo el comienzo es vergonzoso, mal concebido y peor ejecutado. Por ejemplo, el enamoramiento de chichinabo de Rafa (Dani Rovira, tiene poca gracia este chico), que es un poco bobo, hacia Amaia (Clara Lago), que es un tanto borde. En conclusión, ninguno de los dos te cae bien.

Herida en su planteamiento, "Ocho apellidos vascos" fracasa en el plano del enredo, que no es creíble, y en el del humor, donde sobrevive a base de tópicos a cada cual más exagerado, sobre los vascos y los andaluces, o chistes muy primarios. Estos señores confunden la torpeza de los personajes con las diferencias culturas entre regiones. Por ejemplo, no hace falta ser abertzale para no confundir una escayola con una ikastola. En esencia, el largometraje es garrulo (pero no soez, ya es algo) por su sentido del humor y su retrato social pero a tenor del enorme éxito cosechado, la película más taquillera de la historia de España, no cabe duda de que ha conectado con el público, lo que no habla demasiado bien de nuestro país. Me pregunto, porqué comedias mucho más trabajadas, simpáticas y con un reparto más atractivo pasan desapercibidas, como "Perdiendo el Norte" (2015), mientras esta mediocridad se cubre de euros. Será por su estilo "comedia romántica norteamericana".

He de confesar que fui al cine a ver esta tan "aclamada peli" sin haberme leido una sinópsis previa, ni mucho menos una crítica, tanto buena como mala. Quería ir "virgen" a disfrutar de esta cinta, y sacar mis propias conclusiones.
Como película, en cuanto a recursos técnicos, ambientación y decorados, es una pelócula bastante interesante y buena, con un par de tomas bastante interesantes en cuanto a la iluminación y encuadre se refiere. Aunque hay pequeños momentos en los que se puede ver el temblor de la cámara en alguna escena, pero nada relevante.

Por otro lado, la música, no podría ser más propia, quizás deberían haber explotado mas el tema principal "No te marches jamás" y no limitarlo solo a ponerlo en los trailer y en los créditos finales, aunque mejor así, porque si no, se hubiese convertido en otra "a dos metros sobre el cielo"

Los protagonistas... Una excelente Carmen Machi, cuya actuación, para no perder la costumbre es brillante.
Hemos visto a un Karra Elejalde bastante profesional, a una Clara Lago demasiado sobreactuada, sobre todo al principio del film, y a un Dani Rovira que parece que no se ha dado cuenta que no está contando uno de sus monólogos, sino que está delante de una cámara...

La historia en sí, es una historia bastante curiosa, entretenida con mucho juego, siempre y cuando tengas en cuenta que para ese juego tienes que explotar al máximo todo tipo de estereotipos posibles. En este caso, me centaré en los esterotipos andaluces que son los que más me han llamado la atención. Los andaluces como nos quieren vender en la pelicula, representan tan solo a un pequeño gremio de la sociedad sevillana. Sales de Sevilla, y puedes disfrutar de la pluralidad de costumbres, acentos, gentes, cultura, estilos, que conforman la comunidad andaluza, pero por desgracia, lo que vende es Sevilla y Olé, el resto de Andalucia es invisible... Pero los chistes fáciles, a veces casi ofensivos, pero tachados con la etiqueta de humor, es lo que más vende en estos casos, y a la gente le gusta.

Es cierto que es una pelicula divertida, para pasar un buen rato, una historia de amor que no le falta detalle... No le faltan unas bonitas bragas de lunares, un carruaje de caballos, un vestido de novia, una bonita hermita donde celebrar una boda, y un bohemio y feliz final y un beso de tornillo que te dejará sin aliento... Hacen la perfecta película comercial que a todo el mundo le gustaría ver, que todo el mundo aplaude, que todo el mundo el recomienda, y que todo el mundo cuando pasen los años se habrá olvidado de ella...

Un seis, porque me parece una cinta interesante, y aunque discrepe mucho con ella, es una de las pocas películas españolas que cuando sales de la sala de cine, no sientes que has tirado el dinero de la entrada por el wc.
Como conclusión, si quieres pasar un buen rato, disfrutar y no pensar durante hora y media, la recomiendo para todos, sin duda, ahora si buscas algo mas que eso, quizás esta pelicula se queda corta.

Como todo el mundo, a veces soy apriorístico. Pensaba que un film de enorme éxito sito en una de las peores crisis en la taquilla, que además era una comedia producida por Telecinco y que hablaba de tópicos sobre andaluces y vascos sería de lo peor en años.

Y no. No es de lo peor en años. Se puede ver. Pero es floja. La razón está, basicamente, en su guión. Arranca con energía para plantear su esquema, pero luego no avanza, se queda ahí, contando una y mil veces el mismo chiste. La trama amorosa queda medio aparcada, está mal gestionada, y el personaje de Clara Lago no abre la boca ya en lo que queda de film. Se le dan alas a Dani Rovira, que está mucho más gracioso que en uno de sus espectáculos teatrales al cual asistí con pereza y salí sonrojado, y ya está.

Los chistes que pretenden equilibrar fuerzas entre una nación como Euskadi y una región como Andalucía no me acaban de agradar porque al final la conclusión solo puede ser una: todos somos iguales porque todos tenemos sentimientos. Nadie discute esta obviedad, no somos párvulos. Lo que se discute en Euskadi, y en Catalunya, son otras cosas. Políticas, no de acentos. No sé si tienen huevos de hacer 'Ocho apellidos españoles', mirarse al espejo y dejar que nos ríamos del nacionalismo identitario español, su filosofía política, sus banderitas, tradiciones y partidos. Esa ya, quizá, no sería número uno en taquilla.