Her

La temática de esta cinta no es realmente futurista yo la contemplaría como mas bien contemporánea, está muy cerca de lo que vivimos actualmente en nuestro día a día. La tecnología sin duda; asusta al ritmo que va, está avanzando por días y nada de lo que aparece aquí, parece irreal, está claro que no muy tarde alcanzaremos la temática de esta historia. Gran interpretación de Phoenix, adaptándose perfectamente al guion, el cual es bastante bueno; muy logrado y con una capacidad de ir atrayendo muy alta. Cinta bastante profunda que aborda un tema en apariencia sencillo de la forma mas honesta y a la vez mostrando una seriedad por el tema bastante notoria.

Antes de verla me enamoré de su banda sonora. "The Moon Song", interpretada por la mismísima Scarlett Johansson (que encarna a Samantha en la película). Su voz ronca y aterciopelada es capaz de elevarte a las nubes.
Joaquin Phoenix y Scarlett Johasson entablan un duelo interpretativo que podría haber sido desigual, pero está perfectamente equilibrado. La presencia rotunda y enternecedora de Joaquin y sólo la voz de Scarlett se dan la mano para erizar la piel de cualquiera que sepa qué supone enamorarse y desenamorarse.
"Her" aborda el tema de la Inteligencia Artificial con un enfoque tan realista que podría situarse perfectamente en el presente más cercano. La soledad, el abandono, el deseo del otro, la añoranza de la cercanía, temas sempiternos que van desplegándose ante el espectador con una naturalidad pasmosa. Asusta lo fácil que es empatizar con esta historia supuestamente futurista. Spike Jonze presenta con un manejo fluido de la prosa cinematográfica un relato que a veces es poema, otras carta de amor y, a la postre, emoción en todas sus tonalidades. Absolutamente recomendable. Para ver en más de una ocasión: solo o acompañado.

Las actuaciones son muy buenas (Joaquin Phoenix Y Johansson, en un rol menor Amy Adams y en un diminuto rol gracioso, Chris Pratt). Eso sí, Scarlett como voz de la Inteligencia Artificial no me funcionó, a pesar de reconocer que lo hace bien. Se suponía que fuera la voz de un ser inexistente (artificial) programado, sin embargo sonaba claramente como una actriz conocida para mí. Creo hubiera estado mejor alguien menos famoso.

El diálogo es genial y la película linda de ver, pero… la primera hora es algo aburrida. Creo que se toma demasiado tiempo. Hubiera deseado alguna sub-trama más, pero entiendo que quizás su inclusión, hubiera distraído del objetivo de la historia que la película quería contar. Eso sí, la segunda parte es genial, reflexiva y emotiva. Es sin duda más que una buena película.

Imagino un día de tormenta en una cabaña en el campo. Hace frío pero la chimenea irradia un fuego incesante que me quema un lado de la cara. La manta y el chocolate caliente hacen el resto. No se escucha nada más que el ruido de la lluvia golpear en los cristales de la ventana, mientras en la radio suena mi canción favorita cantada de manera elegante.

Her es tan intima como el día de tormenta en el campo. Es sencilla, tierna, melancólica. Te susurra al oído franqueza, te abraza en el dolor, te sonríe en la felicidad y te emociona en la evolución del amor y el desamor. Todo en Her es elegante, sosegado y sin estar sobreactuado. Fénix nos transporta a través de una relación entre 2 almas, una relación diferente pero a la vez conocida, una relación entre maquina y humano que se siente como una complicidad entre 2 iguales.

Joaquin no es capaz de mostrar sus propios sentimientos pero es capaz de escribir mostrando los sentimientos de aquellos que no saben expresar con palabras los suyos propios. La evolución de nuestro personaje a través de su relación con Samantha es entrañable, permite que no solo el mismo ayudado por el SO pueda afrontar sus miedos, tener confianza en si mismo, ver la verdadera cara de los demás y perdonarse a si mismo. No sólo el consigue avanzar en el camino sino que a su vez permite que Samantha evolucione emocionalmente.

Todo el mundo necesita a alguien que te ayude a evolucionar sin importar quien sea y desde donde venga, permitir que afrontes tus miedos, que superes tus metas, que experimentes cualquier sentimiento que creías enterrado.

Esta evolución, este torrente de emociones, toda esta melancolía retenida tiene su culmen final con la paz interior, cuando afloran todos aquellos sentimientos enterrados, cuando de manera brillante el director cierra el camino del protagonista en aquella azotea contemplando el amanecer. Es un hombre nuevo, atacado por el desamor y la melancolía pero con una nueva esperanza, esperanza que nace de su evolución, que nace con un nuevo día.

Her ha cumplido mis expectativas y me ha emocionado como aquella cabaña en el campo, en la que el solo ruido de la lluvia y el chispoteo de la chimenea consiguen traerme mi canción favorita.

Un notable ejercicio de cine.

Ya no tenía ilusión por nada. Los días pasaban sin que ninguna emoción le hiciera temblar y su trabajo, que antes le apasionaba, se había convertido en una rutina. Escribir cartas de amor para otras personas hacía que se ahogara aún más en su soledad, ahora que la mujer con la que lo había vivido todo ya no estaba a su lado. Necesitaba a alguien que lo comprendiera, que lo aceptara, que lo completara y que le insuflara de nuevo las ganas por disfrutar la vida. Sin quejas, con una curiosidad infinita y un ansia palpitante de querer experimentarlo todo junto a él. Como un lienzo en blanco, él le enseñaría a sentir a su manera y juntos se enfrentarían a cualquier cosa. Pero él era incapaz de asumir el esfuerzo de entender a otra persona, de aceptar sus críticas y de evolucionar con ella. Por eso decidió apretar el botón de 'on'.
'Her' nos presenta un futuro muy cercano en el que grandes urbes repletas de rascacielos y desprovistas de coches ven cómo sus habitantes caminan solitarios mientras hablan por sus dispositivos móviles. No hay teclados, solo un pequeño auricular con el que interactuar con el sistema operativo. En ese mundo, Theodore encaja como una pieza de puzle. Escritor solitario y taciturno, trabaja de Cyrano para aquellos que no saben poner sus sentimientos en palabras y malvive interiormente tratando de superar la ruptura con su mujer. Para combatir la soledad, adquiere un nuevo ordenador que evoluciona conforme va conociendo a su dueño. Con voz femenina y bajo el nombre de Samantha, es justo lo que Theodore necesitaba en ese momento: alguien que lo comprendiera sin reproches, que estuviera siempre disponible y que le mostrara el afecto que anhelaba.
En su cuarto largometraje, Spike Jonze enfoca con su particular mirada la soledad del ser humano y detalla cómo una persona rota y necesitada se aferra a aquello que le devuelve las ganas de vivir. Aunque se trate de una máquina. Una inteligencia artificial que, a pesar de no poder ser acariciada, llega a conmover al protagonista por su cariño, su empatía y su esfuerzo por lograr entenderlo y completarlo. Theodore, a cambio, le descubrirá un mundo de sensaciones y le mostrará cómo es la vida a través de sus ojos. Al final, ambos acabarán enamorándose en una conmovedora historia de amor.
El director norteamericano deja que sea el espectador quien juzgue esta relación y se dedica a plasmar con acierto y mucha emotividad el romanticismo entre Theodore y Samantha en una sociedad que ve aceptable la comunión entre el hombre y la máquina. La ternura la pone un inmenso Joaquin Phoenix, que con su rostro –que aparece casi continuamente, al carecer la película de su 'partenaire'– transmite a la perfección tanto la tristeza como la felicidad que siente su personaje. La sensualidad era en este caso obra de la voz de Scarlett Johansson, pero el doblaje en España nos vuelve a dejar un filme amputado.
Con un ritmo pausado y envuelta en una agradable y emotiva banda sonora, la trama avanza describiendo las crisis a las que, como cualquier pareja, ambos protagonistas deben enfrentarse. La parte final roza demasiado la cursilería, pero la historia está tratada con tanta sencillez y naturalidad que Jonze consigue que el público conecte con el protagonista y que las dos horas de metraje se llenen de melancolía.

Diario de Navarra / La séptima mirada