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Amor

Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
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Críticas 299
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2013
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Este tipo de cine lo que tiene es que es infumable para el público generalista. Es un tipo de cine especializado, en este caso relata la degeneración en estado puro de la vejez y la enfermedad. Las 2 horas que dura van en su contra. En el cine solo se oían suspiros, bostezos y las luces de los móviles que se encendían cada vez que la gente los consultaba por puro aburrimiento. Tiene algunos momentos mágicos, en ese plan de sorpresa que no te lo esperas para un bodrio de película. El mensaje que transmite, demasiado profundo, no apto para todos los públicos. Tiene algún toque de humor que no consiguen endulzar su argumento que en definitiva es un drama muy triste. El final de la película es tan duro que hacen que la gente salga mosqueada del cine, pues ver una película para sufrir no es plato de buen gusto. A veces mostrar la cruda realidad sin tapujos no es acertado.
ISENGARD
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18 de febrero de 2013
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Un matrimonio sufre las consecuencias del fatal accidente de la vida. Viven apaciblemente, distanciados y enfrascados, como gran parte de la vieja Europa. Y como siempre, Haneke ofreciéndonos más allá de la pantalla una parabólica idea de tantas aristas como ojos puedan contemplarla.

Amor es una sumisa palabra que se ha encadenado a nuestro pensamiento por ser parásita de ciertas sensibilidades. De hecho, parte de la población evita hablar en términos románticos (ni romanticistas ni estetas románticos) por aborrecer los estereotipos del cupido, los corazoncitos y demás bochornosos chubascos. Nos caen como lluvia ácida que desechamos, aunque aceptemos su uso. Pero más allá del amor de catálogo, más allá de las pasiones de estribillos, encontramos una suerte de fidelidad hacia las sensaciones que hemos captado durante años. Y si añadimos una costumbre y el trauma que supondría abandonar tal hábito, ahí aparecen los amores de vejez. O al menos el manido esbozo de la eterna pareja que se ama por inercia.

Haneke siempre gozó de una capacidad para mostrar lo que él mismo observa con una transparencia que siempre nos perturbó. Retrataba situaciones que nos pinchaban y molestaban cual relato kafkiano. Además, la comparación va más allá cuando contemplamos que los acontecimientos que no ocurrían en El castillo, El proceso o La metamorfosis, siguen sin ocurrir en las escenas de este director. No resulta complicado atender a la analogía entre dos amantes de la vida como sufrimiento del tiempo, y tampoco podemos pasar por alto el parecido en su intención provocativa. Ambos pueden conseguir en nosotros náuseas, esguinces de entrecejo, congestión de bilis o incluso vómito. La repulsión en muchas de sus cintas es tan evidente que resulta difícil no preguntarse qué diantres hace uno viendo esa película.

Repasando su filmografía confesamos que, aun habiendo sufrido mucho, ese hombre es un genio. Se propone un objetivo y lo cumple, y además consigue que valoremos su obra como una pieza maestra. Este tipo hace honor a la barba que, cual estandarte humano, anuncia el valor y la astucia en toda empresa que emprende. Y su barba, junto a su nombre y la mirada de un testigo de cargo, nos señalaban su último "Amor" como una indispensable de 2012. Así que no se nos escapó.

Como digo, en "Amor" no pasa nada. El amor es sólo una foto que añoramos y que miramos con morriña. Entonces (tras 2 minutos de metraje) vemos que la mujer está perdiendo lucidez. No nos queda muy claro si se trata de un problema nuevo para ella, de una visión errónea del marido o hemos perdido nuestro juicio. Y como todo esto sucede al comenzar, Haneke juega su papel en el que nos hace dudar, no hemos empatizado lo suficiente con ningún personaje para suponer cuál debe sobrevivir en los cánones de una película al uso. Se desprenden más descripciones de la vida del matrimonio y descubrimos que era ella la que sufría infartos. Éstos la llevarían a una progresiva parálisis y a una degeneración humana, como pasa cuando nuestra capacidad racional se invalida. Como observador, su fiel marido, que con paciencia pero sin habilidad ayuda a su mujer a seguir adelante. El problema surge cuando no se trata de vivir, sino de vivir dignamente. Se torna en debate sobre qué sería más conveniente hacer en una situación así. ¿Te permitiría tu hábito como compañero acabar de manera leal tal y como te pide tu compañera?

La descripción entonces resulta algo repetitiva, lenta y pretendidamente aburrida. El relato por el relato que tanto ondearon los austriacos aparece impregnado en los planos eternos de Haneke. Nos duele que haya un final, pero más nos duele presenciarlo sin ser quienes finalicemos. En la relación entre el hombre y su hija, entre generaciones que no se entienden ni se acoplan, se dibuja la Europa que tanto han sabido entender Stefan Sweig o Lars Von Trier. Una Europa con métodos muy intelectuales que sabe de la tragedia. Una personalidad trabada entre guerras, tejida con los despojos del arte que siempre aflora entre tanto sufrimiento. Y he ahí su huella (me permito esa aliteración elíptica utilizando tanta hache porque su huella permanece sin que se aprecie ni se escuche), con un piano de cola de fondo. Siempre escuchamos alguna obra maestra de manos de algún buen músico. Tal vez en otras ocasiones disfrutamos más por ser el principal punto de la película, pero aparece como no podía ser de otra manera. Haydn, Schubert o incluso Mozart se esconden entre esa frondosa barba blanca.

Haneke está loco, nos gusta decir a muchos, y por eso pertenecemos a un selecto grupo de adoradores (en realidad no existe tal estupidez), pero al esperar lo mismo que en sus anteriores obras nos levantamos contra su último trabajo por no sentirnos tan dañados esta vez. No nos aprieta cuando sabe qué fibra nos duele. No lleva toda acción al clímax para torturarnos un poquito. El elemento clave de la película es la espera y la decisión, pero resulta comprensible y nada sorpresivo.

Huppert vuelve a estar estupenda, aunque los premios serán para Emmanuelle Riva, que los merece. La muestra de una Europa que agoniza, y a la que vendría bien un empujón en su decadencia, está bastante logrado, pero no consigue provocarnos como antaño. Es probablemente su trabajo menos pretencioso a nivel artístico, y tal vez el más discreto, pero sin mucho sentido se llevará más galardones.

Echamos de menos un blanco y negro apocalíptico, una profesora sexualmente perturbada o algún violento desequilibrado vestido de blanco. No me digan que su violencia no era más aterradora.
Javier Moreno
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18 de febrero de 2013
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Te que admitirlo que soy un admirador de Haneke y todo lo que lean a partir de ahora será mi mirada llena de admiración ante el talentosísimo Michael Haneke.

Antes de partir con mi crítica repleta de spoilers me gustaría aclarar que personalmente no he sufrido la muerte de ningún ser querido, pero en este momento de mi vida me encuentro en un momento especial, un paso a otra etapa, que me ha hecho pensar y reflexionar sobre lo quiero para mi vida y como me proyecto en ella, desde el mañana hasta el fin de mis días, dicho esto vamos a la crítica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gonzalo
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19 de febrero de 2013
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"Amour" es una historia tan real como la vida y la muerte, como el amor y el dolor... "Haneke" invita al espectador a ser testigo directo de esta trágica historia de amor sobre la enfermedad y la vejez con un control absoluto de la cámara (cada movimiento, cada secuencia, cada plano...) un trabajo de narración excelente que hace familiarizarte y conocer cada rincón de la casa de los ancianos y a la vez vivir/sentir ese sufrimiento día a día. Los actores simplemente están impecables "Emmanuelle Riva" hace una interpretación magistral, "Jean-Louis Trintignant" también esta espectacular. El paso irremediable del tiempo cala muy hondo, dando que pensar y reflexionar sobre lo que han contemplado tus ojos en "Amour" un drama triste, un último aliento de esperanza acompañado de una melodía clásica. Hay que reconocerlo la película es grandiosa y culpa de ello lo tiene la extraordinaria dirección de "Haneke" y las magníficas interpretaciones de "Jean-Louis Trintignant" y "Emmanuelle Riva" una decisión muy acertada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Youka
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20 de febrero de 2013
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Antes de que empieces a leer: si tu idea de ir al cine es pasar un buen rato, olvidarse de los problemas, desconectar con la vida cotidiana, y disfrutar de un momento de evasión, entonces NO VAYAS a ver esta película, y mucho menos leas esta crítica. Claro que en el caso que aprecies las expresiones artísticas -vengan de donde vengan y tengan la temática que tengan, desde el Taj Mahal hasta las pinturas negras de Goya- en su máxima expresión, la reflexión sobre un tema trascendente, intemporal, la agudísima visión sobre la vida y la muerte de uno de los más turbadores cineastas contemporáneos... entonces TIENES que ver "Amor". Y en la medida de lo posible, leer la crítica te orientará mucho más. No porque yo sea guía y faro de la crítica, ni adalid de nada. Sino simplemente porque además de saberme de memoria toda la filmografía de Haneke, tuve oportunidad de entrevistarlo y (creo) entender su exquisita sensibilidad ante la existencia, por incómoda que parezca.

Haneke es una mezcla de poeta, pintor y músico. En cada película compone verdaderas odas filosóficas al alma humana. Pero ojito, sin sublimarla, o lo que es lo mismo, mostrando todas sus grandezas de la manera más esplendorosa, pero también sus miserias de la forma más mezquina y asquerosa. Porque pienso que ahí está precisamente la clave de Haneke, en la dualidad: en la extraña mescolanza de lo más tangible y terrenal, con lo más elevado y sublime. Ese viaje (exterior e interior) que realiza a cada aldabonazo -porque sus películas son eso, un aldabonazo en la puerta misma de la consciencia, o una sonora bofetada que nos dan en la cara para que espabilemos de una vez- supone a cada película una visión más y más enriquecida de lo que puede ser el hombre, capaz de lo mejor y de lo peor. Capaz de hacer la capilla sixtina, para luego demolerla y mearse encima. Por eso ver una película de Haneke es como mirar al abismo: además de sentir el vértigo normal, sentiremos que en ese abismo también estamos nosotros mismos, devolviéndonos la mirada, implacable, cruelmente.

El minimalismo, entendido como el uso de los mínimos recursos para hacer una obra de arte, se cumple en la última película del genial cineasta austriaco, que únicamente mete en su ecuación una decadente mansión y un matrimonio de jubilados. Punto final. No hace falta más para crear una de las más enternecedoras perspectivas sobre el nombre que compone el título: el amor. Nada más y nada menos. No hacen falta querubines gorditos con arcos y flechas, ni atmósferas etéreas con luces indirectas, ni velas, ni violines, ni la madre que lo parió. Porque probablemente en esta película sea en una de las que mejor se percate uno del significado auténtico del amor en toda la historia del cine. Es como si cogiéramos en un diccionario esta palabra y si tuviéramos que definirla con una película, seguramente el mejor ejemplo que encontraríamos sería este film. Más allá de la pasión, de la sensualidad, del sexo, del deseo... está el amor. Y esto es el amor, señores.

Realmente me sentí abrumado con esta película, removido hasta lo más profundo, y probablemente cualquier espectador sentirá lo mismo. Si bien es cierto que Haneke busca precisamente esto a cada film, con una elegancia formal pocas veces vista -quizás comparable a los clásicos del cine japonés como Ozu o Mizoguchi, o incluso a la tardía visión del mundo de Eastwood-, ahora con pocos planos, con un lenguaje extremadamente primitivo, consigue el impacto que con otras películas tardaba mucho más en lograr. Fíjate, incluso me atrevería a decir que es irrelevante que te cuente de qué va. Con mirar el cartel, y saber que hay una casa y un matrimonio de la tercera edad, es suficiente. Y créeme, no es nada cómodo de ver.

No estoy hablando de violencia -presente por otra parte en buena parte de la filmografía de este director, como elemento indisoluble del hombre, así como el egoísmo, etc.- ni de truculencia. Estoy hablando de la vida misma, de ir más allá de lo que vemos diariamente. O precisamente, en fijarnos en todas esas cosas que diariamente, no le prestamos atención. Más allá de la vida, está también ese amor del que habla Haneke y que es muchísimo más que todas las ideas preconcebidas que tengamos al respecto.

¿Sabes lo que es recibir un puñetazo en el estómago, de esos que te dejan sin aliento? Bueno, pues eso es "Amor". Ni más, ni tampoco menos.
Federico_Casado
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