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Los comulgantes

Drama Thomas, un pastor protestante que celebra los oficios religiosos con la iglesia casi vacía, es un hombre solitario que sufre una profunda crisis espiritual y cuya vida carece de sentido. Incluso el amor que le profesa la maestra Marta se ha vuelto para él una carga insoportable. Su situación se agrava al verse incapaz de ofrecer ayuda alguna a una pareja de campesinos que acuden a él para pedirle consejo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasada por alto por muchos, esta película me ha resultado de las mejores del director sueco. La temática no es nada simple y la historia es bastante dura, centrada en un pastor que sufre un momento de crisis espiritual y termina cuestionando su propia doctrina religiosa, tras la pérdida de su esposa. Un film que toca a un ser humano en su lado más sensible y que retrata con dureza una situación puntual de la vida. Ideal para mirar en un momento de alegría; prohibida para un domingo a la tarde. Notable.
Manuel Esteban
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28 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Bergman constituye un modelo de lo que sería en los primeros años sesenta las constantes del cineasta sueco, caracterizadas por su desnudez formal y su trascendencia temática. El tema del silencio de Dios, recurrente en la obra de Bergman, pesa más en esta película que en ninguna otra del director sueco. En la iglesia de Mitsunda, Thomas Eriksson, el pastor, conduce una comunidad cada vez más reticente y minoritaria a lo sagrado sin ningún atisbo de entusiasmo, pues incluso él mismo está perdiendo la fe. El reverendo ha dejado de creer en la idea de Dios y, por lo tanto, en los ritos que debe celebrar en su nombre, Eriksson precisa de los fieles que ya no acuden a su iglesia para acallar, aunque sólo sea por unos minutos, la voz del agnóstico que se agita dentro de él.

El director consigue con “Los comulgantes” una de sus obras más acabadas, una de las que mejor ha resistido el paso del tiempo y el tránsito desde una época de cierta inquietud existencial a otra, la actual, donde las preocupaciones espirituales han sido desplazadas en beneficio de cuestiones más pragmáticas, también conocida como crisis de valores.

Decía Luigi Pirandello: “El ser actúa necesariamente por formas, que son las apariencias que él se crea y a las que nosotros damos valor de realidad”. Este es un film sobre la identidad y – retomando las citadas palabras de Pirandello – sobre las apariencias creadas por el ser humano al adoptar, por tendencia natural, por atavismo, una forma de actuar ante los otros y de crear unas apariencias de realidad, lo que denominamos la sociedad de las apariencias; en este caso, mediante la duda sobre la fe y el vacío de los ritos religiosos.

“Los comulgantes” es un buen ejemplo de cuánto se puede conseguir con la elección del entorno adecuado y la distribución de los silencios. La película se desarrolla mayoritariamente en interiores, en especial en la iglesia y la sacristía, y cuando la acción se desplaza al exterior, al otoño sueco, los cielos están encapotados o hay niebla y nieve, nunca luce el sol. La vida de los personajes es gris y pausada, sus inquietudes religiosas y emocionales los atormentan, y no encuentran quien les alivie de sus cargas. El film bordea la perfección, por intensidad dramática, por ritmo, por el empleo del blanco y negro, por las paredes desnudas y por su austeridad expresiva que sólo está al alcance de unos pocos.

El film está estructurado en torno a cuatro personajes: El pastor Thomas Eriksson (Gunnar Björnstrand), su amante, Märta Lundberg (Ingrid Thulin) y el matrimonio formado por Jonas (Max von Sydow) y Karin Persson (Gunnel Lindblom ). Actores que encarnan a personajes creíbles bajo la dirección modélica de Bergman. Quizá no se haya otorgado a esta película la importancia que tiene, pero con su concisión a la hora de plantear el vacío dentro de los corazones, la sencillez que rodea a cada gesto, los sutiles desplazamientos de la cámara y la tibia luz del Noviembre escandinavo son el envoltorio perfecto para ese inmenso silencio de Dios que antes o después alcanza a todas las conciencias.
Antonio Morales
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8 de junio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí Bergman siempre me asusta, porqué la lectura que hago de sus películas, de sus personajes, ilustra conductas muy cotidianas, muy cercanas, muy difíciles de representar, conductas tan íntimas, que resultan difíciles de verbalizar. A veces pienso que solo yo me doy cuenta. No hay palabras para definirlas en todos sus matices, pero esas conductas exiten, yo las veo en el mundo real, y solo he visto a Bergman retratarlas. Supongo que es por eso que conecto tanto con él, y por eso me asusta tanto. Son conductas complejas, activas y reactivas (aunque sea por omisión), se trata de una solapación de adjetivos, una mezcla sin entrada en el diccionario de la Real Academia de la Lengua.

¿Cómo se llama ese hombre, genuinamente bondadoso, que se siente tan infeliz que en algunos instantes, solo en algunos instantes, desea la infelicidad de otros y llega al extremo de provocar su desgracia, acaso sin ser siquiera consciente de ello, o siéndolo per haciendo ver que no? ¿Cómo se llama ese hombre capaz de matizar sus actos para ocultarse a sí mismo sus culpas, sabiendo que es así? ¿Cómo se llama ese ser que desprecia a aquel al que necesita sin remedio, puesto que es sabedor de su cobardía y su fragilidad, y le alcanzan las fuerzas para sobrevivir con esas carencias y con semejante resignación? ¿Cómo se llama esa criatura que proyecta en otros deliveradamente, aun reprobándolo racionalmente, aquella rabia y aquella destrucción que su asqueante realidad y endeblez le impiden exteriorizar? ¿Cómo se llama ese ser frágil que en vez de compadecerse de otro ser frágil, siente un deseo escondido e incontenible de dañarlo para aliviar así sus frustraciones y su propia autoaversión? ¿Cómo se llama esa criatura que se somete a la vejación porque a pesar de su limitada capacidad intelectual, está dotada de instintos humanos que la hacen más eficaz que aquellos que la desprecian, instintos que le indican que hay palabras que no significan nada y que hay necesidades indoblegables y que hay seres a los que en realidad tiene sometidos a pesar de las apariencias? ¿Qué nombre recibe aquella criatura que se deja vejar cuando realmente gobierna la vida del otro, y lo sabe pero no lo ve, o al revés, porqué tiene dentro una emoción cercana al amor en su versión más autodestructiva? ¿Cómo se llama ese hombre que llega al extremo de confesar su deseo de quitarse la vida, y hacerlo en tal estado que ello no le humilla, ni le humilla que esa fragilidad se comparta, y se enfrente a ello sin avergonzarse, con genuino deseo de aferrarse a una última esperanza transmitida por quien probablemente es la única persona en quien puede hallar sostén? ¿Qué nombre tiene esa criatura que sostiene a la familia, que sostiene a un enfermo y lo arrastra en pos de una salvación y que no se rendirá jamás, y que no vertirá una lágrima, y que perdida una batalla se preparará sin descanso para la próxima hasta que la vida acabe con ella?

Podría seguir, pero me siento agotado. Me asusta Bergman, porqué si puede filmar esos seres, es que los conoce, es que conoce sus conductas. Y solo las conoce quien las comprende, y solo las comprende quien ha sentido las emociones que las causan. Yo también.
Uma
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8 de julio de 2005
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sobriedad en coreografia y escenarios no desmerece el film, ya que ese tono oscuro(es en blanco y negro) le de más énfasis al argumento.
El director nos da a conocer la pérdida de la esposa en el momento que corresponde saber al espectador. Su presencia es el apoyo vital es muy comprometido para determinadas vocaciones y profesiones. Muy bien conseguido el desenlace, así como la interpretación.
Angel l
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16 de diciembre de 2006
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de confesar que uno debe cargarse de paciencia para ver y, al final, comprender esta película. Los actores están verdaderamente magníficos, excelentemente caracterizados, bien diferenciadas las distintas actitudes ante la vida, algo, creo, propio del cine de Bergman. Pero Los Comulgantes parece, en un principio, excesivamente poco comunicativa, puesto que la gravedad del asunto tratado bien podría valerse de una mayor cercanía entre el director y el espectador, de hecho, son soberbios los escasísimos diálogos entre el sacerdote y Marta, así como los últimos cinco minutos, que dan absoluto sentido a la película. Pero entiendo que reine el silencio, aunque se haga terriblemente agobiante, pues es el silencio de Dios el que permea toda la obra, toda la vida bajo la fría luz de invierno, haciendo de la existencia algo angustioso y agónico, magistralmente presentado por el director. Y es que no nos regala a los espectadores ni un solo respiro dulcificador, todo es dolor contenido y arcada existencial, y Bergman no tiene compasión de nosotros, cómodamente sentados en nuestro sillón, en casa, al calor, y nos mete en la piel y el alma del sacerdote, ajada, fría y tensa hasta el horror a la nada.
Es dolorosa y dificilísima de digerir. Bergman nos apuñala y corta la respiración. Esto no es cine, es un poema negro, el alma cruda ante nuestros ojos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
stimek
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