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Dallas Buyers Club

Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 224
Críticas ordenadas por utilidad
5 de abril de 2014
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No es nada fácil hacer una película sobre una enfermedad tan seria como el SIDA sin caer en la tentación de la lágrima fácil o del eterno sentimiento compasivo hacia el protagonista, y pese a que existen grandes obras que contienen estos tópicos y no por ello se hacen menores, como Philadelphia de Jonathan Demme, tanto una cosa como la otra deben nacer del propio espectador, y esto es una de las mayores bazas de un film que no juega con los emociones del público sino que se limita a contar una historia de forma cruda, real y sin juicios de valor ni maniqueísmos.

Se nos presenta a un Matthew McConaughey, que nunca ha estado mejor, para sorpresa de muchos incluyendo a un servidor, interpretando a un rudo cowboy texano, drogadicto, mujeriego, homófono y todo lo que se puede esperar de un personaje de la América profunda, al que le diagnostican SIDA, con todos los problemas que eso conlleva en una sociedad intolerante e inculta como la del lugar en los años 80, aunque en ocasiones vemos casos en la actualidad que hacen pensar que hemos aprendido muy poco o nada.

Es una película más correcta que brillante, con una dirección floja que deja caer todo el peso en las interpretaciones, sobre todo las de los dos protagonistas: el ya alabado McConaughey, y un Jared Leto impresionante, dando vida a un travestí, que devora la pantalla e, incluso y sin desmerecer, al propio protagonista. Todo lo contrario que Jennifer Garner, sin duda el punto negro de la película, interpretando a una doctora cuya importancia se pierde por culpa de su nula interpretación.

Un film arriesgado, valiente y necesario, que no busca la gloria, marcado por las pautas del cine independiente norteamericano, que evita la lágrima fácil hasta en lo inevitable.
Gabi Oldman
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22 de abril de 2014
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Film Independiente apoyado por una singular historia que aunque le da vuelta a los tópicos relacionados con la problemática del SIDA y basándose en un hecho real se podría decir que todo ya está dicho. O debería. Porque “Dallas Buyers Club”, traducido como el “Club de los Compradores de Dallas”, hace referencia a la Asociación que fundó Ron Woodroof, un ciudadano de Texas, perfil de hombre homófobo, machista, violento, social en su círculo de asociales enemigos del mundo y amante del Rodeo, el alcohol, la coca, las putas (ya sean de una en una o de dos en dos), y que no falten las fiestas, y el vicio… Un círculo vicioso donde imperan el “estas con nosotros o en contra” y donde los puñetazos, las apuestas y el sexo sucio están a la orden del día en la cabeza de un trabajador incansable como Ron, electricista de profesión y que de la noche a la mañana le diagnosticaron el VIH, entonces una patología solo señalada a los homosexuales.

Pero en los ochenta de la era Reagan con la repercusión de la muerte de Rock Hudson y los gays en el punto de mira de mucha población arraigada a unas tradiciones culturales muy conservadoras, cualquiera no podía ser sospechoso pero tras darse a la luz un diagnóstico fatal y sin ser homosexual ya podía descargar las baterías de defensa en pro de su dignidad, que todo su alrededor huía corriendo y el nivel de confianza y apoyo bajaban a cero.

Pero los verdaderos enemigos planteado en la película del canadiense Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y.) no es exhibir el enfrentamiento contra una sociedad mal informada, por culpa del alarmismo y la moralidad, sino los intereses económicos de varias empresas farmacéuticas, como las que volvieron a experimentar con el antirretroviral AZT, casi dos décadas después de haberlo probado sin éxito en los sesenta, con el cáncer. Sus resultados eran eficaces tanto como desacelerar el desarrollo de la enfermedad como a su vez destruir las defensas del propio organismo. Woodroof liberó una encarnizada lucha legal para recurrir a alternativas más suaves y eficaces.

Lo Mejor: unos resurgidos Matthew McConaughey y Jared Leto, disfrutando de sus segundas oportunidades en la fama así como la intervención de una convincente Jennifer Garner.
Lo Peor: que se plantee como un drama de superación personal con acusados aires de telefilm.
Natxo Borràs
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25 de abril de 2014
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McConaughey salva la película con su espectacular actuación. La evolución de su personaje bien se merece el Óscar que ha conseguido, de cowboy arrogante y homófobo a defensor de los homosexuales y los afectados de SIDA. Sobretodo, en una época, los 80, en que los seropositivos eran tratados como apestados y marginales, ya que no se sabía casi nada sobre la enfermedad. El resto del film pasa sin pena ni gloria.
sselene
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16 de mayo de 2014
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Dallas Buyers Club es una película dura, incómoda, pero honesta.

Ron Woodroof (un Matthew McConaughey bestial), es un cowboy detestable, homofóbico y trabaja como electricista. Por un accidente laboral llega al hospital donde, exámenes de por medio, le informan que es portador del VIH.

Estamos en 1985, cuando la información y las posibilidades medicinales eran aun raquíticas para combatir al virus; Ron debe enfrentarse a su homofobia y sobre todo, a los prejuicios de su entorno, y a un sistema de salud que prioriza el negocio por sobre las necesidades de los ciudadanos enfermos.

Con un desalentador pronóstico de sólo 30 días de vida, y el nulo apoyo del hospital donde se atiende, decide conseguir los medicamentos que le son negados, viajando a México (¿donde más?) y por vía del contrabando los ingresa a EEUU con la idea de comercializarlos con la comunidad que tanto el detesta.

Para esto tendrá que asociarse con Rayon (Jared Leto), una travesti también con VIH, que será quien realice el conecte con los clientes, y con quien terminará entramando una sincera amistad dejando de lado sus prejuicios.

Siendo una biopic y con el tema que trata, Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y.) consigue un film alejado de cierta sensiblería esperada; la película funciona en gran parte por su personaje principal, bien delineado, lleno de matices, y soberbiamente actuado, más allá de la transformación física que consigue McConaughey para su interpretación.

El problema son los personajes secundarios, sobre todo el médico y el inspector de la agencia de medicamentos; son muy lineales, dos tipos malos malos, cual villano reventón, que harán lo imposible para fastidiar los últimos días de Ron. Aun así, Dallas Buyers Club es una película que vale la pena ver.
Quique Mex
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1 de junio de 2014
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Imagino que entre los objetivos de “Dallas Buyers Club”, no estaba rendir confeso homenaje a “La Lista de Schindler”, por aquello de que se cumplían veinte años de su estreno. Pero lo cierto es que, el personaje protagónico de la cinta comparte con el que fuera “justo entre las naciones” más de una concomitancia.
Sé que la Historia está llena de gente despreciable que hacen un agosto de la calamidad, pero que, paulatinamente, mutan en individuos altruistas arrebatados por la injusticia que les circunda, de la que se convierten en fustigadores. Sin embargo, de todos ellos y de las películas que los han hagiografiado, creo que Spielberg y el otro Steven, Zaillian, su guionista, contaron este tránsito vital hacia la metafórica luz de un modo maestro, convirtiendo el filme en cita referencial obligatoria.
Oscar Schindler pues, como digo, era uno de estos tipos, y también lo es, o lo fue, Ron Woodroof, un cowboy de rodeo, yonqui hasta las trancas, que se jalaba, además, a cualquier descarriada que se le pusiera a tiro de bragueta. En los ochenta, esto te hacía carne de cañón del VIH. Y este kamikaze tejano de los placeres urgentes cayó cual mosca sin remisión ni perdón posible.
Pero, una vez vista de cara la parca y lo vetado que para él estaba cualquier tratamiento, decidió darle esquinazo al sistema y buscarse la vida, nunca mejor dicho, procurándose soluciones medicinales alternativas. El tipo aguantó el tirón y el mes de existencia al que le sentenciaron, se transformó en años y el infortunio en negocio. Concretamente, el de proveer tratamiento a tantos infelices como por miles el SIDA había puesto en el patíbulo en aquellos ominosos años de marginación y abuso de las major farmacéuticas.
Así Ron como Oscar, fueron carroñeros de las desgracia, a la que sacaron pingües réditos, hasta que poco a poco, se convirtieron en repentinos paladines de sus víctimas. Más Schindler que Woodroof, que nunca terminó de abandonarse a la causa y siguió hasta el final viviendo de su buenismo libertario individualista.
De todo esto va esta nueva “Lista de Schindler” que no es tal lista, sino un club muy sui generis. De eso y de, paralelismos aparte, tener el privilegio de ver como un actor se hace acreedor de un oscar por méritos imposibles de escatimar. McConaughey está portentoso en pantalla, empleando su transformación física, hechuras y dicción para crear oro puro interpretativo. Cierto es que su personaje es agradecido, pero él actor tejano lo sobredimensiona. A ello contribuye, por momentos, la recuperación para la gran pantalla de un tipo que con similares armas actorales, nos brinda otro rol no menos memorable, aunque, en este caso, secundario. Jared Letto está en estado de gracia, lo que también le ha valido el reconocimiento de la Academia.
Y es que, lo que mejor retrata el ojo del realizador Jean-Marc Vallée, es la encarnación de personajes potentes, subyugantes, llamados a empatizar con el espectador. Otros aspectos de la cinta son menos lúcidos y hasta algo confusos. Es el caso de su narrativa, sobre todo en la segunda mitad, cuando del retrato de sus protagonistas se pasa a la peripecia vital, burocrática o, meramente, histórica del que todo biopic es esclavo. Ahí el filme naufraga, incluso en las intenciones meramente reivindicativas por ausencia de pulso y definición.

by @magnumcallahan
Harry Callahan
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