True Detective (Miniserie de TV)

Hablar de 'True Detective' es hablar, para empezar, de dos extensos largometrajes convertidos en miniseries de ocho episodios cada una, absolutamente independientes entre sí. No existe correlación alguna entre ellas, cualquier parecido es pura coincidencia; género policíaco y poco más. Con esta premisa, pueden verse bien por separado, lo que hace que su análisis también deba hacerse por separado (aunque ambas críticas vayan de forma conjunta).

La primera temporada acontece en medio del verde y la humedad del estado de Luisiana, tierra de mucha tradición esotérica y ocultismo, entremezclados en su intriga con temas sobre pederastia. Mucho más profunda y turbadora, recuerda los motivos positivos de la evolución del thriller policíaco moderno, haciéndose un hueco importante en la memoria de cualquier cinéfilo, aunque aquí se trate de un producto televisivo. Rememora al mejor Fincher de 'Seven' o 'Zodiac' con su siniestra trama: un sinuoso camino lleno de aristas, callejones sin salida y sobresaltos, hasta dar con el desenlace. La forma en que permuta los tiempos le imprime un alto sentido del ritmo y el cómo juega con la relación de los personajes es una baza jugada con destreza. Al hilo de, precisamente, esto último, sabe que el abanico de posibilidades de enganchar a una hipotética audiencia, también ha de pasar por ellos: que tengan algo que transmitir, una historia, un pasado, algo por lo que merezca la pena su aparición en pantalla. La controversia entre los compañeros Rust (Matthew McConaughey) y Marty (Woody Harrelson), fantásticos ambos, no solo es pieza fundamental que compatibiliza perfectamente con la trama, sino que su historia individual y cómo ésta progresa, es un complemento que luce como un señuelo casi tan atractivo como el propio caso a resolver. Esos reveladores y profundos diálogos de los dos policías, con ellos mismos y con el resto, intercalando lo personal y lo profesional, dicho en especial por la acentuada misantropía que define a ese individuo tan inclasificable llamado Rust, dictan buena parte de la distancia entre el simple interés y la absoluta devoción por todas y cada una de las imágenes. Nota: 10.

Y luego está la segunda; la segunda temporada que se ciñe exactamente a ese simple interés. Desarrollada a lo largo y ancho de la ciudad de Los Ángeles (por cierto, muchos de sus planos panorámicos son reconocibles para cualquier jugador de Grand Theft Auto V) y sus alrededores, sus guiones y personajes tienen menos profundidad, se hacen menos seductores cara al público y una trama que desveló un comienzo prometedor y terminó por diluirse entre multitud de nombres que uno no termina de asociar con la cara y el intento difuso de enredarlo todo, probablemente más de la cuenta. Los momentos interesantes se alternan demasiado con los que no lo son tanto y el preludio de la conclusión es un ejercicio considerable en favor del aburrimiento. No es que sea una temporada horrible, es que, sencillamente, tras la primera y no haber, además, ningún paralelismo entre ellas, la distinción positiva o negativa se hace más destacable. Es una pena con nombres como Colin Farrell, Rachel McAdams o Vince Vaughn no haber sabido atender unas exigencias que ellos mismos (los guionistas) habían generado. Nota: 6.

HBO ya ha confirmado una tercera tanda de episodios para comienzos de 2019. Esperemos, tras un salto de cuatro años, que sepan concretar algo que se encuentre a la altura con la que todo empezó. Pero eso, será otra historia.

Es una serie no apta para todos los públicos, es decir es maravillosa pero densa. Hay que estar con los 5 sentidos y no espabilar para no perderse un solo detalle. Es lenta, pero desde su fotografía hasta la actuación especialmente de
Matthew Mcconaughey son perfectas. Está basada, según leí, en un hecho verdadero, lo cual la hace aun mas interesante. Totalmente recomendada!

Ejercicio ejemplar de cine con tintes policiacos, de thriller y por momentos de terror con actuaciones estupendas, especialmente de Matthew McConaughey. Rodada con precisa elegancia y una estupenda fotografía, resulta tensa, adictiva y con mucho empaque.

Se puede definir "True Detective" como una buddy movie existencial con trasfondo gótico sureño. Un maridaje muy resultón, pues los personajes encajan a la perfección en el paisaje. Los pantanos de Louisiana ofrecen una desolada belleza natural mancillada por la presencia humana. Un territorio inhóspito que demuestra que el imperativo biológico del ser humano le capacita para adaptarse a los ambientes más hostiles, en los que resulta difícil la simple subsistencia. El paisaje humano es también pantanoso: estrechos vínculos familiares que rozan la consanguineidad, ignorancia y degradación brutal y unas mefíticas miasmas de religion y superstición flotando en el ambiente. Irrespirable.
En este contexto se desenvuelve la investigación sobre un asesinato de apariencia ritual que prosiguen dos detectives muy dispares: el asceta contemporáneo Rust Cohle, cuyas concepciones vitales, desencantadas y realistas, le convierten en una anomalía, y el convencional, acomodaticio, amoral y desorientado Marty Hart.
Esta antigua investigación y las circunstancias vitales de sus protagonistas se describen en una serie de flash-backs inducidos por los nuevos interrogatorios a los que son sometidos los dos detectives, ya retirados, en una nueva investigación en tiempo presente de un caso similar a aquel. Esta estructura que alterna pasado y presente está construida de una forma muy habilidosa, pues la información que proporcionan los flash-backs al espectador muestra todo lo que nuestros protagonistas encubren y falsean en sus respuestas. Que aquel caso se cerró en falso y que el pundonoroso Cohle siente que tiene una deuda con la verdad.
He empatizado con Cohle desde su primer parlamento y Hart me ha caído francamente gordo desde el segundo episodio. Me he contagiado de sinestesia y los paisajes me han sabido a aluminio y ceniza. He confirmado que no hay nada más monstruoso que el ser humano atrapado entre la pulsión y la ignorancia y que sólo desde el desencanto y el realismo, que los desavisados llaman pesimismo, se puede ser auténticamente optimista. Lo demás, es inconsciencia.
Por contra, no he logrado perderme en el laberinto de Carcosa, esa construcción humana engullida por la naturaleza con aire de instalación environmental y me ha decepcionado que el asceta se convierta en místico. El pantano es el habitat natural de los fuegos fatuos.

La primera vez que me hablaron de esta serie me dijeron que trataba de un asesino en serie que violaba y mataba a mujeres. Esto no tiene nada que ver con mi interés ni tampoco con lo que trata esta serie.

Empecé a verla pensando que no me gustaría y al segundo capítulo ya no pude dejar de verla hasta el final. No va de un violador, ni de un asesino, ni de un malo malísimo al que me obligan a empatizar. Va de un par de policías, que luego se harán detectives privados, que investigan un caso muy extraño que se prolonga durante toda la primera temporada.

A medida que te va introduciendo en los detalles del extraño y difícil caso, te va metiendo también en las vidas privadas de los detectives y en la relación entre ellos. No se les verá pisar un laboratorio criminalístico, ni hacer brillantes deducciones al estilo CSI, ni tener veloces persecuciones llenas de acción y heroísmo. Sin embargo el estilo entrevista y "flashback" enganchan desde el principio, las interpretaciones y caracterización sobresalientes.

Una serie de detectives, de verdad.