A Roma con amor

Ya empieza a resultar cansino que ante el estreno anual de la película de Woody Allen, todos los comentarios y críticas hacia sus filmes estén plagados de frases recurrentes, de tópicos sobre el director, de comparaciones con otras obras... en lugar de valoraciones objetivas sobre la película que toca. Pero por otra parte es difícil no seguir y tener en cuenta la progresión en la filmografía de un director que realiza sus obras de manera tan regular y tan continuada. Parece inevitable pues pensar en continuado sobre sus películas, apreciar su evolución, los cambios de una respecto a otra, sus aciertos y sus errores.

Dicho esto, y sabiendo que no debería escribirlo, A Roma con Amor no es ni mucho menos la mejor película de Allen, y además tenía el listón bastante alto, con la carambola estilística, narrativa y artística que consiguió Allen con su película del 2011, Midnight in Paris.

A Roma con Amor me deja la sensación de no tratarse de uno de los guiones (siempre su gran piedra angular) más ambiciosos que el propio Allen ha escrito. La película funciona, no cabe duda, cuenta con un autor que es un prodigio en intelecto y en inventiva cómica, con buenos actores pasándoselo bien, y con situaciones y diálogos con los que es imposible no reírse con verdadera sinceridad; pero su mayor problema (y da igual que esté ambientada en Roma, Nueva York, o donde sea), es que su estructura nunca apoya una tesis consistente. De acuerdo, sus historias, en general, tienen que ver con el tema de la fama, la celebridad - merecida o no - (el episodio de Benigni), el ansia de dinero y supuesta originalidad artística (la historia del propio Allen), el ego y los clichés de las estrellitas de cine (el personaje de Ellen Page), y... ¿el aprecio de los valores rurales contra los cosmopolitas? (el episodio de Penélope Cruz, que aún pensando que la labor de los italianos Alessandra Mastronardi y Alessandro Tiberi es de lo mejor de la película, no me encaja demasiado en el total).

Pero Allen había hablado ya de la fama y sus claroscuros en la infravalorada Celebrity. De acuerdo que aquella era una película más ambigua en su género, menos lúdica, peros siendo sus ideas las mismas; su crítica, igual de incisiva; y su inteligencia idéntica, A Roma con amor tiene un problema de estructura, de poder haber desechado cosas (hay momentos en que algunos gags se alargan innecesariamente...) y aprovechado mejor sus personajes (...porque se echa en falta algo más de tiempo con ellos, y hay alguno bastante desaprovechado - aparte de como alivio cómico, no sabemos nada del personaje de Penélope Cruz, y el idealismo social de Flavio Parenti podía dar mucho más juego, por ejemplo...-).

Como siempre, ver una película de Woody Allen es un placer, para el intelecto, para reírse, para (últimamente) viajar, para ver a buenos actores (para mi gusto, Mastronardi, Tiberi, Page, Eisenberg y Davis), y para reflexionar, siempre de manera ociosa, sobre las grandes tonterías que los humanos nos ponemos encima, tema aparentemente superficial, pero constante en la gran obra de Allen.

Como cada año, desde ya ni me acuerdo, Woody Allen nos ofrece otra nueva película. Eso se agradece, pero también está desfigurando su carrera. Es imposible mantener un nivel alto a este ritmo (salvo en los años dorados de Hollywood, con algunos directores), por lo tanto a mi entender, debería hacérselo mirar. Esta nueva entrega, está bajo mi punto de vista, un escalón por debajo de su anterior obra "Midnight in Paris", no quiere decir que sea una mala película, pues se deja ver con agrado y simpatía. Están todos los típicos clichés de su mundo, la cinta se divide en cuatro historias, algunas interesantes y otras un tanto insípidas y monótonas. Un film que tras su visionado, se diluye en tu mente como un azucarillo en cualquier bebida.

Allen culmina su cuatrología turística europea, eso si alguna oficina de turismo de cualquier ciudad no le propone un nuevo proyecto, con un ejercicio de oficio que da a su ultima cinta el nivel al que el cineasta newyorkino tiene acostumbrados a sus seguidores. No se esfuerza mucho más. Allen te da lo que sabes y esperas de él. A Roma con amor no es una pelicula sino la suma de cuatro historias independientes, unas mejores que otras, en las que Allen proyecta sus diferentes alteregos y se interpreta a sí mismo como tantas veces ya le hemos visto:el del joven aspirante a arquitecto y el reciente jubilado.

Una clásica película con los elementos recurrentes de Woody Allen: situaciones y personajes un poco ingenuos, una trama narrada de forma sencilla con muy buenos diálogos que reflejan los deseos, inseguridades, fantasías, ideales y concepciones filosóficas del director, todo en un marco visual muy bello, que explota los escenarios de una forma que deleita la vista pero sin salir de la sobriedad y el lugar común. La historia es más bien varias historias que coinciden en un desarrollo casi fantástico, un proceso de reflexión y aleccionamiento de los personajes y una conclusión que sin rayar en el moralismo logra transmitir un mensaje no para el espectador sino para los mismos personajes. Lo interesante de la cinta no está en las actuaciones o el drama que se genera sino en buscar comprender el propósito y la conexión entre las historias, lo cual casi hasta el final se consigue, de forma no demasiado clara pero entendible. Un poco reiterativa y cansona por momentos pero en general disfrutable, sin ser algo demasiado original considerando la predecesora Midnigh In Paris, semejante pero superior.

Siempre me cuestan estas películas con episodios. Creo que si ya es difícil crear una única historia sólida con unos personajes de entidad, no puede salir nada bueno si todo el trabajo se divide por cuatro, cinco, o los capítulos que sean. Normalmente estas películas promedian un par de buenos episodios y otros dos o tres no tan afortunados. Más o menos podríamos aplicar esa media a esta película y, aún así, sus dos mejores historias (la de Woody Allen y la de Roberto Benigni) no dejan de ser buenos gags que se quedan sólo en eso. El surrealismo de estos dos relatos nos deja un par de momentos brillantes pero, en conjunto, la cinta no pesa suficiente, las historias se hacen largas y el desenlace de todas ellas es, como poco, insatisfactorio.

Lo mejor: el tinte surrealista de las historias de Allen y Benigni.
Lo peor: la evolución y cierre de todas las historias.