Un lugar donde quedarse

Absoluta decepción. No es posible que estemos hablando del mismo director que la grandiosa American Beuty y la magnifica Revolutionary Road. El guión es patético, no aporta absolutamente nada. En principio la historia de la película no me parecía demasiado interesante ( una pareja que viaja por EEUU en busca de un lugar donde tener su hijo), pero siendo del director Sam Mendes ( el grande) pense que lo importante sería el fondo de la misma. Nada más lejos de la realidad. Película aburrida, ridícula, con unos protagonistas que no aportan nada y con unos secundarios excéntricos y ridículos.
Lo mejor: El paseito con el carro del niño ( por decir algo)
Lo peor: Absolutamente todo.

No es que el desarrollo del guión de esta película sea malo (está bien desarrollado); no es que las actuaciones sean malas (la pareja protagonista destaca); no es que la fotografía carezca de técnica (el avión reflejándose en los cristales de las ventanas es una bella imagen) y no es que los diálogos no sean brillantes, que lo son. Pero es que todo esto está al servicio de una historia tonta hasta decir basta: una pareja de más de treinta años se recorre todo el país porque no se ven capaces de vivir solos en una ciudad y buscan la compañía, no ya de familiares sino de amigos o conocidos para instalarse en un lugar concreto. ¿Hay aquí alguna pareja que pensó en trasladarse de Lugo a Cádiz para vivir al lado de los Gutiérrez porque coincidieron años antes con ellos en Zaragoza? ¿Sí? Pues entonces se identificarán con el par de idiotas de la peli. Si no es así, se estarán preguntando todo el rato, “¿pero de qué va esto, cuándo empieza la historia, a qué viene este catálogo de visitas, cuál es el problema de esta pareja?”.

Sam Mendes te da una de cal y otra de arena. Después de “Vía revolucionaria” (“Revolutionary Road”), junto con “American Beauty” su mejor película hasta el momento, Mendes se interna en el difícil campo de la comedia con un resultado desigual, aunque bien es cierto que con algunos logros. Quizá atado todavía a sus dramas, no ha podido despegarse de ese aire un tanto trascendente que toda buena comedia debe evitar. Igual por ello este filme le ha salido, a pesar de algunos hilarantes golpes conseguidos fundamentalmente a través de los diálogos, un tanto espeso y cargante. Por otro lado, el espectador no logra desembarazarse de la sensación de que el realizador, después de retratar el fracaso vital en “Vía revolucionaria” en unos Estados Unidos donde la honestidad es imposible, nos compensa ahora con un resquicio de esperanza, un oasis de pureza y paz en el seno de esta joven pareja trabajadora que, a pesar de la estupidez reinante de algunos de sus amigos, del egoísmo familiar, de los fracasos personales de sus seres queridos, es capaz de encontrar tras una larga búsqueda un lugar en el mundo donde florecerá su afecto. Y ese espacio no es otro que la residencia de los muertos: la memoria. Es por ello que si nos detuviéramos un poco más en esta reflexión quizá llegaríamos a la conclusión de que el director británico está reiterando, con la ayuda de una mordacidad que afortunadamente conserva en buen estado, esa incompatibilidad de la sociedad moderna, concretamente de la norteamericana, con una humanidad profunda y sincera.

Que decepción de película. La verdad es que el argumento no me llamaba ni lo más mínimo pero decidí darle una oportunidad a Sam Mendes. Craso error, resulta que el gran Sam se aburría mucho y dijo, voy a ir de guay y hacer una peli que es auténticamente una basura y que podrían poner a las 4 de la tarde en Antena 3, no gasto un duro y me saco un dinerillo porque tengo tirón. El argumento no es solo que sea auténticamente simple, sino que puesto en escena parece aún más patético y predecible. No te sientes involucrado en ningún momento en esta película porque todo está muy forzado y no tiene nada de creíble. Si le di esta nota es porque los actores, que no conocía, lo hacen bien y son una grata sorpresa pero no salvan para nada esta mediocre película.

La mirada escéptica, irónica e impiadosa de Sam Mendes. La mirada beatífica y enamorada de Burt (John Krasinski). La mirada incrédula (¿qué hago yo con este tipo?) y enamorada de Verona (Maya Rudolph), La mirada aterradora sobre algunas paternidades de hoy. La mirada con los ojos del recuerdo y de la infancia. La mirada al futuro con ojos de padres a estrenar. Eso. Miradas. Y muy poco mas.