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Todas las mañanas del mundo

Musical. Drama Francia, Siglo XVII. Narra la historia del maestro de viola más importante de todos los tiempos y su relación con un alumno en la corte de Luis XIV de Francia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sainte Colombe fue un misterioso músico del siglo XVII, del que ni siquiera se sabe cual era su nombre de pila, y sólo dejó un puñado de obras escritas. No cayó en el olvido debido a que su alumno más conocido fué el más famoso músico francés de su época, Marin Marais.
Esta película trata del periodo en que fué maestro de Marais, que apenas duró unos meses. Sobre estos pocos datos conocidos, el autor crea una película de relación maestro difícil-alumno. Aunque el primer nombre es Depardieu, el protagonista es Jean-Pierre Marielle, aunque la verdadera protagonista es la música recopilada e interpretada por Savall. La fotografía también es notable, inspirada en la pintura barroca, especialmente Latour y sus cuadros a la luz de las velas. Recomendada a los melómanos.
Lo mejor: Música, interpretación de Marielle, fotografía y dirección artística.
Lo peor: quizá no es muy entretenida, pero esta no es una película hecha para ser entretenida. Esto para mí no es un defecto, sino una advertencia.
Julian
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3 de abril de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico ejemplo de hasta qué punto puede servir el cine como espacio único de encuentro entre las artes, esta película va mucho más allá del relato del que se sirve y del contexto histórico en que se enmarca.

Construida a partir de escasos diálogos, una reflexiva y evocadora voz en off -pues toda la historia no es sino una rememoración del pasado- y los pensamientos de sus principales protagonistas, la película trata de capturar la esencia de la experiencia artística durante el barroco francés, contraponiendo con tal fin las divergentes actitudes de dos músicos, que encarnan a su vez las dos caras de la época; así, por un lado encontramos al artista ascético, misántropo, que crea a partir de si mismo y para si mismo (Sainte Colombe), y por el otro al artista de éxito, que busca el reconocimiento y la popularidad (Marais). Más allá de esto, lo que hace verdaderamente valioso el filme es que esa contraposición, y las reflexiones a las que da lugar, son perfectamente universales, aplicables a cualquier otra época, manifestación artística o personas. También hoy podrían plantearse las mismas cuestiones que inquietan a los personajes de la película, y qué mejor medio que el cine para ejemplificarlo, toda vez que en esta moderna manifestación artística ése es un debate ya tradicional, aunque no necesariamente resuelto (tal vez porque no es necesario hallarle solución).

Pero es que además la realización de la película se erige en un verdadero diálogo entre las artes; la literatura, que se manifiesta en los poéticos pensamientos de los personajes, y en el hecho no menor de ser el filme una adaptación; la música, cómo no, que es el medio del que se sirve para reflexionar sobre la experiencia artística, y que cuenta aquí con el saber hacer de Jordi Savall; y la pintura, pues la composición de los planos y la fotografía evocan a los grandes pintores del barroco, especialmente a Georges De La Tour, al que creo reconocer en todos los planos tenebristas rodados en interiores a la escasa luz de las velas. Otro momento puramente pictórico es el del bodegón, y la secuencia rodada en la casa del pintor, una auténtica sucesión de cuadros (o planos fijos). Nada que objetar al perfecto vestuario y a la no menos meritoria dirección artística, y de los intérpretes cabe valorar que su trabajo se basa sobre todo en los gestos y en la emoción que expresan sus rostros, sobre todo en la secuencia en que los dos músicos tocan juntos, verdaderamente hermosa.

Pero tal vez lo más relevante de todo es concluir que sólo el cine puede reportarnos una experiencia así, una "Summa artis" tan gratificante, y eso dice mucho en favor de esta manifestación artística que nos ocupa -al menos ése es mi caso- todas las tardes del mundo.
Quatermain80
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13 de febrero de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película, imprescindible para los amantes de la música clásica, pero también para los amantes de la música en general, ya que el argumento de la película gira en torno a conflictos generados por las distintas maneras de comprender la música, por las distintas maneras de componer la música.

Una grandísima película en la que, en mi humilde opinión de aficionado, el director se sirve de forma brillante de hermosos planos y de la maravillosa actuación de los actores.

Me encantaron los planos fijos que buscaban la similitud con obras de arte pictórica: como la constante referencia a bodegones.

Destacable: la manera de ligar las escenas y la banda sonora.
Paco M Hoyos
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3 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se trata en este caso de una película para quien esté buscando acción. Es más bien una obra donde se refleja una época, y en torno a la música de la misma, y sobre todo, a la viola, se monta un argumento sosegado, delicado y elegante.
Lo que va pasando, sin grandes sorpresas, está bien distribuido a la largo de la película, así que a mi no se me ha hecho pesada, teniendo en cuenta que quería ver algo para relajarme y disfrutar, y que me gusta mucho la música (la barroca también).
Lo que no comprendo es por qué Depardieu tiene que aparecer en todas las películas francesas que quieren presentarse como obras de calidad. Es como si Laurence Olivier tuiera tenido que participar en todas las películas británicas, o Marlon Brando en las americanas. Yo no le veo inconveniente a que el joven Marin Marais (que es en la realidad el hijo del gran Depardieu) hubiera seguido siendo él mismo años más tarde.
angelillo36
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19 de noviembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El señor de Saint Colombe, reputado virtuoso de la viola de gamba en la época de Luis XIV, jansenista y padre de 2 hijas, enviuda prontamente; desde este momento se entregará por completo a la música a espaldas del mundo, en una pequeña cabaña situada en su finca en la que enseñará la práctica del instrumento a sus hijas y posteriormente a Marin Marais, que se servirá de ese adiestramiento para establecerse en Versalles y gozar de sus placeres. Del primero apenas se conoce nada, mientras que del segundo poseemos su biografía, su obra integral, e incluso es también el que nos permite saber algo acerca de su maestro.
Se trata de una película deliberadamente artística; el segundo cuenta noveladamente la vida del primero valiéndose de una constante voz en off, y la escasez de episodios mundanos queda compensada por la febril mística con la que hace revivir el señor de Saint Colombe su difunto hogar. Para ello se vale de su música, la cual no es un conjunto de notas escritas sobre un papel o tocadas por un experto ejecutante, sino un lenguaje transcendente capaz de resucitar a su mujer; toda la esencia de su vida se aprieta en su casa, y llega a ella a través de su viola. De ahí su desprecio por la mundanidad, por Versalles, por la simple interpretación y hasta por la notación musical que nos hubiera permitido conocer su obra. Todo ello es mera materia que vulgariza su creación. Y es representada en unos planos claramente pictóricos, en que indisimuladamente se recrean cuadros de época para hacer las veces de escenario, donde el propio ritmo de la película se acompasa a la música del maestro: pocas notas, pocos hechos, a fin de que todos ellos alcancen su mayor expresión. No es la acción lo que hace más plena una vida, sino precisamente la inacción, ya que sólo ésta permite el adentramiento.
Dramáticamente se apoya en el contraste de dos caracteres: el maestro, grave y abstracto, y el alumno, hombre notable, pero hombre al fin y al cabo. Este último es encarnado inicialmente por un bello adolescente para terminar de ser plenamente versallesco cuando aparece gordo y empelucado interpretado por Gerard Depardieu. Es este el que narra su vida, el que admira al primero y el que quiere para sí la capacidad de comunicación que su maestro encuentra en la música. El éxito está al alcance muy pocos, pero esa inmersión en la música de casi ninguno.
Dirigida por Alain Corneau, realizador poco pródigo, original y en alguna ocasión excelente (Crónica negra), es una obra trabajada sin trampa ni cartón, rica en su austeridad narrativa y capaz de conmover.
juanito
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