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Anna Karenina

Romance. Drama La historia tiene lugar en el siglo XIX y explora las relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa. Ana Karenina, una mujer de la alta sociedad que se enamora del joven y apuesto oficial Vronski, abandona a su esposo y a su hijo para seguir a su amante. Nueva adaptación de la novela de León Tostói. (FILMAFFINITY)
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Críticas 116
Críticas ordenadas por utilidad
18 de marzo de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es lo peor que puede pasar cuando uno va al cine? Estar mirando casi todo el tiempo el reloj y deseando que termine. Digo esto no porque esta versión teatral y muy arriesgada de Anna Karenina dirigida por Joe Wright sea mala. A veces, cuando esto ocurre se encuentra una cierta gracia sino porque se trata de una película muy aburrida que no me ha despertado pasión alguna a pesar de conocer ya la historia.

¡Ay! Si Leon Tolstoy hubiese visto esta adaptación, un poco frenesí, un poco alocada pero sin ningún ápice de sentimientos, sufrimientos e ilusiones entre sus personajes.

¡Ay! Si los que dirigieron las dos primeras versiones cinematográficas haya por 1935 y luego en el 48 con las inolvidables Greta Garbo también conocida como la DIVA y posteriormente Vivien Leigh en los papeles de Anna Karenina levantasen cabeza.

¡Qué grandes actrices! Ellas se metían en el papel principal y con su fuerza y viveza daban una auténtica personalidad y templanza al personaje. Nos hacían sentir, emocionarnos, sufrir, amar y sobre todo daba la sensación de ser la auténtica Anna Karenina.

Sin embargo, esta nueva versión se queda en agua de borraja, no transmite nada, uno no siente tristeza al finalizar la película a pesar de la trágica historia de amor, romanticismo, odio, rencor, o quizás adulterio que existe.

Las escenas de amor, de felicidad, de alegría, de tristeza, de locura, de enfermedad, de pasión de la propia Anna Karenina interpretada por Keira Knigthley se ven pero no se sienten quizás sea porque toda la película en sí salvo pequeños detalles es muy floja o tal vez porque igualmente el resto de las interpretaciones dejen bastante que desear.

Sí, ya sé que ustedes me dirán pero si esta película tenía cuatro nominaciones a los Oscar por tanto, no debe ser tan mala. Viéndolo así, tal vez tengan razón pero observen que éstas fueron premios de menor calibre: Mejor fotografía, mejor banda sonora, mejor dirección artística y mejor vestuario (qué ganó) cosa normal por otra parte ya que éste con una buena partitura musical es de lo poco que se salva.

Pero se darán cuenta que esta película no fue nominada en una categoría que tal vez si se hubiese planteado la historia de otro modo a lo mejor hubiese triunfado estoy hablando del guión adaptado pero éste ha fallado al igual que todo el conjunto en sí pues no hay cosa peor que querer “emocionarte” con un personaje o varios personajes y estar deseando que desaparezcan, simplemente porque en realidad esta película artísticamente hablando funciona sin ton ni son.
DAVID FARIÑA
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4 de febrero de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva unión cinematográfica de Keira Knighley y el director Jow Wright es la menos acertada de las tres ("Orgullo y Prejuicio" y "Expiación" son las otras dos"), pero toda una poesía visual gracias a su extraordinaria fotografía, su cuidado vestuario y su lujosa dirección artística.

Por desgracia, la novela de Tolstoi se pierde un poco por el camino, dejando más sitio al romanticismo y la teatralidad que a la propia historia original, mejor reflejada por la versión de 1935. Se entra en la acción de golpe, casi por accidente, y nunca queda muy claro qué se está contando o qué se pretende. Los propios actores tampoco ayudan demasiado a esto, pese a su común habilidad; deben de estar despistados por la grandeza visual.

Y es que, pese a todo, pese a fallar guión, dirección y reparto (claves de un buen film), el film sobresale entre la multitud por su cuidado técnico. La música es envolvente, el vestuario fabuloso, la dirección artística asombrosa... y la fotografía lo muestra todo con enorme belleza.

Todo lo que no refleja el guión, lo hace la imagen, a menudo rota en espejos donde los personajes se ven reflejados. Lo que son y lo que desean ser. Sus máximas aspiraciones y sus mayores temores. La hipocresía de la sociedad, la necesidad de ser feliz, de luchar por la propia felicidad sin importar nada más... Pero, ¿hasta qué punto podemos evitar que importe?

Más cine en: http://laestaciondelfotogramaperdido.blogspot.com.es/
Juan Roures
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28 de marzo de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo pensando que Kiera Knightley se siente perseguida por el fantasma de “Piratas del Caribe”, una especie de manía obsesiva que hace que se sienta sucia, impregnada de microorganismos de cine comercial y que piensa que tiene que hacer penitencia participando en películas tostones, de las que llenan salas sólo con público de más de 50 años. No es de extrañar, por tanto, que Joe Wright; el frío, anodino y pelmazo Joe Wright; el funcionario-director Joe Wright, la haya elegido como su musa y, siempre que puede la meta de protagonista. Allá ellos, si se lo pasan bien y se ganan bien la vida así, pues estupendo… pero a mí no me vuelven a engañar.

Para quien no haya visto aún esta “Anna Karenina”, cuidado, ojito, alerta, hay que avisarle de que no se trata de una adaptación al uso de la inmortal obra de Tolstoi, sino una revisión vanguardista e incluso experimental en la que se nos invita a ser espectadores de una obra teatral con mucho concepto: las localizaciones son conceptuales, los palacios son conceptuales, los cuchitriles son conceptuales… invitando (a quien se deje) a rellenar los huecos con su imaginación o su voluntad. La apuesta es atrevida y arriesgada y hay que entenderla como un intento de evitar hacer lo mismo de siempre con más presupuesto, mejores vestuarios y caras más conocidas (admirable) pero se queda en eso, en apuesta. Todo el vanguardismo no es más que una excusa para contar una vez más lo mismo de siempre y dejar que Knightley y Jude Lae intenten lucirse sin nada que les haga sombra. Wright no quiere contarnos una historia (de hecho parece no ser consciente de que lo que tiene entre manos es un Clásico y no una fotonovela de Corín Tellado) solo que veamos su talento para teatralizar en cine una obra literaria.

Así que para mejorar (juas) la novela, Wright nos mete en una estética “Moulin Rouge”, irreal, donde no parece existir un dónde o un cuándo, todo luz y color combinada con “Dogville”, donde muchos elementos tienen que ser imaginados por el espectador. Pero si en aquellas, sus arriesgadas puestas en escena eran un medio para potenciar las historias, en “Anna Karenina” la estética es un fin en sí misma y lo único que parece dar sentido a la película, toda vez que el montaje es pastillero total: corta, pega, una mirada fugaz, luz, una carcajada, un payaso toca el trombón, un baile, un grito de oscura pasión, la muerte me llama, el vapor de un tren, el aire en los abedules, corto, una lágrima… O sea, un flipe rococó, un colocón barroco que aburre al cabo de tres escenas, cuando te das cuenta de que has pagado nueve pavos para ver una mezcla de anuncios raros de perfume.

Wright juega a que los protagonistas de la película sean el amplísimo repertorio de mohínes y lágrimas de Kiera, lo feo que es Jude Law de calvo y lo genial que es su mano al coreografiar y trasladar a metáfora tantas localizaciones en tan poco espacio físico… pero le sale mal: la película es una completa farsa, absolutamente hueca en el fondo en cuanto penetramos en la capa de fuegos artificiales. Dos momentos son determinantes para desenmascarar al criminal y no dejarnos engañar: la carrera de caballos simbólica (menos mal que no hizo con un tiovivo, porque habría sido el descojone padre) y el ‘apalabrados’ que se marcan entre Kitty y Slevin para decirse que se aman, que es lo más hortera y ridículo que se ha visto en mucho tiempo; la cara de estreñimiento del pelirrojo mientras la chica coloca letras esconce un profundo sentimiento de vergüenza por participar en esta patochada. Yo personalmente me descojonaba imaginándome en su lugar y juntando las letras para escribir “¿Pero qué me estás narrando, muchacha?”.

Sigo sin creerme que le haya puesto un dos a esta película, pero se lo merece. Por pedantes, por listos, por querer quedar por encima del libro, porque no todo vale para llamar la atención, porque hacer cine aburrido no significa que seas mejor actor, actriz o director. Y si a alguien le sienta mal, que se piense que no es un dos-dos, es un concepto de dos, un dos simbólico.
OsitoF
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26 de agosto de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Wright vuelve a hacerlo. Pretende dejar al espectador patidifuso con su esplendor visual, pero le suelta un latazo desapasionado y desalmado, carente de valor narrativo, con el que es casi imposible no echarse a dormir.
No negaré que la peli, con su vestuario, sus escenarios y sus bailarines bailes, resulta vistosa; pero es que no hay quien la aguante, por lo teatral, por lo rimbombante, por lo tedioso, por lo abundante, en fin, un exceso abrumador, fallido e insufrible.

Joe Wright sería un escaparatista prodigioso, pero como cineasta no es más que un pelmazo presumido, de la peor calaña. Todo se le va en adornos.
VALDEMAR
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19 de marzo de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Wright apuesta por una lisérgica adaptación teatral de Anna Karenina. Su objetivo es alucinar al espectador y desde el primer instante, con desmedido atrevimiento, lo somete a una exuberante cascada visual fruto de una lujosa producción artística. Antes de llegar a la media hora de metraje, el público está exhausto y la película agotada. Incapaz de mantener el ritmo, y una vez diluido el efecto sorpresa del arranque, todo queda en manos de unos personajes perdidos (o engullidos) en una sucesión sin fin de decorados. Los diálogos, a base de frases lapidarias y sentenciosas, terminan con las pocas posibilidades de profundizar en ellos. Esta prevalencia de la estética del cartón-piedra sobre los actores convierte la historia en algo intrascendente y desapasionado, pasando la película a ser puro paisaje de museo; se agradecen, pues, los numerosos momentos de congelación y ralentización de la acción, que permiten explayar la mirada con la comodidad que la propuesta requiere. En definitiva: la superioridad del pictograma sobre el fotograma.

Tolstoi forma parte de un grupo de grandes novelistas decimonónicos –Dickens, Balzac, Dostoievski, entre otros-. Forenses de la condición humana, nos dejaron personajes inmortales; perspicaces cronistas, retrataron la sociedad de su época. Traicionadas esas metas en aras de la belleza superficial, se nos ofrece a cambio unos personajes distantes y lánguidos, fácilmente olvidables -excepción hecha de Karenin sobriamente interpretado por Jude Law-. Mención aparte merece el desconcertante tratamiento patológico dado a la protagonista principal, una Anna Karenina más cerca de la neurosis que victima de la pasión y de la rígida moral imperante. La cuestión social, tan importante en la novela del siglo XIX, ni siquiera se esboza: ¿Quién diría, al finalizar la película, que todo sucede al borde del abismo de la historia y que estaba en ciernes el estallido revolucionario?
The Quiet Man
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