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Perdición

Cine negro. Intriga. Thriller En la ciudad de Los Angeles un agente de una compañía de seguros (Fred MacMurray) y una cliente (Bárbara Stanwyck) traman asesinar al marido de esta última para así cobrar un cuantioso y falso seguro de accidentes. Todo se complica cuando entra en acción Barton Keyes (Edward G. Robinson), investigador de la empresa de seguros. (FILMAFFINITY)
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Críticas 181
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2008
35 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Billy Wilder, gran maestro que supo retratar como nadie los entresijos de la infidelidad y del adulterio motivados por la infelicidad conyugal, se introdujo de lleno en este thriller de cine negro que reúne todos los elementos imprescindibles para ser uno de los grandes exponentes de dicho género.
No ofrece nada que se pueda tachar de original ni de innovador. Personajes arquetípicos, situaciones de las que ya hemos visto repetidas veces, una trama que no se desvía de su desarrollo inexorable hacia el desenlace intuido... Pero lo que la convierte en brillante tal vez sea el carisma de los protagonistas, el guión minuciosamente elaborado, ese aire a gran clásico que se respira en este thriller que recoge una hora y media de inmortalidad.
El argumento puede sonar a típico, y lo es: agente de seguros varonil, seguro de sí mismo y con lengua ágil (ejemplo del tradicional galán machote, duro y exitoso con las mujeres) cae en las redes de una mujer turbadora (típica femme fatale rodeada de un halo sensual y peligroso, calculadora y todo menos florecilla indefensa). Alrededor de ellos, giran otros arquetipos, como el investigador y sabueso de la agencia de seguros, encarnado por un portentoso Edward G. Robinson. Sus audaces y acertadas intuiciones y deducciones son dignas de seguir, convirtiéndolo en uno de los personajes más interesantes. También tenemos el clásico marido adinerado y rudo, que mantiene con su esposa una relación tensa y déspota. La joven hija del primer matrimonio del marido, que supone un obstáculo...
Ingredientes tradicionales reunidos con gran elegancia, con magnífica viveza y agudeza en los diálogos; la atmósfera de pasión prohibida, de disimulo, de transgresión de los límites de la moralidad, de desobediencia ciega a los dictados de la conciencia, de funesto presagio...
Película que, en el fondo, trata de algo tan universal como las locuras que se pueden llegar a cometer por pasión amorosa. Del instante en que la vida entera da un vuelco absoluto, pasando del equilibrio y la estabilidad a la zozobra y la sensación de que el suelo se vuelve movedizo bajo los pies. Y, si dicha pasión arrolladora va acompañada de ambición y avaricia, entonces razón de más para que muchos pierdan la cabeza por completo.
Este drama nos habla sobre el momento en el que caemos para perdernos sin remedio en el laberinto de las tentaciones más fuertes (las del amor, del deseo y de la codicia), momento en el que arrojamos por la borda las precauciones y apostamos todo a una carta. Y hay tantas probabilidades de que la jugada salga bien, como de que salga mal.
Y, mientras descendemos conscientemente, pero inevitablemente, al dulce infierno que va cavando una tumba a nuestro alrededor, y en el fondo sabemos que allá abajo, al final de la caída, sólo nos espera un duro golpe... Pese a todo, nos arrojamos al vacío porque preferimos la seducción del abismo a la seguridad de caminar sobre tierra firme y llana.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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6 de enero de 2007
61 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tendré que ser la voz disonante en esta avalancha de críticas entusiastas, porque a mí la verdad es que esta película no me ha transmitido gran cosa.

Se nota que es la obra de un guionista, porque lo que es el entramado del crimen está reflejado de una manera sólida, a prueba de bombas, todos los cabos están muy bien atados, sin fallo alguno. Ahora bien, exceptuando a Edward G. Robinson, que está excelente y lo mejor de la película, las interpretaciones no me parecieron gran cosa, especialmente las de su dúo protagonista Fred McMurray y Barbara Stanwyck (siendo frívolo, incluso diré que me pareció poco agraciada). No me parecieron creíbles de lo artificial que resultan, no pude asimilar su historia de amor, que sucede de manera tan repentina. Y la renombrada sordidez no me parece tal. Seguro que soy yo, que juzgo con ojos contemporáneos la historia, pero la verdad es que es que en ningún momento llegué a sentir esa sensación de "qué jodido que es todo esto", todo me pareció bastante higiénico. Y no hace falta recurrir a Ciudad de Dios para encontrar esta sensación, otra obra cumbre del cine negro, La Jungla de Asfalto, si que consiguió hacerme notar ese sentimiento tan clave en el noir, ahí si que noté turbiedad por un tubo. Para colmo la banda sonora me chirrió en exceso de lo oxidada que está, tampoco ayuda a crear esa terrible atmósfera que se supone nos ha de oprimir. Globalmente he de decir que para mí se trata de un film bastante caduco y muy inflado.

En fin, que yo, como hijo de mi tiempo, sigo sin conectar plenamente con el cine de Billy Wilder. Me gustó moderadamente El Apartamento y El Crepúsculo de los Dioses, pero el resto me suele dejar bastante tibio y no consigo notar su grandeza, como es este caso.
Jean Ra
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3 de septiembre de 2009
33 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocurre infinidad de veces que a los 5 minutos de una película dèjá vu, va uno y recuerda el final. Es una auténtica putada. Pero no es excusa para dejar de maldecir a Trueba una y mil veces: a poco que te dejes llevar por su horrible diccionario de "mi cine" (el suyo), encontrarás spoileada la película entera. Ya sabéis... con eso de que Wilder es Dios, va el tío y te la despotrica de cabo a rabo. Aprovecho para desaconsejar, con enjundia, el mayor libro de cotilleos recientes sobre la historia de cine que se ha publicado en España: "Mi diccionario de cine" de Fernando Trueba. Eso sí, en su afirmación de que Wilder es un Dios al celuloide, no me atrevo a rechistar, al menos por lo que a esta película se refiere.

Madre mía...

Peliculón donde los haya. ¿Cine negro? No lo sé. "Perdición" está muy por encima de cualquier género. Es cierto que a la vez que se enfría la relación entre la pareja protagonista, la película se enturbia cada vez más, con la magnífica narración en off de MacMurray, (nadie como él aguanta esos primerísimos planos), la inquietante intervención de Barbara Stanwyck, atractivamente enigmática y más si cabe del grandísimo Edward G. Robinson, siempre al acecho.

Y para derroche de magistralidad: luces y sombras, un juego de contraluces y claroscuros cargados de tensión, con el sudor de MacMurray a cada minuto más insufribles.

Cuando crées que la historia está servida en bandeja y que ya no puede dar más de sí, Wilder sigue repartiendo estopa y alimentando un guión magnífico, sobrado. La trama se complica hasta el no va más pero sin florituras, sufriendo con cada pronunciación sin aliento de la narración genial de la que se hace cargo el protagonista. Y el más difícil todavía, con coherencia.

"Perdición" provoca ansiedad. Y angustia, metiéndose en el pellejo de MacMurray. Con la que se le viene encima...

Edward G. Robinson remacha un trío de actores tremendos, debatiéndose entre dudas como un malabarista tirando al aire pelotas, hipótesis, conjeturas que nos rondarán durante la película entera, hasta el final. Y sin tregua.

Magistral Wilder, por enésima vez. Viva la madre que lo parió.
Valkiria
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11 de marzo de 2010
65 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya está bien de obras sobrevaloradas porque carguen con apellidos ilustres como Ford, Wilder o Lang, o hayan sido dirigidas en los años 40 ó 50.

Esta película, dentro del estricto género noir podrá catalogarse como obra maestra, pero dentro de la creación cinematográfica humana (que no sólo incluye el Hollywood de los 30 a los 50), se trata de una película vulgar, como la mayoría de su especie.

-El argumento y su desarrollo es inverosímil; es puramente novelesco (válido para un texto escrito e impreso por Chandler), pero sin lógica en el mundo real.

-Los sentimientos y afecciones aparecen como inmotivados, en todo caso no suficientemente desarrollados, lo que ofrece planitud y estupidez a gran parte de los personajes.

-La selección de cásting es entre correcta y floja; la pareja protagonista, sin comentarios. Un extraordinario agente comercial con cara de panoli y una abominación de femme fatale (no había actrices guapas en Hollywood enlos 40?). Mr. Robinson, eso sí, excepcional.
Las interpretaciones de la mayoría del reparto, superan en hieratismo a las esculturas del románico.

-Me pone de los nervios (y sé que es una convención del género) que durante todo el metraje no haya ni un solo segundo de silencio, ya sea debido a la pésima banda sonora o al martilleo de los diálogos a 200 por hora.

-Otra convención del género que me irrita: el hecho de que hablen muchísimo más rápido de lo habitual y con tal chispa y mordacidad que convierte todos los diálogos en antinaturales e incluso causen sonrojo. Quizás Wilder, como citaba alguno en una crítica, pretendiera que el espectador no fuera consciente de los movimientos de cámara, pero lo que ningún espectador honrado pueda negar es que, como en la mayoría de films negros, se es plenamente consciente de que los actores están recitando de memoria un texto, y cuanto más rápida y atropelladamente mejor. Y en el cine no hay nada peor que eso; es como ir al teatro y ver a los actores interpretando con el guión en la mano.

-Los aspectos técnicos del film (irreprochables, aunque tampoco implican un riesgo o una transgresión excepcional) son los que elevan mi puntuación al 6.

-En resumen, show puro y duro, entertainment y poco más; ritmo frenético y atropellado, historia anecdótica e indiferente, inverosímil en todo caso, interpretaciones flojas salvo una, banda sonora floja, maestría técnica...una película buena y canónica dentro de su género, pero regular dentro de la historia del cine.
Si esta cinta está cerca del 9, algunas obras de Tarkovsky, Bergman o Renoir deberían andar sobre el 13 ó 14.
Ficciones
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14 de mayo de 2007
43 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno empieza a ver "Perdición", es imposible que no se sienta inmerso en la historia que Wilder está retratando, pues desde esa ambientación tan turbia lograda con exquisitez, mediante un buen uso de la iluminación y la inclusión de una banda sonora muy adecuada, o esa narración en off que procede a desgranar la historia desde la perspectiva del protagonista, Walter Neff, contribuyen en gran parte a que el espectador se sienta uno más.
Además, el punto de partida, aun y a estas alturas, resulta tan vibrante como en otras grandes obras del género: Por esa relación que se establece bien pronto entre los dos protagonistas, por esos endiablados diálogos conformados soberbiamente para el deleite del espectador y por ese planteamiento que busca un poco de atención y la obtiene en seguida gracias a sus variadas virtudes, que no son pocas.

Sin embargo, la película peca de ser demasiado obvia. Y ojo, que cuando digo obvia no me estoy refiriendo a que pueda resultar previsible o tópica (sería una estupidez hablar de esos parámetros cuando estamos ante una obra de los años 40, una de las precursoras del género). Cuando digo obvia, me estoy refiriendo al direccionamiento que le da el cineasta a su film, pues tras ese direccionamiento, las intenciones de cada uno de los protagonistas y el como irán avanzando junto a la cinta resultan demasiado evidentes. En primer lugar, porque el trazo al que somete Wilder a sus personajes es demasiado esclarecedor, haciendo que en seguida sea visible el cauce que tomarán sus decisiones y cuales serán los aciertos y los errores de estos, cosa que evidencia un transcurso, si bien notablemente urdido y armado, no tan satisfactorio en otras vertientes. Y en segundo lugar, puesto que las explicaciones que se ofrecen entorno al caso principal, también resultan claras en exceso, haciendo que uno tenga la certeza de como terminará transcurriendo todo.

De todos modos, ese pequeño escape no es más que futileza si la comparamos con la envergadura de la obra, sobre como posee ese extraño magnetismo y como ese halo de turbación se apodera de la pantalla constantemente, cada vez que una de las reflexiones del protagonista se dilucida gracias a la voz en off antes mencionada.
De las que hay que ver. Sobre todo si eres uno de esos amantes del cine negro de siempre.
Grandine
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