Haz click aquí para copiar la URL

El Gran Hotel Budapest

Comedia. Aventuras Gustave H. (Ralph Fiennes), un legendario conserje de un famoso hotel europeo de entreguerras, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. La historia trata sobre el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable y sobre la batalla que enfrenta a los miembros de una familia por una inmensa fortuna. Como telón de fondo, los levantamientos que ... [+]
<< 1 20 28 29 30 57 >>
Críticas 283
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La paleta de colores, con la que Wes Anderson nos deleita en su obra, hace que el espectador se sienta como un observador delante de un valioso y gran cuadro donde las figuras cobran vida. El magnífico, variado y numeroso reparto, elegido con acierto, consigue dar un ritmo a la trama inigualable, llena de cambios de ritmo, intrigas, comedias absurdas, romances empalagosos, todo muy bien barajado y controlado. Solo un director como este y el elenco de actores podrían hacerlo posible.
Considero un gran acierto que el peso del argumento caiga en estos dos actores, Ralph Fiennes y Tony Revolori, tienen una química muy interesante en la pantalla. Además me parece muy positiva las intervenciones del resto del reparto, como Jude Lay o Adrien Brody (Donde demuestra otro perfil interpretativo muy interesante) no tengan una intervención tan extensa en el film, pero las pequeñas apariciones, de tan buen grupo de actores, hace que el film no decaiga.

Para mi, la parte negativa del film sería: Esperar un film serio y estandarizado , y el momento de tobogán para 3D en la nieve, quizás demasiado largo o efectista.
pandora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visualmente Wes Anderson te atrapa y mantiene al espectador asombrado y entretenido con un sinfín de detalles, ambientes y paisajes que te transportan a un mundo que él maneja y por donde te sentirás bien. No es lo que cuenta, sino cómo lo cuenta: saltos en el tiempo, abundantes personajes particulares y excéntricos, sorpresas, toques de humor incluso de cine negro y como siempre, un mensaje importante que viene desde el corazón.

¿Cómo conseguirá que todo parezca cuidado al detalle y a la vez la película tenga un aire libre y desenfadado?


Incondicional de este director y de sus colores...
MatriosKa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos a la fría y encantadora Europa del Este de los años 30, región al borde de una guerra que marcará la historia, pero aún inconsciente de cómo se acerca a ella. El viejo continente guarda una personalidad propia, una clase sin igual y una halo de extravagancia de ensueño. Bienvenidos al Gran Hotel Budapest, donde los problemas se olvidan y la realidad se distorsiona para dar paso a la genialidad de la invención del mundo de Morfeo.

Estamos en la TERCERA PLANTA de este maravilloso lugar de encuentro y deseo. Nos acompaña una joven portadora de una novela de pasta rosa que parece cargada con la mayor nostalgia que podía haberse escrito jamás. Cuando esa pasta se abre, se nos abren las puertas de un ascensor que nos hará descubrir el resto de niveles de este hotel. Adivinad quién es el ascensorista. De acuerdo, ya lo sabíais. Puede que simplemente estuvieras en este sueño por tener a Wes Anderson a las órdenes del viaje hacia el subsuelo de una historia contada de una manera inimitable. Él nos llevará a descubrir los secretos de cada una de las plantas de su gran hotel, construido con los mismo cimientos que el resto de su filmografía; nostalgia, comedia, drama, ilusión, pasión, inocencia, vivacidad y frescura. Todo adornado con maquetas, con su inmovilidad clásica de cámara, planos cenitales o centrados, detalles maravillosos y un casting de lujo capaz de cumplir en todas y cada una de las escenas -gracias a una dirección sublime-, aportando un valor incalculable en ese sentido a esta película.

Cuando acompañamos a la joven muchacha en su viaje hacia a la SEGUNDA PLANTA, nos encontramos con un escritor en la recta final de su vida, maravillado por la pasión que ésta le ha aportado siempre y las oportunidades que le llevaron a escribir su obra. Se muestra ahora dispuesto a servirnos, dispuesto a acompañarnos hacia el momento en el que la inspiración llamó a sus puertas. Así es cómo le pedimos, por favor, al señor Anderson que haya descender de nuevo el ascensor, llegando a la PRIMERA PLANTA, donde nos espera un rejuvenecido escritor (maravilloso Jude Law) para presentarnos al dueño del hotel y que todos podamos viajar con él hacia el nivel final, la auténtica motivación y pasión de esta historia. Empieza así un cuento de enredos, asesinatos y amores, desarrollado en la misma base de este peculiar lugar, donde trabajan todos aquellos que lo mantiene en marcha. Siempre están ahí. Nunca se les ve. Pero son los protagonistas de mil y una historias. Y ésta es sólo una de ellas.

Gustave H. y Zero Moustafa -Ralph Fiennes y Tony Revolori- son los encargados de mostrarnos todos los entresijos que esconde la PLANTA BAJA de este hotel. Ajenos a las repercusiones futuras de sus actos, ajenos incluso a los 16:9 que son olvidados en la Tercera Planta. Esos entresijos que la chica joven del principio está dispuesta a descubrir cuando monta en el ascensor tres generaciones más arriba. Comienza así la que probablemente sea la idea más explosiva, subversiva y sorprendente de Anderson. En ella no falta de nada, pero tampoco sobra. Es una maravilla en todos los aspectos. Divierte, logra convertir una historia enrevesada en su obra más divertida, dando una vuelta de tuerca a todas sus propuestas anteriores aunque aún mantenga la esencia de la cálida sonrisa que siempre mantenemos cuando vemos uno de sus films. Como un juego de los detectives, nos hace participar desde cada uno de los niveles narrativos de esta historia y volver a la infancia para adentrarnos en la aventura, mientras una inigualable composición de caras conocidas pasa ante nosotros. Bill Murray, Edward Norton, Adrien Brody, Owen Wilson, Harvey Keitel, Léa Seydoux, Tilda Swinton o Jeff Goldblum pueden dar fe de que nadie acaparará el protagonismo, todos son igual te importantes a la hora de crear escenas con la belleza de un cuadro y la soltura del cine en sí mismo.

Ahora sólo nos queda volver, y ¡qué sensanción la de ascender de nuevo hasta la planta más alta!. Tras este viaje hacia la esencia misma del hotel, no percatamos de que, sin duda, Wes Anderson ha construido el mejor alojamiento que podía ofrecernos cargando cada recuerdo con más amor y melancolía que la anterior. Hace poco escuché una definición perfecta para el cine de este ilustre caballero de la mano del programa 'Días de Cine', en el que nombraban este nuevo estilo como la "melancomedia". No se me ocurre mejor resumen. Damas y caballeros, estamos ante una película encantadora y memorable, una exposición de las mejores galas del recuerdo de años dorados que acabaron manchados por la propia humanidad. Capaz de hacer que nos sintamos vivos con un cine tan natural e ilusorio, pero también capaz de mostrarnos la cara menos amable de las personas. El veredicto final tiene una premisa bastante sencilla: no os perdáis esta delicada joya.

CarlosDL - https://odiseaenelcine.blogspot.com/
CarlosDL
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La semana pasada me colé en el pase de prensa de El Gran Hotel Budapest. Digo me colé porque, a pesar de estar invitado, no estaba técnicamente acreditado. Una serie de malentendidos en la cadena de mando de La Chatarrería Magazine hicieron que mi nombre no estuviera en la lista adecuada en el momento adecuado. Afortunadamente, la muchacha que revisaba dicha lista no era inmune al hoyuelo que le sale al Cupletero en la mejilla izquierda cuando sonríe, y tras un breve y cortés forcejeo acabó apuntando mi nombre a boli y regalándome un “anda, pasa”. Afortunadamente, porque lo que allí vi bien merecía aquel regateo.
Entre los buenos cineastas seguramente se pueden distinguir los “ejecutores” y los “creadores”. A la primera categoría pertenecen aquellos que resuelven con eficacia, oficio y arte cualquier encargo, independientemente de su grado de implicación en la producción. El mayor y mejor ejemplo de éstos, para mi, es Stephen Frears. ¿Qué tienen en común Mi Hermosa Lavandería, Las Amistades Peligrosas, Café Irlandés, Alta Fidelidad y The Queen? Pues seguramente que todas están fantásticamente bien dirigidas y poco más.
A la segunda categoría, los que yo he llamado “creadores”, pertenecen todos aquellos que, sin importar la historia que cuenten, ésta se impregna del universo personal del director/escritor de tal modo que son perfectamente identificables como hijos de sus padres. Woody Allen, Tim Burton, Fellini, Berlanga, Godard, Almodóvar… algunos crean escuela y otros son genios solitarios, pero está claro que son creadores de mundos particulares con señas de identidad que se repiten y reconocen sin esfuerzo. Sin duda pertenece también a este grupo Wes Anderson.
El Gran Hotel Budapest tiene todos los elementos andersonianos. Una dirección de arte, un vestuario y una puesta en escena en general minuciosa y preciosista, que es un festín para estetas. Un sentido del humor inteligente, irónico y sutil. Unos personajes que rozan lo caricaturesco defendidos por una auténtica colección de caras conocidas. Una atmósfera abstracta, ultra limpia, casi onírica que lo envuelve todo… en fin, todo lo que tiene “una peli de Wes Anderson” y que hará las delicias de sus defensores más incondicionales.
Sin embargo, Anderson es mejor en esta ocasión, ya que en El Gran Hotel Budapest se apoya en un argumento más sólido de lo habitual, alejándose de esas tramas desestructuradas que hacen algo difícil de seguir otras de sus películas. En este caso existe una firme trama de aventuras sobre la que se apoya todo lo demás, y se agradece. Por ello creo que esta es una buena ocasión para que se acerquen a Anderson todos aquellos interesados por su universo pero que en otras ocasiones, se sintieron un poco aturdidos o despistados. Y vaya por delante que yo me apunto entre éstos.
Anderson, desde luego, ama el cine que hace. Lo mima, lo cuida y sobre todo se divierte escribiéndolo y dirigiéndolo; eso el espectador lo percibe y se disfruta. Es un director juguetón, que se permite hasta el lujo de recrearse en una indeterminación geográfica e histórica que tiñe todo de un tono de cuento de hadas que resulta delicioso.
Añádase a todo lo dicho una música preciosa, unos golpes desternillantes y unas interpretaciones excelentes con un Ralh Fiennes estratosférico y ya sabéis el resultado: Cupletero plenamente satisfecho.
Cupletero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para disfrutar con una película de Wes Anderson ("Fantástico Sr. Fox", "Moonrise Kingdom"), hay que sentarse en la butaca con la ingenuidad de un niño y estar dispuesto a verla que como si de un cuento se tratara. No hay un ápice del realismo convencional en sus situaciones ni en sus personajes, ni tampoco una búsqueda de emociones fáciles ni de clímax dramáticos sostenidos. En su mundo, todo sucede a una velocidad de vértigo y sin tiempo para la contemplación, y sin embargo sus imágenes van dejando un remanso de dulzura y poesía... y también de tristeza y melancolía. Ahora, en "El Gran Hotel Budapest" se repite esa mirada naïf hacia un tiempo pasado cargado de idealismo, y el espectador emprende un nostálgico viaje a una ruina de continente impregnado de un encanto decadente y con evidentes trazas manieristas. Es el mundo de Wes Anderson, tan atemporal como indefinido, tan narcisista como personal.

En un país ficticio de la Europa Oriental de entreguerras, un escritor y huésped de un hotel venido a menos se interesa por los orígenes del negocio y por la manera en que Zero Moustafa se convirtió en su dueño. Será la historia de M. Gustave y del robo de un cuadro renacentista de gran valor, del crimen cometido por una herencia y de su correspondiente investigación, del romántico idilio de dos jóvenes idealistas, y del recuerdo de una época en que la lealtad y la amistad se pagaban a precio de oro. Wes Anderson cede la voz a Mustafa para que rememore aquellos maravillosos años y nos presente a hombres mezquinos y asesinos a sueldo, a empleados y funcionarios de pocas luces... y a toda una galería de individuos que contribuyeron a trenzar el destino del Gran Hotel Budapest, y que le dieron una solera suficiente como para mantenerlo en pie hasta el día de hoy.

La estructura narrativa de muñecas rusas y el sinfín de personajes que atraviesan la historia pueden hacer que sus peripecias se hagan demasiado alambicadas y pesadas, y eso a pesar del buen ritmo con el que discurren. Son individuos estrafalarios y alocados que van a ninguna parte, huyendo de la justicia o del matón de turno, o quizá en busca de un preciado tesoro o de una cuestionada identidad. Pero, en realidad, para el director son los habitantes de una sociedad de entreguerras que se haya desorientada y que lucha contra un enemigo imaginario que solo su sinrazón o el afán de poder ha fabricado. En ese punto, Wes Anderson se sirve de personajes caricaturescos y de universos de fantasía para hablarnos de una lamentable realidad que se ha impuesto en la cultura europea: esos rostros de gestualidad marcada y comportamiento frenético, esos escenarios levantados a modo de grandes maquetas, esos efectos manieristas y fatuos... no son sino reflejo de una sociedad que ha perdido su sentido y sus raíces, de una realidad adulterada y hueca en su carrera materialista.

Son máscaras sin alma, escenarios de cartón-piedra, niños revoltosos y adultos irresponsables que juegan con los valores más sagrados. Todo en esa puesta en escena guiñolesca de decorados abstractos, en esa representación de colores planos y tono pastel, en el empleo de esos grandes angulares y rápidos zooms, en ese montaje y movimientos de cámara trepidantes, obedece a una voluntad a la vez poética y crítica (la sombra del nazismo es alargada)... y también a una personalidad y estética tan singular como es la de Wes Anderson. El amplio reparto con lo más granado del panorama cinematográfico, con Ralph Fiennes al frente, cumple su misión y pone su granito de arena en esta vieja ruina levantada con tanto encanto y con tanto cuidado por los detalles. La película es sugerente, sutil y profunda en su mirada a una Europa que se desvaneció, pero no está destinada al gran público pues su disfrute exige haber entrado en el universo imaginario y sofisticado de su director, con todo su espíritu surrealista y grotesco, con toda su excentricidad y sentido paródico.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 20 28 29 30 57 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow