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Intriga. Romance. Thriller. Drama Virgil Oldman (Geoffrey Rush), un hombre solitario y excéntrico, es un experto en arte y un agente de subastas muy apreciado. Su vida transcurre al margen de cualquier sentimiento o emoción hasta que conoce a una hermosa y misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que le encarga tasar y vender las obras de arte heredadas de sus padres. Esta joven, que sufre una extraña enfermedad psicológica que la mantiene aislada del mundo, transformará para ... [+]
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Críticas 161
Críticas ordenadas por utilidad
10 de octubre de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un experto en arte, coleccionista obsesivo de retratos de mujer y agente de subastas. Maniático, refinado y asocial, vive al margen de cualquier pasión amorosa. Su ordenada vida se ve perturbada tras la llamada de una joven heredera que quiere liquidar el patrimonio legado por sus padres. La intriga que despertará esta mujer, unido con misteriosas piezas que encontrará en el palacio donde habita irán tejiendo una trama de amor y suspense.

En realidad, hay varias películas en una. Pensándolo mejor, quizás es la intención porque, como se verá a continuación, una de las claves es el robot que se va a ir construyendo.
Pero vayamos por partes. La primera historia es que nos muestra a este experto en arte, Virgil Oldman (Geoffrey Rush, El discurso del Rey, 2010), un ser asocial, que se protege las manos con exquisitos guantes. Organiza subastas y –de paso– se queda con algunas obras que vende a un precio menor de su valor real, para su colección personal.

Esta vida milimetrada se verá resquebrajada por la aparición (bueno, aunque, justamente, no aparece) de Claire (Sylvia Hoeks ),una joven heredera que quiere vender toda la colección de la familia. Intrigado e irritado por esta mujer, Virgil Oldman se adentra en terreno pantanoso y querrá descubrir la verdadera identidad de Claire. Acaba enamorándose y su vida elegante y gris acaba. Todo esto es la segunda historia, un poco ñoña, a ratos, la verdad.

La tercera historia es la del autómata. Sí, hay que fijarse en ese objeto insignificante que Oldman encuentra en el suelo: unas ruedas dentadas, que parecen pertenecer a un engranaje más amplio. Oldman lo lleva a su amigo (Jim Sturgess), un fanático de los cachivaches, capaz de reparar cualquier artilugio en su taller. Poco a poco Oldman le irá proporcionando más piezas parecidas –todas ellas encontradas en la casa de Claire–. A medida que el joven técnico va reconstruyendo el mecano, la trama se va tejiendo. Pronto descubren que las piezas pertenecen al autómata de Vaucanson, creado por este ingeniero francés del siglo XVII, que –milagrosamente– era capaz de contestar a cualquier pregunta que le formulara el público presente (en realidad, era porque dentro se escondía un enano).

A la vez, durante esas sesiones en el taller, Oldman va desgranando su desdichada historia: se siente atraído por esta heredera que habita la casa, pero que jamás se muestra. El joven, poco a poco, se muestra intrigado también.
El autómata está terminado; Oldman consigue su objetivo. La vida del viejo subastador da un vuelco y quiere emprender una nueva vida. Con variaciones, una frase se repite en distintos momentos, como una especie de leitmotiv: “En toda falsificación siempre se encuentra algo auténtico” ¿Quién miente? ¿Quién engaña? ¿Quién se ha dejado engañar? ¿Es realmente la chica de fiar? ¿Y el amigo?

En realidad, el meollo de la cuestión está ahí; este aspecto parece mucho más interesante que la parte 1 y –sobre todo– la parte 2, una historia de amor que pasa de lo anormal a lo más convencional. En cambio, la parte 3, que sustenta en cierto modo las otras dos, pero que podría ser LA película en sí, dejando el resto como telón de fondo o, por lo menos, como algo más secundario (esto quizás reduciría la película, que dura dos horas).
Ambientación muy lograda. Personajes bien construidos, el del joven mecánico, el de Oldman (esencialmente, son ellos dos).

Es curioso la cantidad de localizaciones que aparecen al final de la película, cuando en realidad aparecen pocos escenarios: el despacho y casa de él, sala de subastas y palacio de ella. Sin embargo, en los títulos de crédito se hace mención a múltiples lugares de filmación (Viena, Praga, Roma, Milán, etc.).

Música de Ennio Morricone; se reconoce sobre todo al principio, en los primeros acordes de la primera melodía que se escucha.
Francesca
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20 de octubre de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor oferta, es en realidad el precio justo que se podría pagar por ella. Ni más ni menos.
Me explico: tiene algo muy bueno, importantísimo, que es mantener el nivel de atención del espectador más o menos hasta los primeros 2/3 de la película.

Y algo tan malo como ver venir el final a partir en el último tercio de la película. Lo peor es que el director ta va ofreciendo 'pistas' de cómo puede ser el final y tu te repites a ti mismo 'no, no puede ser, no puede acabar así' pero efectivamente, acaba así. Un chasco. Un chasco, porque aún manteniendo un notable nivel de atención en esa parte del largometraje tú ya intuyes que va a pasar al final.

Mucha gente la compara con Hitchcock... yo creo que de haber sido dirigida por el británico, mantendría el suspense hasta los último cinco minutos de la cinta.

De factura impecable, como no podría ser de otra manera en una película de todo buen italiano que se precie, siempre con esa obsesión de pulir todos los detalles al máximo, contiene todos los ingredientes que cualquier director desearía para su filme: Buena fotografía, buena música, buen elenco de actores... La película comienza presentándote al Sr. Oldman, su entorno, su trabajo, su vida, sus manías y la información se da en pequeñas dosis, así es como Tornatore consigue mantener la atención del espectador.

Un guión muy elaborado que da una pincelada aquí, otra alla, una aquí, otra allá... y así es como una vez, todos conocemos a todos, la peli da el giro, todo se desmorona y cae en picado hacia lo que para mí es un final más que predecible. Una lástima, porque todo el efectismo que se podría lograr con un final perfectamente oculto hasta el último segundo, se torna en una suerte de eyaculación precoz.
Ortofon
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16 de febrero de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una lástima, pero el director opta en un momento de la película cambiar el registro por completo, dejando al espectador con cara de tonto. Si no llega a ser por esto, la película es de diez. Una puesta en escena preciosa, con muy buena música que acompaña muy bien, una muy buena interpretación del protagonista, con buenos diálogos y una trama interesante, hasta que decide estropearla.
Donald
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17 de abril de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy bella por la decoración, los retratos, la fotografía, la luz, todo…Y es un poco falsa en su argumento.
Se podría haber llamado "La trama" o "El fraude". Y no cuento nada por si alguien no la ha visto.
Entretiene, interesa, pero defrauda un poco también.
Muy bien Rush y tiene gracia la sonrisa pícara de Jim Sturgess sabiendo lo que se sabe al final. En cuando a Sylvia Hoeks ni fu ni fa.
Toda la primera parte lleva camino de ser una gran cosa. Pero es lo de siempre: es mucho más fácil plantear un nudo que llevar a cabo un desenlace bello y verosímil.
yoparam
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13 de junio de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Giuseppe Tornatore ha logrado un consenso a favor de su obra después de la multipremiada Cinema Paradiso, a partir de ahí, todo lo que hace cuenta con la bendición del espectador que acude ver sus films, más allá de la calidad de éstos.

En este su más reciente trabajo nos cuenta la historia de Virgil Oldman, un solitario y excéntrico experto en arte y subastas (Geoffrey Rush) que es contactado por una joven mujer que busca poner a la venta la colección de antigüedades que ha heredado de sus padres.

Ésta joven (Sylvia Hoeks) sufre de agorafobia y nunca sale de su casa. Mantiene el contacto con Virgil encerrada en su habitación, pared de por medio, y esto le genera de a poco una fascinación incontrolable a Virgil que se torna obsesión por ver el rostro de una mujer que lo cautiva y enamora, aun sin haberla visto. Así que habrá de intentar verla sin que ella se entere.

Hasta aquí la película funciona en un tono que se acerca a una comedia romántica sofisticada, el flirteo entre los dos personajes y sus charlas llenas de intelectualidad resultan amenas, donde el misterio por la apariencia de la mujer se traslada hasta la butaca misma.

Pero Virgil se esconde con el afán de verla y así saciar su curiosidad, y la nuestra, y ahí todo cambia. Tanto la relación entre los dos personajes como la historia en sí misma; el misterio termina y Tornatore conduce el relato hacia terrenos más ordinarios.

Geoffrey Rush, cumplidor como casi siempre, sostiene el relato mientras puede, Sylvia Hoeks transmite poco y nada, mientras Tornatore juega a las escondidillas y traslada el misterio de la enigmática mujer a tratar de no desvelar un tramposo giro argumental.

Y es en la parte final donde la película se torna cuesta abajo, el interés se pierde por completo y al final, la exuberante y cargada ambientación y las remarcadas obsesiones del personaje de Rush no son suficientes distractores ante un argumento agotado que se alarga innecesariamente, con un final que llega sin posibilidades de generar sorpresa alguna.
Quique Mex
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