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Un tranvía llamado Deseo

Drama Blanche, que pertenece a una rancia pero arruinada familia sureña, es una mujer madura y decadente que vive anclada en el pasado. Ciertas circunstancias la obligan a ir a vivir a Nueva Orleáns con su hermana Stella y su cuñado Stanley (Marlon Brando), un hombre rudo y violento. A pesar de su actitud remilgada y arrogante, Blanche oculta un escabroso pasado que la ha conducido al desequilibrio mental. Su inestable conducta provoca ... [+]
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Críticas 105
Críticas ordenadas por utilidad
14 de noviembre de 2013
49 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sabemos que Tennessee Williams es un señor bastante tremendo. De todo tipo de relaciones te saca el tío un dramón, pero lo que no se le puede negar es la originalidad al abordar temáticas novedosas. En “Un tranvía llamado deseo” aborda nada más y nada menos que el espinoso asunto de los cuñados, tema que más tarde volvería a tocar aunque de soslayo en “La gata sobre el tejado de zinc”. Os acordáis de la horripilante cuñada perpetuamente embarazada de Newman?

En fin, en esta historia hay un indiscutible protagonista visual: Brando. Su presencia es pura belleza, animalidad, erotismo e invitación al pecado. Cada una de los fotogramas en los que aparece podría formar parte de un calendario erótico. La suya es una masculinidad de esas potentes que emboba pero que da hasta miedo. Una masculinidad que, por cierto, debía fascinar a Williams porque prácticamente todos los protagonistas varones de sus obras están cortados por el mismo patrón: rudos, alcohólicos, muy machotes, bruscos en su trato con las mujeres, incluso hasta llegar el maltrato… Vamos, que al bueno de Tennessee debían irle bastante los chulazos.

Frente a la fascinante bestialidad de Brando-Kowalski, la inquietante presencia de la cuñada chiflada, Vivien Leigh, un personaje también bastante poderoso pero con un tipo de poder mucho más sutil, basado en la manipulación y la explotación de su aparente fragilidad. Por fuerza ambos personajes tienen que chocar, aunque en ese choque hay mucho de atracción, al menos por parte de Blanche, y de deseo de dominio por parte de Stanley.

Entre ellos, el personaje sumiso y conciliador de Stella. Hay que reconocer que Williams retrata magistralmente cómo funciona la violencia doméstica, incluso en unos tiempos en los que este asunto no solía salir del ámbito de lo privado. La irresistible atracción de Stella hacia su marido alterna con el rechazo por su brutalidad y así transcurre durante toda la película hasta que al final se ve obligada a elegir.

Elia Kazan lleva esta historia a la gran pantalla a pesar de su carácter eminentemente teatral, lo que constituye su principal defecto. Precisamente por este carácter la interpretación de Vivien Leigh desde el punto de vista cinematográfico resulta muy chocante, está más que sobreactuada. Leigh interpreta perfectamente a una Blanche de escenario pero en la pantalla chirría un montón.

Personalmente no tengo nada contra las adaptaciones cinematográficas de obras teatrales, siempre y cuando quien las lleva a cabo sea plenamente consciente del cambio de formato y de la necesidad de romper con los códigos de la dramaturgia. Y en mi opinión en este film Elia Kazan no lo consigue, sobre todo por el personaje de Blanche. Por contra, no hay nada más puramente cinematográfico que la presencia imponente de Brando. Vamos, que lo comío por lo servío.
Talía666
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6 de abril de 2009
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
El encuentro de dos almas atormentadas por un intenso dolor ya que sus vidas han sido azarosas bajo diferentes escenarios, pero bajo un mismo sufrimiento.
El peso de los historiales de Stanley (Marlon Brando) y Blanche (Vivien Leigh) hace que sus vidas sean dolorosas aunque ellos mismos no lo sepan. Y son dolorosas por que son dos seres inadaptados a una sociedad que los aplasta. Es como si el polaco y la madame imploraran que algo superior a ellos viniera y los hiciera sentir en paz. Pero esto no es así. Su y realidad es destruirse así mismos
Y no tolerar al otro que esta frente a sus ojos. Son dos fieras enfermas que no escapan a su pasado y que sangran, como si quisieran escapar de su jaula.
Por eso madame Dubois llora y Stanley grita: ¡¡¡Sssteeellllaaa!!!
Un grito, un aullido que rompe la noche aciaga del barrio mugroso y patético de Nueva Orleans.
RAMON ROCEL
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1 de diciembre de 2006
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan solo la demoledora interpretación de Marlon Brando sería suficiente para encumbrar este film. Pero es que todo el elenco de actores hace un trabajo colosal, como embebidos de la sombría puesta en escena de una sórdida Nueva Orleáns. Las destempladas interpretaciones en ese ambiente en penumbra que domina todo el film, trasmiten perfectamente y de forma apabullante el debate interior que la llegada del personaje de Blanche ha provocado en todos los que la rodean.
La amalgama de sentimientos y emociones cruzadas con que, sin concesiones, la película bombardea al espectador la hace casi cruel. Una película obligatoria.
irian hallstatt
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14 de marzo de 2010
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos un resultado, un balance provisional.

El presente es una cara, un cuerpo, una cabeza llena de sueños, ilusiones y proyectos, una cuenta bancaria, una familia, un círculo de amistades... Y también un corazón gastado por las decepciones, las batallas ganadas, las perdidas. De ese material que somos nosotros mismos construyen los dramaturgos norteamericanos de los cincuenta sus mejores obras teatrales en donde encontramos personajes también inmensos en situaciones que limitan con su propia resistencia. Y todo ello en un contexto social también muy presente, muy influyente en los interiores de esos personajes, en donde una de las realidades es la inmigración y los conflictos interculturales.

Eso es el teatro de Tennesse Williams, el certero autor teatral nacido en 1911 y muerto en 1983: un choque de trenes, una explosión, con sus momentos anteriores y sus consecuencias posteriores. Hace falta magníficos actores que hagan creíbles esas excursiones a los límites de la realidad. Y siguen haciendo falta magníficos actores para llevar al cine lo que en principio fue concebido para verse sobre un escenario. Por eso, Elia Kazan, que sabía mucho de cine y de teatro y, en concreto, de esta obra que había ya montado en Broadway hacía escasamente tres años, no tiene dudas al asignar nuevamente a Marlon Brando el personaje de Stanley, el rudo inmigrante polaco, y a Viven Leight el de Blanche Dubois en esta versión cinematográfica de “Un tranvía llamado deseo”. A Marlon no le dieron el Oscar, pero a Vivien sí, y con éste ya llevaba dos.

Sin embargo Brando está extraordinario. Qué fuerza, qué técnica, qué calculo de energías para un actor de veinticuatro años, con tan poca experiencia a sus espaladas pero con una intuición y una sabiduría intuitiva fuera de o común. Algunos de sus momentos, compartidos con Vivien, o con Kim Hunter (Oscar a la Mejor Actriz de reparto), pertenecen ya a los mejores recuerdos del cine: la que Stanley grita desconsolado el nombre de su mujer, la de Stanley desmontando a Blanche su mundo de fantasía, la imagen de Stela clavándole los dedos a su marido en la espalda en un abrazo desgarrado, lleno de pasión y de amor...

Ese cine y ese teatro ya no pertenecen a nuestro tiempo, como tampoco pertenece a nuestro tiempo el teatro de Shakespeare. Lecciones intemporales de talento artístico, de cómo se escribe un guión, de cómo se dosifican los elementos racionales y emotivos de manera exacta para contarnos una historia desgarradora, posible, reconocible, de cómo se da vida a un personaje. Tal vez Nueva Orleáns no sea ya como aquí aparece, pero cualquier lugar en donde los celos, los fantasmas, el deseo y la crueldad forman parte de un mismo cóctel puede ser Nueva Orleáns.

Un decorado de teatro, que no se disimula a sí mismo, puede ser más evocador que todos los efectos especiales de Avatar. Porque en ese decorado nos sería posible situarnos si nos sentimos algo más que meros espectadores de lo que a los demás les ocurre.
Paco Ortega
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31 de enero de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El drama psicológico que presenta Kazan gravita alrededor de un Brando que ofrece todo el interés posible. Con su presencia bruta, siempre sucio, de modales salvajes, machista, alcoholizado y violento, presagia una fatalidad que viene acompañada de una Vivien Leigh que está a la altura interpretativa. Ciertamente la desgracia rezuma desde el primer minuto, pero muchas escenas están salvadas no de la mejor manera, como es el caso de las apariciones de Malden, que aunque sea narrativamente necesario sus acciones o decisiones no se resuelven con mucha lógica. Brando es coherente desde el principio, es un animal que no deja de equivocarse y que es capaz de suplicar perdón a su mujer inmediatamente después de meter la pata (algo de eso me parece muy actual, pedir perdón después de maltratar...), incluso la hermana loca venida para ejercer de agente perturbador es una loca desde el principio.

Así que es la intensidad de las relaciones de todos con ese actor de envidiable musculatura el verdadero fundamento de la película, de manera que no sin razón más de uno le cambiaría el nombre de la película y la titularía "Un tranvía llamado Marlon Brando".

Mención a parte los huecos del guión (más bien omisiones), vacíos que a posteriori explican un cojeo que perjudica bastante la visión general de la historia.
Luisito
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