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La barrera invisible

Drama Un escritor que escribe un libro sobre el antisemitismo decide hacerse pasar por judío. Esta experiencia le será muy útil: nunca había imaginado que fueran tantas las dificultades que tiene que afrontar una persona judía. También le resultará muy instructivo observar cómo reaccionan sus amigos y compañeros de trabajo cuando se enteran de su origen semita. (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Gentleman´s agreement” o “Pacto de caballeros” que diríamos en español, es el título del film, que se refiere obviamente, a un pacto racista de silencio que no consta en ningún documento, pero que se cumple estrictamente y subyace en una sociedad provinciana y timorata. Un film de notable interés, valiente y arriesgado, en su momento – ampliamente recompensado por la Academia de Hollywood –, que siguiendo las pautas marcadas por Laura Z. Hobson en su novela y con guión de Moss Hart, trata el tema que desgraciadamente, incluso hoy subsiste, y es el antisemitismo, no olvidemos que en 1947, aún no se había creado el estado de Israel y el mundo estaba horrorizado por el exterminio nazi. Es el inicio de la colaboración de Elia Kazan y Darryl F. Zanuck, el magnate de la Fox, fuertemente influenciado por éste último que impone los temas sociales del momento, el antisemitismo y el racismo con “Pinky”, la siguiente película de Kazan.

Con un gran presupuesto y partiendo de una idea sugerente, que permanece viva porque habla de sentimientos encontrados, de incomprensión y de valores morales, el film narra las vicisitudes de un escritor Phillip Green (un excelente Gregory Peck), viudo y con un hijo al que intenta educar con valores nobles de respeto y tolerancia hacia sus semejantes, que se dispone a escribir para una revista neoyorquina una serie de artículos sobre el antisemitismo, haciéndose pasar por hebreo, atravesando esa barrera invisible que todos asumen y nadie denuncia. A partir de entonces, Kazan pone el dedo en la llaga pero trata de “endulzarlo” elegantemente a la vez, con los problemas sentimentales de una relación amorosa con Kathy (estupenda, Dorothy McGuire), sobrina del editor, amortiguando la posible corrosividad de la denuncia social.

El cineasta no recurre a grandes gestos ni a situaciones extremas que reclamen la adhesión del espectador, sino poniendo el dedo sobre las heridas que produce la convivencia cotidiana, esas frecuentes manifestaciones racistas subconscientes, esos repugnantes chistes que no solo no deberían hacer gracia sino que deberían reprobarse, esas miradas que lo expresan todo sin que nadie diga nada en voz alta, esos rechazos en la vida social provocados por reacción a lo que se cree diferente o a lo que no coincide con los intereses del grupo dominante: algo que sigue dándose hoy en todo el mundo apoyándose a veces en bonitos discursos populacheros que si dejan algo claro es que la bestia del fascismo, sigue ahí, agazapada entre nosotros.

Aunque Elia Kazan en 1947 era considerado un gran director teatral, con mucho prestigio, en el terreno del cine rodaba sus primeras películas, concretamente la cuarta, y se mostraba muy interesado por buscar soluciones de puesta en escena menos dependientes de su experiencia teatral, en cierto modo, se trataba de un redescubrimiento personal de ciertas propiedades expresivas del cine. Construyendo planos dinámicos, realizando panorámicas, lentos “travellings” de aproximación a los personajes, aprovechando la profundidad de campo, eludiendo la presunta teatralidad del encuadre fijo y queriendo mostrar el estado de ánimo de sus personajes. “La barrea invisible” fue para Kazan su espaldarazo al mundo del cine que alternaba con sus montajes teatrales, luego fundó junto a otros el “Actor´s Studio” y vino la “caza de brujas” con su delación, pero eso es otra historia.
Antonio Morales
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26 de junio de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La barrera invisible de Elia Kazan, es un drama basado en el racismo. Dirigida con un ritmo activo y con el estilo provocador que tan bien se le da a su director, es una obra atrevida por desnudar el antisemitismo en una época tan delicada como fueron los años posteriores al final de la segunda guerra mundial, y lo hace de manera admirable. Realizada de forma astuta, tiene un resultado soberbio que encantará a los cinéfilos clásicos buscadores de obras con temáticas interesantes.
La fotografía en blanco y negro, tienes imágenes alusivas que son confortantes, y que gustan por estar repleta de matices que la hacen visualmente excelente. La música de Alfred Newman, tiene melodías clásicas que son bellas y que solo son usadas al principio y al final del film. Y los planos y movimientos de cámara, completan una correcta labor técnica con el uso del avanti, seguimiento, generales, tercera persona, primeros planos y reconocimientos.
Las actuaciones, son convincentes por parte de todo el elenco actoral, pero en especial Gregory Peck que actúa notablemente y Celeste Holm digna ganadora del oscar secundario, por apropiarse de la total atención del espectador cuando aparece. Siendo competentes las interpretaciones de Dorothy McGuire, John Garfield y Anne Revere entre otros. Y empleando para estos, unos vestuarios y caracterizaciones clásicos, que evocan a la época con ropas impecables, al igual que los decorados que están bien elaborados en una oportuna dirección artística.
El guion, escrito por Moss Hart, es incitador por jugar con la temática del odio judío y sus consecuencias, no con personas claramente racistas, sino con otras que parecen no serlo y aparentan ser políticamente correctas cuando en realidad no lo son. Y tiene un argumento que muestra con verosimilitud lo que sienten los judíos en dichas situaciones, siendo por ello soberbio. Y que es llevado a cabo con una narrativa, que es equilibrada y desde luego educada, aunque con un doble fondo algo más oscuro.
Para finalizar, la considero una obra indeleble e insustituible en la filmografía del director y una digna ganadora de 3 oscars, entre ellos el de mejor película. Por ser provocadora y valiente al llevar a cabo la temática antisemita, en un momento en el que el mundo entero se preguntaba cómo pudo ocurrir el asesinato de tantos judíos en la segunda guerra mundial. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, vestuarios y narrativa que convierten a La barrera invisible, en un film espléndido para todos los cinéfilos clásicos.
Elcinederamon
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1 de febrero de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantó este gran clásico dirigido por un gran director como fue Elia Kazan. He leído por ahí que decían que es una obra menor de este director, no estoy nada de acuerdo con esa afirmación. "La barrera invisible" es una gran película en mi opinión, sí es cierto que digamos pierde si se compara con la que es la gran obra maestra de este director, "La ley del silencio", pero no creo que sea una obra menor en su portentosa carrera como cineasta. A mí me encantó, me pareció muy adelantada a su tiempo ofreciendo un tema controvertido y que sigue vigente hoy en día desgraciadamente como es el racismo (y no precisamente contra los judíos como en el film, sino contra variedad de razas, condiciones sexuales, etc), la película se presenta bastante actual, no creo que el tiempo la haya dejado anticuada, ya que denuncia injusticias por convicciones morales que perfectamente se pueden ver en la actualidad. La película tiene momentos memorables y frases que denuncian verdades como puños. Además cuenta con unos intérpretes excelentes, en especial Gregory Peck que está como siempre soberbio. Lo que no me convence es el Oscar a Celeste Holm como mejor actriz secundaria, ya que su personaje pasa bastante desapercibido y su actuación no tiene nada de especial como para hacerla merecedora de ese premio, aunque no quiero decir que esté mal, simplemente que no tiene una interpretación que destaque o que impresione como debería ser la de una digna merecedora de un Oscar. Pero bueno, por lo demás la película es espléndida, me parece muy merecido su Oscar a la mejor película del año y es sin lugar a dudas un grandísimo clásico que merece la pena ser visionado.
Tomi Roberts
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9 de marzo de 2018
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo sonar pretencioso pero he de decir que muchas veces en mi vida me he contemplado a mi mismo como Gregory Peck se contempla en esta película. Alguien solo que se enfrenta a un carácter del mundo aun sin diagnosticar, con su cordura como arma y una arrollante seguridad en su percepción moral con respecto a los prejuicios raciales en concreto.
Un planteamiento muy interesante, analizar el antisemitismo de la sociedad americana tras la segunda guerra mundial, antes de que Israel declarara su independencia. Es notoria la concienciación social en el trabajo de Elia Kazan y de Gregory Peck, quien en una ocasión dijo " Lo que resulta gratificante es cuando las películas aun conservan vida, cuando todavía las disfrutan y sacan algo de ellas, entretenimiento, información o esclarecimiento sobre la condición humana."
La película tiene cosas maravillosas, convierte el racismo en algo personal para el publico blanco queriendo lograr un ejercicio de empatía. Muestra la discriminación en ámbitos de la vida cotidiana. Como gitano reconozco momentos y situaciones de discriminación que se dan en la película, como cuando la gente hace comentarios racistas y luego intenta zafarse del juicio moral presentando escusas o el increíble momento en el que intentan exculpar al niño de ser judío después de haber sufrido una agresión racista.
En mi opinión termina quedándose corta al concentrarse en la hipocresía de la gente buena que tolera el antisemitismo a pesar de no profesarlo. Creo que ese es el empeño practico de la película, tratar de desentrañar una moral recóndita y no tan solo crearla de la nada. La siguiente realización de Elia Kazar fue "Pinky" para mi una obra maestra dedicada a los afroamericanos, aconsejo verla a toda costa.
Falsenile
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9 de octubre de 2013
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La discriminación es una actitud de rechazo, exclusión o incluso maltrato, contra cualquier persona en razón de su género, raza, nacionalidad, condición social, orientación sexual, religión, discapacidad o cualquiera otra condición que tan solo la haga diferente. En resumen, es toda violación que se asume contra la igualdad de derechos de las personas. En tal sentido, la discriminación es por sobre todo un acto de ignorancia e intemperancia, porque se tiende a meter en el mismo saco a todas las personas de cierta característica o pertenencia, por la improcedencia de unas cuantas. Pues tan absurdo es creer que todas las personas por el simple hecho de ser negras, judías, homosexuales o de tal o cual nacionalidad son malas o abominables, como creer que el simple hecho de ser blanco, cristiano o europeo te hace digno.
La razón reclama que, en ambos casos, se debe ver más allá de estas particularidades para poder reconocer las buenas cualidades que pueda haber en cada ser humano, pues bien factible es equivocarse con los primeros, como con los segundos.

Encuentro maravillosa la película “LA BARRERA INVISIBLE”, porque -partiendo del antisemitismo que seguía imperando en los propios EEUU, aunque tan solo dos años atrás se acababa de derrotar al fascismo que agitaba la misma bandera- habla con gran profundidad acerca de la discriminación en razón de una causal cualquiera. La historia, brillantemente adaptada por Moss Hart (“Vive como quieras”, “Aquí durmió George Washington”...), basada en el exitoso libro de Laura Z. Hobson (1900-1986) una socialista hija de inmigrantes judíos que sufrió en carne propia toda suerte de improperios, sirve con marcada altura y dignidad, al esclarecimiento de los falsos pilares sobre los que se apoya cualquier acto discriminatorio.

El director Elia Kazan -quien se llevaría consigo un merecidísimo premio Oscar-, hace un filme de gran sobriedad, sin espacio para el sensacionalismo de ningún tipo, sin despertar sentimientos de odio o de venganza contra persona alguna, y con los más simples detalles e intachables argumentos, deja profundamente sentado un álgido problema que sigue causando graves daños morales y muchas veces físicos a incontables personas.

Valientes y muy sobrias actuaciones de Gregory Peck y Dorothy McGuire, consolidan un filme que deja sentado que “la igualdad y la libertad son la única opción para conservar la integridad del hombre y de cualquier nación”.

Esto es cine con el sello de la trascendencia.

Título para Latinoamérica: “LA LUZ ES PARA TODOS”
Luis Guillermo Cardona
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