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Doce hombres sin piedad

Drama. Intriga Los doce miembros de un jurado deben juzgar a un adolescente acusado de haber matado a su padre. Todos menos uno están convencidos de la culpabilidad del acusado. El que disiente intenta con sus razonamientos introducir en el debate una duda razonable que haga recapacitar a sus compañeros para que cambien el sentido de su voto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
24 de diciembre de 2006
88 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película consigue transmitir todo lo que pretende, es intensa y asfixiante, de ahí que esté ambientada en el día más caluroso del año, vemos a casi todos los personajes sudando y luego encima se pone a llover para crear un ambiente de calor húmedo agobiante. Esto, que parece un detalle sin importancia, a mi me parece bastante importante, ya que si fuera un día soledad y normal la película no sería igual.

A parte de esto, tenemos a 12 personajes encerrados en una habitación, es todo lo que tenemos durante toda la película, no hay cambios de escenario, salvo cuando van al servicio. Al verla el espectador se siente como uno más de esos doce hombres que tienen en sus manos la vida de un chaval de 18 años, deben decidir si es inocente o culpable y todos están convencidos de que es culpable, menos uno, el personaje de Henry Fonda (que está espectacular), él tiene una duda razonable y a partir de ahí, intentará convencer a los demás que no se puede tomar a la ligera una decisión como esa.

Los personajes están muy bien perfilados, cada uno tiene una personalidad perfectamente marcada y eso influye en sus opiniones y en los motivos que tienen para dar su veredicto.

Los movimientos de cámara nos llevan de un lugar a otro de la habitación como si estuvieramos allí con ellos pasando calor y decidiendo si un muchacho vive o muere; son abundantes los primeros planos que nos acercan a la psicología de los personajes, ya que esta es una película de personajes, es de los actores, única y exclusivamente suya y hay que decir que todos lo hacen muy bien y aguantan los primeros planos excelentemente y eso no es fácil.

Con este film Sidney Lumet demuestra que con poco dinero y pocos medios se puede hacer una muy buena película.
Patri
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16 de diciembre de 2013
70 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de esa sala no había sólo 12 hombres sin piedad; dentro se asfixiaba de calor la condición humana al completo.

La universalidad de la cinta de Lumet fascina. Reúne a 12 hombres, siéntalos alrededor de una mesa y proponles un tema de debate. Muy a menudo habrá...

... uno que opine conforme a sus prejuicios personales.
... uno que opine generalizando sus creencias.
... uno que opine dejándose llevar por sus vivencias emocionales.
... uno que opine lo que opinen los demás.
... uno que opine con clichés y frases hechas.
... uno que opine justo lo contrario de lo que opine el que opina con más acierto.
... uno que escuche a todos con educación, pero no se moje.
... uno que procure ser analítico con todas las opiniones, excepto con la suya.
... uno que no sabe qué opinar.
... uno que pasa de opinar y está mirando el móvil.

Los que coincidan, se hermanarán y lograrán imponer su opinión como verdad categórica, por disparatada que sea. ¡No falla! La deliberación de un jurado popular fue una manera, como otra cualquiera, que tuvo Reginald Rose de mostrárnoslo. Yo veo a estos 12 hombres a diario: en las terrazas de los bares, en las tertulias televisivas, en las cafeterías de las universidades, en las reuniones de vecinos... Se despliegan ante cualquier tema: partidos políticos, religión, historia, inmigración, sindicatos laborales, cine, terrorismo, economía, pena de muerte, música, educación, sanidad, eutanasia, literatura... ¡Da igual, todos estarán ahí, firmes, tomándose muy en serio!

Sólo hay uno que es menos dado a aparecer.

Alain Resnais, director de la nouvelle vague, comentaba que el autor debía buscar la situación inédita para el espectador; como medio para zarandearle, para que se cuestionase, para que replantease todo su sistema de creencias. Esto es extensible, no se reduce al cineasta. Fonda, quien afirmó sentirse especialmente orgulloso del papel que interpretó en esta película, aparece milagrosamente para ejecutar esta máxima y hacer que 'pensemos sobre lo que pensamos'. No impone nada: sólo invita a la duda cartesiana. Recurre a la mayéutica. Un ángel racional. Los 12 hombres acaban llegando a hechos objetivos, que estaban ahí; que podían verse, de pensar un poco... Sólo precisaban encerrarse durante horas en una habitación, pasar un calor infernal y que un número 8 les instara a dejar de ser prejuiciosos, emocionales, expeditivos, inflexibles, pusilánimes, irracionales e intransigentes, para poder, así, pensar. Es toda una heroicidad conseguirlo.

"—... y ahora no sé qué es la virtud; tú quizás lo sabías antes de hablar conmigo, pero ahora eres ciertamente igual a uno que no sabe".

Más de 2300 años después del 'sólo sé que no sé nada' aún somos muchos los que nos negamos a pensar que podríamos no saber nada en absoluto.

Gracias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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16 de mayo de 2008
65 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca hay que fiarse de alguien que afirme que no duda. Puede que la duda corroa, que asegure noches sin descanso, que carcoma el corazón de quien la padece. Pero un hombre que duda, es un hombre justo.
Y la duda, en "Doce hombres sin piedad", es la única herramienta de la que dispone el hombre justo para hacer justicia. No hay mejor arma que un intelecto bien armado y el saludable deseo de cuestionarse todo lo que nos rodea. El jurado del que forma parte Henry Fonda, el hombre dubitativo, es una representación viviente del otro extremo del espectro: nadie duda del veredicto que se va a pronunciar, ya sea por hartazgo, desidia, radicalismo, experiencia o ingenuidad.
Ver como Fonda va desmontando, pacientemente, el muro de certezas ajeno, va más allá de la obra maestra cinematográfica: es una lección de humanidad y de humanismo que trasciende la pantalla y llega hasta nosotros con la misma vigencia que tenía allá por los años cincuenta.

Nos hace creer que la justicia es posible más allá de la evidencia y que toda evidencia es cuestionable si existe el suficiente ímpetu e inteligencia para ponerla en tela de juicio.

Nos hace creer en la salvación.

Nos hace creer que si hay una madre para la justicia, es la duda.
Neathara
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17 de septiembre de 2006
90 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima de Lumet es todo un clásico del cine de temática jurídica y todo un canto a la justicia más piadosa e imparcial.

Ya desde el primer fotograma, cuando la cámara de Lumet se mueve de forma ampliamente panorámica, mostrándonos los fuertes pilares del tribunal de justicia de la ciudad de NY culminando en la leyenda impresa en el frontispicio, parafraseando las palabras de George Washington: "...administration of justice is the most firmest pillar of good Government...", Lumet nos avisa que la cinta es todo un panegírico sobre la buena administración de la misma...

Así pues, Lumet opta para su ópera prima por la obra de corte teatral que el guionista de tv y productor Reginal Rose llevó hacía ya 3 años (1954) de entonces a la pequeña pantalla a través de la CBS,siendo el propio Rose junto con Henry Fonda (quien desde un principio no dudó en el personaje que quería caracterizar) los promotores-productores del "asunto", además de adaptar Rose su propia obra para la gran pantalla en las lides de guionista.

La calidad artística de la cinta es excelente, y uno empieza ya a atisbar los importantes proyectos futuros de uno de los más distinguidos e influyentes cineastas del panorama cinematográfico...

Una fotografía realmente espléndida a cargo de Boris Kaufman, ganador de un oscar por su trabajo en "La ley de la calle" de Kazan, realzada por unos primeros planos matadores de los rostros sudorosos de los 12 miembros de un jurado popular enclaustrados en una tórrida habitación de las dependencias judiciales para deliberar sobre la muerte de una persona y la posible muerte de otra...

...Y con una simplista pero efectista banda sonora a cargo de Kenyon Hopkins.

Aún con evidentes detalles todavía por pulir, sigue siendo una de las mejores cintas de cine judcial de la historia del cine y una entretenida y estupendamente narrada obra del director de mis admiradas "Tarde de Perros" y "Serpico"...

Toda una sorpresa que contó además con la colaboración de artistas tan aclamados como el propio Fonda (el flemático jurado nº 8), Jack Warden (el irreflexivo y desvergonzado jurado nº 7), L. J Cobb (el impulsivo y violento jurado nº 3), Martin Balsam (el sereno jurado nº 1 y presidente del mismo)...

...O el anciano miembro del jurado nº 9 Joseph Sweeney y/o el jurado nº 11 George Voskovec que participaron de la obra original para tv de 3 años antes...

Además de una obra de arte, una ingeniosa obra de introspección de personalidades y sensibilidades en busca de una unanimidad que condene o exima de culpabilidad y por tanto de una irrefutable pena de muerte, a un problemático niño de suburbio de 18 años, acusado de homicidio en primer grado por la muerte de su padre, un falsificador de monedas...

I M P R E S C I N D I B L E.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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29 de agosto de 2008
55 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos, indudablemente, ante un auténtico ‘clásico’ del séptimo arte. Y digo ‘clásico’ porque, al margen de su añeja crianza (1957), la peli de Lumet reúne todo aquello que los amantes de aquel cine de entretenimiento con algo de mensaje esperamos encontrar en una obra de tales características: un extraordinario reparto (Fonda aparte, L.J.Cobb, Ed Begley y E.G. Marshall están inconmensurables), agilidad narrativa, una brillante dirección y una tensión dramática que apenas concede tregua en la hora y media que comprende su metraje.

Su estructura teatral no le resta ni un ápice de frescura a su envergadura cinematográfica, puesto que la cámara del jovencito Sidney no tan sólo evidencia un ‘savoir faire’ encomiable sinó que además se mueve como pez en el agua para extraer de gestos, miradas y comportamientos una verdadero testimonio de los prejuicios de la sociedad yankee y de las irregularidades de su cacareado sistema judicial. Todo ello en el marco de un tema tan polémico como el de la pena de muerte.

Henry Fonda interpreta uno de los mejores papeles de su carrera (el imparcial y ecuánime jurado número 8) y esgrime con sus ‘dudas razonables’ una de las puntas de lanza de cualquier sistema judicial que se precie (‘nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario’) para ir convenciendo paulatinamente al resto del jurado de su enquistado y envenenado razonamiento pequeñoburgués.

Una de esas pelis, en definitiva, que -como “Casablanca”, “El hombre tranquilo” o “Cantando bajo la lluvia”- conviene revisar de vez en cuando para no perder la fe en el cine. Obra maestra.
Taylor
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