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Anna Karenina

Romance. Drama La historia tiene lugar en el siglo XIX y explora las relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa. Ana Karenina, una mujer de la alta sociedad que se enamora del joven y apuesto oficial Vronski, abandona a su esposo y a su hijo para seguir a su amante. Nueva adaptación de la novela de León Tostói. (FILMAFFINITY)
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Críticas 116
Críticas ordenadas por utilidad
25 de marzo de 2013
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánto tiempo sin hacer una crítica, no? Y lo peor es que me veo obligada a hacerla después de ver esta película. No me voy a parar en contar detalles del argumento, porque para eso tenéis otras películas o, mejor todavía, el libro. Pero lo que no puedo pasar por alto es el despropósito que me ha parecido este film protagonizado por mi vilipendiada Keira Knightley.

Empieza la película y ya vemos que algo no cuadra. Se nos presenta la historia en plan teatro, con rápidos cambios de escenario, movimientos coreografiados típicos de Broadway y apenas una presentación de los personajes, lo que causa desconcierto en los que ven por primera vez Anna Karenina y no conocen a sus protagonistas. En algún momento, empecé a temer que se pusieran a cantar. Con eso lo digo todo.

El reparto de actores me parece muy desacertado. No me gusta ningún actor para el personaje que le ha tocado. Anna no parece rusa y es demasiado insípida. Vronsky parece el príncipe de Beckelar, más femenino que la propia Ana. Jude Law no se merece ese papel de Karenin, porque no le va (aunque es el único que me ha gustado). No me imaginaba a Lievin con ese aspecto tan extraño. En fin, para qué seguir.

El argumento es otra cosa que han estropeado tontamente, a mi entender. Si no llego a haberme leído el libro antes, no habría entendido lo que ocurre en la película. Se supone que Anna se enamora irremediablemente de Vronsky, siente por él un amor que la lleva a cometer locuras por las que es rechazada por la sociedad hipócrita que la rodea. Bien, aquí se ve a una caprichosa estúpida que se "enamora" de Vronsky sin que sepamos muy bien cómo sucede. Es una petarda insufrible a la que no nos importa lo que le sucede, y hasta pensamos que lo tiene bien merecido. Nada que ver con el libro, donde empatizábamos con Anna y hasta la comprendíamos y compadecíamos.

No hay concordancia entre las historias paralelas, además. La historia de Lievin y Kiti queda muy desdibujada, porque la cámara está demasiado ocupada enfocando a la Knightley, así que tenemos que conformarmos con que nos digan: Sí, estaban enamorados en el fondo. Pues vaya... Hubiera preferido que le dedicaran un poco menos de metraje a los insulsos Anna y Vronsky, y que se centraran un poco más en la historia de Lievin y Kiti, que es igual de bella.

El vestuario, que se llevó un Oscar, no está nada mal, pero no está adaptado a la época en cuestión (finales del siglo XIX). Se llevaban más los vestido de corte francés, con polisones y no miriñaques. Los tocados y peinados no te hacían parecer Helena Bonham-Carter recién salida de la cama.

Si tuviera que definir la película en una sola frase, sería: ¿Pero qué coño...?

Es un desastre de principio a fin. Una manera muy triste de presentar la historia de Anna Karenina. Si yo fuera Tolstoi, me levantaría de la tumba para destruirla. No se le aprovecha nada, y no se la aconsejo a nadie, a menos que le molen los actores o que le parezca original el planteamiento. A mí me parece una caca de proporciones descomunales.

Lo mejor: Que me la bajé de Internet y no tuve que pagar por verla.

Lo peor: Todo.
Lalachan
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15 de marzo de 2013
36 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el director pretendida ser original podía comenzar con el título, porque lo que ha perpetrado es una vergüenza de película. Un director acostumbrado a dramas de época, intenta aquí el triple mortal y se da una galleta de considerables dimensiones.

La historia de Tolstoi ha sido llevada unas cuantas veces al cine y al teatro, aquí en un alarde de imaginación (nótese la ironía) lo mezclan todo en uno. Me imagino que se les paso por la cabeza cuando estaban con los storyboards y como se realimentarían con lo que veían. En el mismo paquete han incluido una nula presentación de los personajes, es decir que la película (me imagino que después de los test de público) empieza en el desarrollo y se salta la presentación de los personajes. Esto supone que no sabemos quién es quién y nos pasamos la primera media hora averiguando quienes son.

El comienzo es un auténtico despropósito, tiene una primera media hora que invita a marcharse de la sala. Intenta comenzar como una obra de teatro, mezcla varios conceptos que en los cinco primeros minutos parecen interesantes, los cinco siguientes aburren y solo piensas que harás con los siguientes 120 minutos. Por suerte cada vez va abandonando la idea del teatro para que al final de la película parezca una película clásica y se olvide del experimento.

Sin duda su punto más bajo es el ritmo y el sopor que produce la película. La película es muy, muy aburrida, un tostón de proporciones considerables. La historia es bastante dinámica o al menos la mayor parte de las versiones lo han conseguido, esta ha tirado por su propio camino de aburrir a ovejas.

Uno de los puntos que han destacado es el vestuario y la ambientación de época. Suspenso absoluto, el diseño de vestuario es patético (ya sé que tiene un Oscar), hasta Maria Antonieta de Sofia Coppola tenía mucho mejor diseño de vestuario (pongo un ejemplo de una película de época diferente a las clásicas).

Las actuaciones son malas, partiendo de la protagonista que es bastante poco parecida al estándar de Anna Karenina (una duquesa rusa pues no parece) y que su actuación está totalmente sobreactuada, los demás van en la línea. A destacar el amante con esa pluma, ¿realmente nadie se ha dado cuenta de lo homosexual que parece?

Resumiendo, intragable bodrio, modernista en el sentido más negativo de la palabra
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mamideck
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3 de marzo de 2013
31 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por mucha imaginación que se le eche o por mucho que se quiera apoyar al autor de este truño, la cosa va a ser imposible.
Cuando L. Von Trier trató de hacer algo similar (sin comparación) en cuanto al riesgo de contar una historia sin los elementos cinematográficos clásicos, tuvo la decencia de escribir un guión original. El éxito (aunque minoritario) fue importante y para mí una de sus mejores películas (hablo de "Dogville" por si alguien no se ha enterado).
Aquí este hombre, Wright, tiene la caradura de tomar un clásico de Tolstoi (recordar lo que decía Joyce, que era imposible hacer a Tolstoi aburrido) y hacerlo aburrido.
Los que alaban el riesgo y el poder visual de la película, ya saben que no es ni original ni tan arriesgado, otro lo hizo mas y mejor. Los que le alaben por adaptar una novela original inconmensurable, no tienen idea de lo que hablan, que lean Ana Karenina de Tolstoi y después me vengan con esa monserga.
Esto deber ser broma.
carlsuar
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22 de febrero de 2013
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy bastante ajeno a la obra 'Anna Karenina' de Tostoí. Podría ser realmente una obra maestra de la literatura como todos dicen, pero mirando la película dirigida por Joe Wright, no me entran muchas ganas de leer la novela la verdad. Ademas de esta misma novela, ha tenido varias adaptaciones, cada una a su manera, pero el director, en un alarde creativo visual, pretende darle originalidad haciendo la obra en forma de teatro, pero no exactamente.

La estética teatral es absurda. No estoy en contra de contar la historia como en un teatro, da un toque original a la obra sin duda alguna, pero Joe Wright hace un combinado entre teatro y cine que no funciona. Tenemos como primera escena, un escenario donde se abre el telón, eso te explica la estética de la película. Pero entonces la cosa se va modificando, el escenario crece, de repente se vuelve minúsculo y sin decorado y luego cambia y se vuelve un paisaje nevado normal, incluso con casa y caballos correteando. Parece como sí pensaran: Que cool vamos a ser con esta versión teatral. Pero cuando llegan las partes difíciles de explicar con poco contenido, se vuelve una película normal y te rompe la poca magia que tiene este producto.

Teniendo en cuenta los momentos teatrales en los que estas mas pendiente de las excentricidades del director que del propio contenido, eso nos demuestra de primeras que para el autor su ego va primero y luego la obra adaptada. Y Dios, los planos cenitales, todo el tiempo con planos cenitales, el suelo del teatro, muy bonito sí, pero en un momento dramático, no pega. El argumento principalmente, trata de un triangulo amoroso típico de época. No revoluciona el genero ni cambia nada ya anteriormente visto. El argumento al igual que los personajes son llevados con suma delicadeza, el tratamiento a ellos es exquisito, los actores saben perfilar al personaje y el argumento en ningún momento llega a decaer gracias a ellos. Pero el guión no lo salva ni los actores, rezuma frialdad.

En una obra de época, debe enganchar al espectador por el sentido emocional. Ya que siempre se utilizan los mismos argumentos para este genero. Por lo tanto la clave es hacer que el espectador, se zambulla en la historia. Crear un vinculo emocional con los personajes, sobretodo con la protagonista, así el espectador no adivinara las siguientes situaciones, ya que estará tan mentido en la película que la misma la guiara. Pero aquí, todo esta hecho de forma tan suave, los temas tan pasados por encima, los personajes tan poco perfilados que no da tiempo a interesarte por ellos, por lo tanto te da igual lo que les ocurra. Un producto fallido hundido por una dirección artística mal pensada y un guión poco desarrollado.
Nachogf
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12 de marzo de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última adaptación cinematográfica de la novela homónima de León Tolstoi, dirigida por el británico Joe Wright y con guión adaptado del célebre Tom Stoppard, supone un pomposo y grandilocuente espectáculo de regocijo visual y artificio imaginativo que se reafirma en la suficiencia logística de esta época para no escatimar ni un ápice de sus ambiciones técnicas y su arrogancia artística a la hora de establecer un nuevo tour de forcé respecto a la fuente literaria.

La acción tiene lugar en Rusia en tiempos del zar Nicolás I. Narra la historia de Ana, una mujer de la alta sociedad casada en matrimonio de conveniencia con Alexei Karenin, aristócrata y funcionario de alto rango. Tras conocer al conde Vronky, se enamora de él contra voluntad. Wright se revela como un excelente generador y adaptador de las emociones más intensas que caracterizan la novela, pues esta entrega aborda de forma quirúrgica la conmoción que produce en el ánimo de Anna el súbito descubrimiento del amor y la pasión, ausentes hasta entonces en su vida. Por fidelidad a este amor, la siempre pasional y entregada Keira Knightley sacrifica posición social, nivel económico, el honor personal y el reconocimiento público. El marido, encarnación de la crueldad, reacciona con ira incontenida negándole el divorcio y sometiéndola a humillación. El torbellino de pasiones desplegado condena, con abrumadora elegancia, la doble moral y la hipocresía de la alta sociedad, el culto a las apariencias, el amor convenido por intereses ajenos a la pareja y la represión del amor sincero puesto en tela de juicio y sacrificio.

En suma, esta nueva revisión literaria de Joe Wright cumple los estándares mínimos que se pueden esperar tras Orgullo y prejuicio y Expiación: inapelable esmero pictórico y plástico reconstruyendo la época, sus costumbres y tendencias; respeto, en la medida de los intereses comerciales, a la fuente literaria y un plausible atrevimiento en la incorporación de matices y trasfondos originales en los personajes, su interacción en el relato, y la puesta en escena.

Sin embargo, en un film de estas características sus virtudes actúan como hoja de doble filo para ser relacionadas íntimamente con sus mermas. La extrema comunión espiritual con el drama costumbrista, en términos de fidelidad escenográfica y humanista, provocan en consecuencia un texto prolijo y una narrativa fatigosa, que se acepta y se digiere como impostada y relamida.
Sin olvidar sus inevitables y sorprendentes momentos de belleza e hipnotismo visual, la puesta en escena de Wright se antoja artiza y cansinamente teatral, adaptando el culturalismo sin alma de la época contextualizada con rigor y precisión pero también con morosidad y hastío. Su tono y ritmo operísticos buscan persistentemente el asombro y el impacto a través de la gravedad textual y la mastodóntica maquinaria escénica, alejando la mirada del espectador, abrumado y exhausto, e impidiendo que exhale empatía emocional o humana.

A pesar de las interesantes aportaciones antes mencionadas del director británico, se echa en falta que las mismas no se perciban como los frecuentes modelos de producción hollywoodiense para hacer caja y asegurarse el prematuro Agosto. Reconozco el riesgo en los efectos de conseguida tristeza melodramática y el despliegue de fuerzas y sentimientos agravados que van y vienen por la pantalla, pero los mismos no transmiten la naturalidad orgánica del que obra bajo un sentir de pureza clasicista. La película carece de condición personal y de intimidad creativa, conformándose con una investigación formalmente aceptable de los valores y condicionantes más relevantes y programáticos de la novela. Y esto, algunos dirán, es más que suficiente como cine comercial que es. Pero como espectador, hay ocasiones en las que uno debe pedir peras al olmo esperando encontrarlas. Ansiando ver, tras ese academicismo abigarrado y colorista, un telón de fondo que te brinde una reflexión eterna, un secreto insondable o una fábula bienintencionada. Atributos que no acaban de percibirse o lo hacen a modo de eco lejano en el horizonte.

En definitiva, propuesta que ni desagrada ni conmueve, ni indigesta ni abastece. Se mantiene en la medianía de sus pretensiones y evita tambalearse en exceso en la utilización de algún que otro vertiginoso recurso de tributo al teatro como eterna representación de la vida y lo intangible. Puestos a encarar la raíz más existencial de esta tragedia rusa, siempre es mejor acudir a las líneas del propio Tolstoi para satisfacer las inquietudes y profundidades de su eterna resonancia moral.
Weis
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