Los siete samuráis

Cima del cine universal. La obra maestra de un genio que era una escuela de cine en sí mismo, cuyo trabajo se convirtió en un libro de estilo para este arte. Rodada con tres cámaras simultáneas, la historia de 'Los siete samuráis', de ritmo y fuerza expresiva formidables, está inspirada en mitos y referencias históricas.

El filme aplaude el sentido del deber y condena la estratificación social en castas. Kikuchiyo (Mifune), fingido samurái y descendiente de campesinos, ejemplifica este enfrentamiento entre clases sociales y esa quimérica relación que trata de edificarse entre guerreros y aldeanos.

El "bushido", es el código ético estricto y particular, transmitido por la tradición oral a lo largo de los siglos, al que muchos samuráis entregaban sus vidas, exigiendo lealtad y honor hasta la muerte. Esto explica la lucha a muerte de los siete guerreros a cambio de un poco de arroz. En el cine de Kurosawa, el héroe sobresale por su tenacidad.

La inquietante aparición de los atracadores a contraluz al principio de la película es un claro ejemplo de pericia de este director. Un cineasta atraído por la poética de las imágenes, que supo tratar mejor que nadie el afloramiento del individuo. Película de gran influencia sobre el cine posterior.

La película muestra de forma brillante los elementos que formaban parte de la sociedad japonesa de esa época, centrándose especialmente en las terribles condiciones de vida de los campesinos y en el papel del honor y el deber de los samuráis, que aceptan el encargo pese a recibir solo comida a cambio. La narración se toma su tiempo para explicar el contexto y definir perfectamente los perfiles de los personajes, hasta alcanzar el gran clímax final en el que se enfrentan a los bandidos en una serie de batallas espectaculares. Una composición de planos magnífica, como es habitual en Kurosawa, en la que cada encuadre está cuidado al milímetro (hay que fijarse en la colocación de la cámara y la disposición de los diferentes elementos dentro de plano, una absoluta genialidad) y una utilización de técnicas novedosas en su momento y que ahora son básicas en cualquier película: la cámara lenta para enfatizar determinadas acciones y la utilización de tres cámaras para rodar una misma escena (para obtener a la vez planos cortos, medios y largos de lo que está sucediendo). De nuevo nos topamos con la escuela de interpretación japonesa, donde es especialmente chocante el personaje de Toshirô Mifune como Kikuchiyo, el último y estrambótico samurái que se incorpora al grupo y que ofrecerá los momentos más excéntricos en determinados momentos, para en la recta final, sumarse al tono épico que alcanza la obra. El contrapunto al personaje de Mifune lo ofrecerá Takashi Shimura con una actuación más contenida interpretando a Kanbei, absoluto líder del grupo y estratega nato que dirigirá toda la defensa del pueblo frente a los bandidos. Una gran producción que supuso parones de rodaje por parte de los estudios en varias ocasiones, ya que entre otros muchos costes, Kurosawa se negó a rodar en un pueblo real e hizo crear un set gigantesco argumentando que cuanto más realista fuera el set de rodaje, mayor sería la calidad de la actuación de los actores. El resultado final le daría claramente la razón. “Los siete samuráis” ganó el León de plata al mejor director en el festival de Venecia.

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Los Siete Samuráis, o una obra maestra que cada vez me gusta más. Una de las mejores peliculas de la historia, 206 minutos que se pasan volando, personajes icónicos e inolvidables, actores en estado de gracia y el Emperador Kurosawa moviendo todos los hilos. Absolutamente imprescindible para cualquier amante del cine. Y espero que las nuevas generaciones superen el prejuicio del blanco y negro, la duración y los tiempos porque si no, no sabrán lo que se están perdiendo.

1. No puedo verla sin llorar.
2. Llorar por la admiración hacia el artista, el director... y por la película en sí.
3. La música es tan poderosa como la historia.
4. Una historia sencilla (7 samuráis defendiendo a un pueblo acosado por ladrones) llena de enseñanzas que se quedan en lo más profundo del alma.
5. Extraordinarias, y a la vez naturales actuaciones.
6. Inolvidables escenas... me las acuerdo y vuelvo a llorar...
7. Llorar días, semanas, años, después de haberla visto y recordarla. Sin darle play a ningún reproductor. Sólo recordándola.

Kurosawa parte de la fábula de la cigarra y la hormiga para transformarla en un gran conjunto de situaciones llenas de detalles y profundidad que conforman un gran cuadro que no te cansas de mirar.

Los samuráis trabajaban para un señor, al que debían toda su lealtad. Si bien era un empleo, tenían un código militar, filosófico e incluso religioso al que se ceñían como si fuese sagrado. Estos siete samuráis en paro deambulan por un mundo con guerras feudales, bandoleros y ladrones de poca monta, pícaros, locos, gente en paro y pobreza que lleva a la gente a hacer cosas que no quisieran hacer, incluyendo la rapiña de los campesinos con los soldados caídos. Y sin embargo es un mundo lleno de vida en el que los siete van a ir en busca de su destino. ¿Por qué aceptan el trabajo de defender al pueblo de campesinos, que no les pagarán si ganan? En ningún momento dicen por qué lo aceptan, pero cada uno se va dando cuenta de que en el fondo van a tener que luchar para vencerse a sí mismos, aunque les cueste la vida. Es un desafío personal para demostrarse su propia valía a ellos mismos. Y, dicho sea de paso, el hecho de que trabajen para el pueblo directamente sin un señor de por medio, se salta el sentido de orden estricto que siempre vemos de fondo en las historias japonesas de época.

El guion no decae nunca hasta la emocionante batalla final, los diálogos son certeros, los encuadres visualmente soberbios, en particular las composiciones de grupo, la narración es habilidosa, las situaciones están llenas de matices y la música está muy bien construida y acompaña de maravilla.

Los actores están todos extraordinarios para personajes muy bien trabajados. A destacar un luminoso Takashi Shimura haciendo de jefe de los siete samuráis; el genial Toshiro Mifume dando humanidad a un personaje excesivo, que anima a su manera al grupo; impresionante el espadachín serio, y conmovedor el momento en el que se sienta junto a un árbol, rodeado de flores; los otros cuatro samuráis también están perfectos, cada cual a su manera, incluyendo el más joven que sigue su proceso de iniciación. Hay una alegría común en el grupo que hace que te sientas bien acompañado cuando los miras.

No se trata de una simple peli de aventuras con samuráis bien hecha. Es la vida y la humanidad que hay detrás de todo lo que vemos lo que le da un alma, digámoslo así. Es simplemente impresionante e inolvidable.