La vida de Brian

Esta es una de las pocas películas que relaciono con mi padre, nunca supe mucho acerca de sus gustos cinematográficos, y es que tampoco nunca lo tomé como un apasionado de la gran pantalla.
Pero ahora comprendo porque el nombre de esta película y su característico silbido a modo de orquesta se me ha quedado grabado de la misma forma que lo hace el olor de las lentejas de mi abuela, esto es un icono.
Un icono del humor, donde no hace falta ser muy gamberro para ser irreverente ni muy blanco para resultar estiloso.

Es, "La vida de Brian", uno de esos fenómenos que surgiendo de una "inocente" intrascendencia cómica acaba convirtiéndose en un hito cultural que azota a los más intransigentes. A estas alturas todos conoceréis los problemas que tuvo para arrancar: censuras, financiación, amenazas, rasgaduras de vestiduras..., y todo porque las "gentes de bien" tienen un sentido del humor oficialista y anquilosado; o sea, que no se ríen a menos que tras haber cursado las pertinentes instancias, debidamente selladas y cumplimentadas; hayan recibido en tiempo y lugar el plácet de las autoridades legislativas, jurídicas, económicas..., así como la bendición de su santidad (o santidades). Y, estaréis de acuerdo conmigo, esto rompe mucho la espontaneidad, imprescindible para que la saludable carcajada arrastre como una tromba de agua las muchas inmundicias que atascan nuestras vidas; que, en el fondo, se parecen a la de este contemporáneo de Jesucristo, víctima de todo tipo de ridículas casualidades, insensateces y arbitrarias decisiones de otros.

El paso del tiempo, ahora celebramos los 40 años de su estreno, ha encumbrado esta fantástica obra de los Monty Python, que además goza de una frescura y actualidad dignas de figurar en el haber milagroso de estos entrañables irrespetuosos, que tomándose a guasa la mitología y las religiones han llegado a comer chuletas en el Olimpo y ver como sus personajes eran elevados a los altares.

Y luego viene la parte sentimental de Monty Python's Life of Brian, sobre todo para quienes asistimos a su cegadora irrupción: ¿dónde estabas entonces?, ¿qué momento, de los muchos,estuvo a punto de reventar el "risómetro" de la sala?, ¡qué diferentes las refrigerantes lágrimas provocadas por Terry Jones (la madre de Brian), a las cáusticas que derramamos, por ejemplo, con Bruno en el Ladrón de bicicletas!, ¡cuántas frases memorizadas para triunfar en las reuniones de amigos!, ¡qué bocanada de oxigeno en un país como España que estaba intentando salir de la noche de los cuarenta años, y que aún olía a cacique y sacristía!...

Las filmadas vicisitudes del hijo por forzamiento (al menos al principio) de Traviesus Maximus (también conocido como Brian Cohen) es, sin duda, una de las buenas cosas que han pasado en el mundo desde que, Pijus Magnificus, paseara las calles de Roma y por eso muchos millones de individuos somos seguidores de esa secta que no te obliga a nada y que te invita a reírte de todo, comenzando por uno mismo. ¡Cuántos traumas curados, cuántos complejos superados! ¡A la mierda el sentido del ridículo!

Esta tercera película del grupo de comedia inglés Monty Python es sin duda la más importante y famosa de su amplia y sólida trayectoria. Nunca han estado sus miembros (directores, guionistas y actores indistintamente) tan acertados como aquí.

Desternillante de principio a fin, con un montón de secuencias míticas (la de la zapatilla, la canción silbada del final…) es un auténtico prodigio, por cómo logra ofrecer un humor tan inteligente e irónico, y encima sin ofender los sentimientos de nadie pese a tocar un tema tan proclive a los desencuentros como el sentimiento religioso (como anécdota significativa, esta cinta se ha proyectado toda la vida a los alumnos de secundaria en los colegios concertados católicos, sin duda por su capacidad de acercarles la figura de Jesús, incluso aunque sea a través de su trasunto, el entrañable Brian). Dejó un gran recuerdo en casi todos los que la vieron. Siempre estás a tiempo.

Película totalmente sobrevalorada. Porque cuando una película de humor no consigue arrancarte ni una tímida sonrisa, sino que te deja totalmente frio, algo falla. Quizá sea que yo carezco del sentido del humor. O quizá sea que yo necesito un humor menos franco y más inteligente (en ocasiones la película lo intenta, nunca lo consigue), no una serie de gags de humor vacuo, burdo, ridículo y vocinglero.

Debemos apreciar su originalidad y su intención irónica. No faltan escenas en que detrás del humor malo se advierte una acertada crítica social. Pero poco más. Si llego a verla en la hora de la siesta, me quedo durmiendo.

Comparsa en una farsa.
La primera conversación que tiene o mantiene el Frente Popular de Judea, no confundir con el frente popular judaico, en los asientos o gradas del Coliseo resume y concentra toda nuestra cultura mundo actualmente presente jodiente con increíble precisión y certeza, acojona, no hay otra. La segunda es gloria.
Es la mejor película política de la historia del cine, y la más incisiva y brillante y pertinente, siempre.
Y también una buena película religiosa, y otra excelente sobre la cultura (al calor) de (las) masas que arrebatan.
Visionaria, clarividente, terriblemente lúcida y hasta por algunos momentos incluso graciosa, es lo de menos, nadie es perfecto, vade retro, de otra cosa en verdad os digo que se trata.
A mí, por ejemplo, me hizo reír el regateo primero. Pero va más allá, o acá, de la carcajada o el chiste más o menos fácil o complejo, es, como bien apunta/expresa la chufla/canción final, una enmienda a la totalidad, a la total falta de seriedad de la (¿puta?) realidad o, dicho de otra forma, a su excesiva severidad, lo mismo y tal vez lo opuesto, lo dicho, una puta broma. Y el humor, obviamente, es lo más serio sesudo o reflexivo que cococemos, arte para iniciados, trinitroglicerina, circunloquio, laberinto, rodeo.
Asombrosamente buena pese a su estilo desmañado con mujeres desagradables que son hombres horribles, como en el teatro Kabuki oh dios mío Mizoguchi, su feísmo a propósito a posta (Buñuelesco) o su falta de finura que hasta a los casos más malos/brutos, como el del tartamudo y el otro torcido tarado que estiran el chicle demasiado, se salva colma corona cierra, le ponen el corolario perfecto, estaban fingiendo, yo claudio, como Mota cuando habla en extranjero.