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Agosto

Drama Los Weston viven en una gran mansión en las afueras de Pawhuska, en Oklahoma. La desaparición del padre en extrañas circunstancias hace que la familia se reúna y que todas sus miserias salgan a la luz. Adaptación al cine de la obra de teatro homónima ganadora de un Tony, que a su vez adapta una novela ganadora del Premio Pulitzer en 2008. (FILMAFFINITY)
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Críticas 132
Críticas ordenadas por utilidad
26 de enero de 2014
10 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en una exitosa obra de teatro escrita por Tracy Letts, la adaptación cinematográfica homónima llevada a cabo por John Wells cumple a rajatabla todos y cada uno de los mandamientos de lo que cabría aplicarle a lo que jamás debiere ocurrir cuando se parte de semejante trasvase de encauzamientos artísticos. Siempre se ha sabido que el texto teatral es un terreno trufado de problemáticas de partida para un hecho fílmico. Pero es que este hombre parece que ha hecho su labor con el manual de arranque de la chatarra automática del desguace en donde descansan los restos de “El Coche Fantástico”.
El autor de THE COMPANY MEN hace un gran favor a aquel que se disponga en un futuro a acometer dicha tarea: tras el visionando esta execrable AGOSTO sabrá con justeza el procedimiento a evitar. Vamos a ver, esto es como quien quiera dedicarse a la milimétrica disciplina acuática de los saltos de piscina: que, como manual de nula emulación, debiera comprarse el historial saltimbanqui de Falete o, en su defecto, hacerse con una futura edición en dvd de los reales tropiezos de nuestro monarca cuando tenía la cadera vieja.

La catástrofe viene a narrar la reunión que, tras el suicidio del patriarca, una familia estadounidense lleva a cabo nada más concluir el sepelio de éste. El encuentro tiene durante los tórridos días del mes de verano que da nombre a la función. La casa familiar está sita en Pawhuska, una pequeña población agrícola, sita en el condado de Osage (Oklahoma). Hasta ella acuden las tres hijas del finado. Allí se producirá el reencuentro con su madre, una mujer de carácter agrio, que padece un cáncer, y que tiene graves problemas de adicción a determinados fármacos. Dos de las hijas hace mucho tiempo que no acuden a verla. La reunión tardará bien poco en convertirse en un terreno abonado para la frontal revelación de viejas e imperdonadas rencillas.
La adaptación cinematográfica de Wells, basada, todo hay que decirlo, en un guión escrito por el propio autor de la pieza dramática original, fundamentalmente fenece por dos causas: por la supina incapacidad del director en tratar de buscar la verosimilitud fílmica del material escrito que se le dispone y por el irritante abandono a la desmesura y al exceso de meollos argumentales convocados. Digamos que Wells ha querido hacer una tortilla de patata y ha comprado huevos, patatas… y berenjenas, alcachofas, puerros, nabos, chirivías, cola-cao, rabo de toro, anacardos y olivas negras. Pues que la tortilla de patata, antes de mutar en tortilla supermercada, ha sacado la bandera roja de Los Vigilantes de la Playa.

AGOSTO depara un morrocotudo festival de tropelías argumentales y escénicas: la superabundancia de asuntos a tratar constriñe la verosimilitud de las reacciones de los personajes. Si hacemos un somero repaso de los ingredientes convocados, rápidamente se podrá comprobar que la suma de semejantes voltajes era asaz peligrosa e inflamable: muerte de ser querido, cáncer, adicciones varias, choque de caracteres materno-filiales, desavenencias amorosas, fracasos sentimentales, influencias educativas, resentimientos pasados, infidelidades secretas… un cúmulo de lugares comunes al que se opta por intentar desentumecer de ese abono a lo trillado mediando una postiza exageración de revelaciones que, en el último tercio de la función, alcanza cotas bochornosamente desaforadas. Digámoslo claro, las desavenencias de la familia de Isabel Pantoja tras el preñe de la niña y el raje twitero del chache DJ, comparadas con éstas, son los problemas de Bob Esponja para beber agua.

A todo ello se le une la táctica privilegiada por el realizador para acometer el encuadre de esa sarta de ferocidades propasadas a granel: la desaparición total, el nulo intento por otorgarle a la cámara un papel protagónico, estructurante u acotador de verborrea expresada taquicárdicamente. Comparar la labor de Wells con lo hecho por Richard Brooks , Joseph L. Mankiewicz, Elia Kazan o John Houston con los textos prestados por el inigualable Tennessee Williams es establecer un esfuerzo comparativo entre el Nacimiento de Venus, de Botticelli y el último vídeoclip de Mario Vaquerizo, esa Venus nacida para ser Nancy. La puesta en escena es lacia, pacata, perezosa e impersonal: la tensión pretendida no supera jamás su plastificada condición de patetismo importado. La cámara, para más inri, sólo obedece a un imperativo: el lucimiento unipersonal de ese tsunami del gesto llamado Meryl Streep.

La interpretación de la laureada actriz podría permitir al espectador acudir a un juzgado de guardia. Egocéntrica, desatada, abusona, retorcida, inmodesta, fatua y exhibicionista hasta el ridículo espectadoricida, la Streep brinda un inhumano festival de egoísmo interpretativo pocas veces visto. A su lado Jim Carey, Robert de Niro, Al Pacino y Robin Williams son arreglo congelado de ensaladilla rusa, esto es, los tutores de Ben Affleck y su monogesto mayonesa. No sabemos si da la réplica a sus compañeros o los pasea por el corredor de la muerte.

Sólo le falta interpretar a la mecedora. Dan ganas de desearle que interprete La Biblia ella sola en el Estadio de Wembley haciendo de Dios, de Hijo, de Espíritu Santo, de Caín, de Abel, de ñu en el arca de Noé, de cabeza cortada de San Juan Bautista, de pesebre del Belén y de chulo de María Magdalena. No para de gestualizar ni cuando sale de plano ni cuando el plano osa salirse de ella hacia una Julia Roberts que queda convertida en galleta ajusticiada por las fauces de Triki. Casi comprendemos la parálisis de la cámara y el suicido del marido. Contemplarle el desmadre politoxicómano y frenopático es desearse a las venas sentencia de harakiri. Por favor, cuando la vuelvan a precisar delante de una cámara, o bien me la sacan con máscara de fuerza, o bien me la maquillan con cemento de Margaret Astor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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12 de enero de 2014
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la familia se producen los peores casos de abuso y maltrato a la vez que se dan los mayores gestos de generosidad y sacrificio.

Las circunstancias y experiencias, tanto positivas como negativas, que vivimos durante la niñez, nos ayudan a construir nuestra personalidad. El desarrollo normal del carácter requiere la satisfacción de ciertas necesidades esenciales como son alimento, seguridad, protección, calor humano y afecto. Igualmente importante es la presencia estable de adultos que sirvan de modelos y proporcionen apoyo, ánimo, comprensión, disciplina.

Bajo condiciones de abandono, privación, falta de afecto y abuso físico o psicológico, los niños adoptan un talante desconfiado y temeroso. Ante esas circunstancias adversas muchos tienen dificultades para diferenciar el bien del mal, no adquieren la capacidad de autocritica o de remordimiento ni sienten compasión hacia el sufrimiento ajeno. Un entorno nocivo, además, altera la capacidad de controlar los impulsos y trastorna las relaciones con los demás, la disposición para la intimidad, la habilidad para verbalizar sentimientos y la aptitud para adoptar el punto de vista de otros. El amor engendra más amor y la violencia engendra más violencia.

La historia que nos cuenta John Wells en “Agosto” (basada en “August: Osage County”, obra de teatro en tres actos del dramaturgo estadounidense Tracy Letts quien también ha escrito el guión) no es nueva. Las difíciles relaciones familiares han servido como argumento a grandes películas como “The Savages” de Tamara Jenkins, “In the Bedroom” de Tood Field o “Heredarás la tierra” de Jocelyn Moorhouse: acontecimientos traumáticos, como la enfermedad o muerte de alguno de los progenitores, vuelve a reunir a las familias originando un ambiente catarquico en el que salen a la superficie secretos, mentiras, rencillas y rivalidades inconfesables. Cuando la semilla de la discordia se esparce entre los miembros sus consecuencias pueden ser imprevisibles.

Aristóteles definió la catarsis como la facultad de la tragedia de redimir al espectador de sus propias bajas pasiones al verlas proyectadas en los personajes de la obra: al involucrarse en la trama, la audiencia puede experimentar dichas pasiones junto con los personajes y contemplar el castigo, merecido e inevitable de éstas pero sin experimentarlo él mismo. A mí no me ocurrió así: la historia de los Weston me afectó. Me involucre con los personajes y sufrí con sus miserias. Creo que no era el momento de ver esta película, que debería haberlo evitado.

Meryl Streep como esa madre dura e insoportable, implacable con los desastrosos caminos que han elegido sus hijas, a quienes no para de reprochárselo en cuanto tiene ocasión, y con la debilidad de su marido, ese alcoholismo que le recuerda su propia flaqueza, la adicción a las pastillas, te hace odiarla; cuando trata de ocultar los efectos de la enfermedad que padece, recuerda, con la mirada perdida, la pobreza que experimentó en su infancia o refleja en su demacrado rostro el pánico terrible que le inspira la soledad y el abandono de su familia, te hace llorar y quererla. Nos ofrece una soberbia interpretación de una mujer que, aunque asustada y enferma, se aferra a la vida y que añora, a la vez que desprecia, a su marido por haberla abandonado en el camino.

A su lado Julia Roberts, la hija más parecida, la que le robó parte del amor de su marido, con un matrimonio roto y una relación materno filial con su hija que empieza a reproducir peligrosamente la suya propia con esa madre de la que hace tiempo intentó alejarse. Amor y odio entre dos mujeres que se hieren y agreden continuamente, pero que se reconocen la una en la otra.

Ambas realizan interpretaciones de Oscar y espero que ambas lo ganen.

Igualmente fantástica la banda sonora de Gustavo Santaolalla, quien ya cuenta en su haber con dos Oscar: el primero en 2005 por “Brokeback Mountain” y el segundo por “Babel” en 2006.
MAFALDA
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26 de enero de 2014
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay nada más triste que ver a una de las mejores actrices de todos los tiempos haciendo el ridículo. Meryl Streep nunca debía haberse pasado con las pastillas para rodar esta película. No te la crees en casi ningún momento. La Roberts le gana la partida.
Mayte Alvarez
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19 de enero de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La vida es muy larga" T.S. Elliot.

Con esta declaración de intenciones comienza "Agosto", el último vehículo de lucimiento para Meryl Streep, un film de corte independiente que se beneficia de un reparto coral de alto nivel, y cuya vocación de melodrama, busca su solidez más en la parte trágica que en los breves momentos de comedia, que son básicamente leves pinceladas de sutil ironía.

Basada en una obra teatral ganadora del prestigioso premio Pulitzer, y cuya autora, Tracy Letts, se encarga de adaptar su propio texto. Un trabajo que se entiende bastante literal, pues su paso al celuloide contiene una desmesurada carga escénica, primera desventaja formal de "Agosto", que se resiente precisamente en ese punto, provocando cierta sensación de vacío en un espectador, que tarda bastante en empatizar y acostumbrarse a su hermético estilo.

Una vez superado el trance inicial, la cinta se va acomodando en convincentes momentos de lucidez, todos ellos provocados por la coincidencia del elenco de actores al completo, de sus intrigas familiares y la mala leche que se gastan la mayoría de sus miembros, y lo cercanas que pueden resultarnos tales situaciones, la cosa mejora, y encuentra motivos para la celebración.

Dirige John Wells, un realizador forjado en el mundo de la televisión, curtido en series como "Urgencias" o "Shameless", y cuya mejor virtud reside en su trabajo con los actores, no tanto con la Streep, que no necesita demasiados consejos, pero si con los interpretes más jóvenes, como Benedict Cumberbatch, o menos conocidos, como en el caso de Margo Martindale o Julianne Nicholson, y por qué no hablar de Julia Roberts, a la que la madurez le sienta de maravilla, y a la que prácticamente pertenece el control del film, tal es la fuerza e importancia de su personaje en la trama.

Un film interesante, al que una buena dosis de alma cinéfila, destinada a contrarrestar su excesiva teatralidad, le habría venido de perlas, pero hasta ese reproche no deja de ser una opinión estrictamente personal, ya que el ser independiente de "Agosto", le da crédito para mostrarse libremente en la forma que mejor le plazca, dejando su valoración totalmente abierta al gusto individual de todo aquel que se acerque a su historia.


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alcaide
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1 de febrero de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer algunas críticas, fui a ver esta película con la idea de que estaría lastrada por su origen teatral, y resultó que no. No me parece lastrada por eso, me parece que la historia, el guión, lo que se dice en ella, es tópico y aburrido como una vulgar reunión familiar de la vida real, solo que un poco más histriónica e incoherente, y con la diferencia además, de que en la vida real comes, bebes y te relacionas con personas a las que te ligan sentimientos, y esta historia la ves a palo seco en el cine, y te es muy difícil empatizar con unos personajes que solo son creíbles a ratos.
Los actores son muy buenos y hay algunas buenas escenas, pero nada más.
Hacia el final, supongo que para animar y dar tensión a la historia, se nos presenta una traca de explosiones dramáticas, que parecen de telenovela.
En fin, que no me ha gustado la película, que me he aburrido. Le pongo un cinco por los actores.
Becerreo
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