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The Lords of Salem

Terror. Fantástico. Thriller Hace mucho tiempo, Salem (Massachusets) era el centro neurálgico del mal, el lugar donde las brujas celebraban sus aquelarres. En la actualidad es, al menos en apariencia, una ciudad normal. Heidi presenta un popular programa de radio centrado en el rock duro; un día, recibe un vinilo promocional de una banda llamada The Lords. La música, extraña y siniestra, la deja profundamente turbada, provocándole pesadillas y alucinaciones. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 59
Críticas ordenadas por utilidad
11 de septiembre de 2015
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Rob Zombie cambia de estilo y esta vez hace una película que no se parece en nada a sus anteriores trabajos. No hay violencia desmesurada, brutalidad y sangre. Ni siquiera el ambiente malsano que lo caracterizaba. A cambio, el músico desarrolla un argumento simple cuya fuerza reside en la imagen, la potencia de las escenas, un ritmo pausado necesario, sin giros estúpidos, la creación de una atmósfera de terror sobrecogedora acompañada de una banda sonora con mucha fuerza.

Son indudables sus influencias, no solo de La semilla del diablo, si no de El resplandor, Suspiria, incluso del cine de Carpenter, Buñuel o Lynch. A Zombie le gusta el cine de los 70 y 80 y lo demuestra con homenajes que hacen las delicias de los asiduos al terror. Y aún así, la película no recuerda a ninguna de ellas en su visionado, tiene algo propio. Es bastante meritorio.

El simbolismo es parte fundamental. Figuras religiosas son deformadas a su placer, sacando su lado demoníaco, siendo profanadas en una historia en que el mal es dominante y el bien está corrupto o es eliminado. Es interesante analizar por qué el número 6 apenas aparece y sin embargo el número 5 toma una gran importancia. El número 5 simboliza, por un lado, la perfección de la creación y gracia de Dios, es un número ligado a la protección del mal, del equilibrio. Pero por otro lado también tiene un simbolismo pagano, representa el pentagrama invertido, ligado a la brujería y el satanismo. Es un número de connotaciones religiosas que Zombie pervierte a su antojo. A lo largo de la película se recurre a él de forma evidente o velada. Un símbolo que podría significar el equilibrio entre mal y bien, un equilibrio que se rompe.

El director ha mejorado notablemente su dirección. Los planos están más cuidados, crea una atmósfera inquietante. Se esfuerza en la puesta en escena. La historia e interpretaciones quedan en segundo plano para recrearse en lo demás. Juega con las luces, el poder visual y las melodías de terror. Como se hacía en Suspiria.

En el último acto el surrealismo presente en la película toma el control absoluto, advirtiendo que el mal ha conseguido vencer. Los rostros e ideogramas religiosos se deforman. La cabra, recurrente en toda la película, regresa. Cabe decir que la cabra es un símbolo del satanismo que se burla del cordero de Dios. A menudo el diablo es representado con cuernos de cabra, confiriéndole el poder del pecado.

Me gustaría analizar cada uno de los símbolos y metáforas que hacen presencia pero sería demasiado largo. Es una película que daría pie a un buen debate sobre su contenido. Para finalizar, me queda recomendarla a los amantes del terror, es una película personal, con aires del cine de antes. Para nada complicada en entender en su totalidad, ese problema viene del público acostumbrado a grandes producciones sobreexplicadas que cuando no se lo dan todo masticado su cerebro deja de funcionar.

No soy seguidor de Rob Zombie, sus películas anteriores me parecen mediocres, y la anterior es directamente infumable. Pero en la que es su primera película con libertad creativa total ha logrado algo diferente y bastante original. Un terror centrado en la creación de atmósfera y ambiente diabólico, un horror que simplemente se siente en el aire, huyendo de sustos tópicos y sangre gratuita.
Biopunk
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9 de enero de 2016
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Quizás (por no decir seguro) la mejor película de Rob Zombie, que hasta este film había demostrado tener muchas ideas pero no saberlas desarrollarlas adecuadamente.
En esta ocasión consigue atrapar al espectador por medio de un empaque técnico de calidad, alcanzando un clímax de terror contemporánea proveniente de hace siglos, gracias a la subyugante música, de la acrisolada fotografía de Brandon Trost y del trabajo de maquillaje.
Aunque quizás lo mejor sea la seriedad de todo el conjunto, no en vano, aunque existan ocasionales toques de humor inteligente, la cinta es sobria y no tiene nada de sátira o de cachondeo.
A la buena prestancia general ayudan, y de qué manera, la labor de la intérpretes femeninas, exceptuando a la sosa y nula dramáticamente hablando, protagonista, esposa del realizador y nada apropiada para el papel. Apenas muestra ningún sentimiento tal es su estultez interpretativa.
Pero el resto de féminas son de postín, con un trío acongojante y acojonante en su cotidianidad terrorírica: Dee Wallace, Judy Geeson y Patricia Queen, sin olvidar la presencia de Meg Foster. Y es que además de esta última, podemos ver a simpáticos intérpretes que hace tiempo no se les veía el pelo y que fueron populares en décadas anteriores: Andrew Prine, Billy Drago, Sid Haig, Richard Lynch y una madurita pero todavía atractiva María Conchita Alonso.
En resumen, una interesante película, que merece la pena ver, si se soporta a la actriz protagonista.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Constancio
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13 de febrero de 2019
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El punto de partida resulta intrigante y el concepto de la propuesta de Zombie resulta realmente atractivo. Reconectar la historia de las brujas de Salem, en el siglo XVII, con un grupo de personas que habitan en la actualidad en esa población de Massachusetts a través de la reproducción de un subyugante disco de vinilo.
El descubrimiento de un mundo oculto, el pasado oscuro que sigue impregnando la realidad actual, todo ello siendo revelado a través de unos primitivos sonidos que despiertan los recuerdos más enterrados y ocultos de una tierra, una población, llena de fantasmas del pasado.
Desafortunadamente, un buen concepto puede verse lastrado por un desarrollo errático, como es éste caso. La estructura inconexa y una narración confusa lleva a plantearnos, como público, qué es exactamente lo que nos quiere contar Rob Zombie, a dónde quiere ir a parar. Hay buenas secuencias, en las que llega a profundizar en los conceptos más oscuros y perturbadores que haya realizado hasta ahora Zombie, con una imagenería propia, un espíritu irreverente y provocador, que, sin embargo, no llega a cuajar en ningún momento ya que no hay una continuidad en éstos momentos. No consigue crear una atmósfera perturbadora ni un ambiente, tan habitual en el cine de Zombie, perturbador ni desasosegante.
Probablemente, una de las causas de éste desequilibrio se encuentre en la protagonista. No solo en el personaje en sí ( pobremente escrita, poco desarrollada y practicamente ningún motivo para sentir nada por ella ), sino en la intérprete, Sheri Moon Zombie, eficaz cuando está integrada en un cast más amplio, siendo una mujer con un magnetismo innegable pero que, en este caso y dado que el papel requiere de una mayor profundidad dramática, se queda claramente corta en su trabajo. Este es un problema importante, dado que si no tienes ningún interés en lo que le sucede a tu protagonista, la carga dramática y de tensión no tiene el mismo peso.
Aún así, hay suficientes alicientes para que el visionado no sea una pérdida de tiempo. La inquietante vivienda en la que la mayoría de los acontecimientos suceden, el vecindario que rodea a la protagonista, abordadas de una manera muy clásica en el suspense de los 60´, con largas secuencias evocando esos aquelarres urbanos que resultan tan inquietantes, por lo cercanos que resultan a la vez que chocantes son el imaginarse ese tipo de reuniones que ubicaríamos más en la profundidad de un oscuro bosque. Esa imagenería visual que hayamos, aquí y hayá, a lo largo del metraje, con unas figuras encapuchadas que resultan realmente cautivadoras.
Pero, finamente, toda ésta conjunción de imágenes, sonidos e ideas no acaban de construir la obra que se podría haber anticipado.
Cecil
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7 de mayo de 2020
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Introducción bastante buena que auspicia una película de terror con algún que otro susto. Sin embargo, de repente Rob Zombie da paso a una película onírica donde se muestran sus desvaríos mentales y, la verdad, y esto es muy personal, soy poco amigo de las ensoñaciones de directores que van de listillos… no todo el mundo es Buñuel y Dalí… (“El perro andaluz”, 1929)

Sólo al ver el apellido de la protagonista (Sheri Moon Zombie) descubro el pastel y me doy cuenta de cómo el director quiere meter con calzador a su esposa en sus mediocres películas, desde los remakes de Halloween (“Halloween”, 2007; y “H2: Halooween II”, 2009) a la que nos ocupa.
Alberto M Laguía
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1 de noviembre de 2020
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Rob Zombie ese 'metalero' que se metió al mundo del cine, de terror para ser precisos, vuelve a fallar en su intento de conseguir un film no ya redondo, sino medianamente satisfactorio. Continuamente da la impresión que pretende abarcar demasiado, crear algo de culto, pero finalmente deja una sensación de haberse visto tan perdido como superado por sus deseos irrealizados.
No voy a cargar las tintas en su decisión de elegir para los papeles principales a su compañera Sheri Moon, quién en esta ocasión no destaca para mal. Estos apuntes que hice con anterioridad van dirigidos exclusivamente al polifacético autor.

Si sumamos en el lado negativo la falta de ritmo de la trama, el conjunto se hace aún más tedioso a la par que confuso, cuando en este particular subgénero del terror satanista lo ágil y directo a las emociones primarias del espectador resulta primordial (salvo que seas capaz de cocer a fuego lento una obra maestra tamaña como "La semilla del diablo", a la cual la han sacado más de un parecido con la película que ahora ocupa esta crítica y en lo que, por obvias razones, discrepo).

Así que sin un guión consistente, que de haber estado correctamente elaborado podría haber dado lugar a un apañado cortometraje y no a un producto de hora y media de duración, ni grandes interpretaciones, el interés queda reducido a unos efectos especiales que buscan la controversia (mucha referencia a la Iglesia católica con una iconografía sangrienta y burlona, especialmente en el alucinado alarde del tramo final) siempre y cuando tu atención a la pantalla siga intacta y no te hayas desconectado ante tanta impotencia por comprobar que no se ha sacado apenas rendimiento de los medios técnicos y artísticos (con todo lo mejor es ver reunidas a una amplia cantidad de viejas glorias del género) con los que Rob Zombie 'el director intrusista' contaba.

Por su grado alucinatorio y provocativo, más que a "La semilla del diablo" (Roman Polanski, 1968) la encontré, personalmente, cierto parecido a "La secta" (Michele Soavi, 1991). Si bien ambas películas -y tantas otras- parten del clásico de Polanski para largarse, por su cuenta y riesgo, a lo largo y ancho de errados caminos.
Moonface
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