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Campanadas a medianoche

Drama. Comedia. Bélico Inglaterra, Guerra de los Cien Años (ss. XIV y XV). Enrique IV, primer monarca de la dinastía de los Lancaster, en 1399 le arrebata el trono a su primo Ricardo II. Adaptación de varias obras de Shakespeare: "Enrique IV", "Enrique V", "Las alegres comadres de Windsor" y "Ricardo II". (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
10 de julio de 2008
230 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles es el tipo ese de nuestra clase, tan alto. Nunca estudia y saca sobresaliente, ni siquiera toma apuntes. Se mantiene a la vez indiferente e irónico con los profesores. Habla inglés mejor que el profe de inglés. Ha leído todos los libros del programa de Literatura antes de empezar el curso, y cuando tenemos una hora de estudio libre saca una novela de Faulkner en su idioma original. Lo envidiamos cada vez que abre la boca, porque su humor va tan por delante de nuestro pensamiento que nos sentimos pequeños y agradecidos. Y lo seguimos envidiando cuando vemos que hay chicas esperándole (desconocidas, mucho más hermosas que las de la clase, siempre en número par) al final de la jornada.

Al cabo de veinte años nos lo encontramos por la calle. Está gordo y canoso. No es presidente de la ONU, ni jefe de una multinacional, ni siquiera trabaja para una empresa privada. En el bar nos gustaría consolarle diciendo cuánto ha significado su figura, su recuerdo, en nuestra vida, pero comprendemos a tiempo que es una estupidez.

Lo vemos, hablando. Su voz está arrugada. Nuestro pensamiento se distrae un instante con la reunión que tenemos esta tarde y está a punto de abandonarlo definitivamente.

Lo seguimos escuchando. Reímos una vez. Y de repente, fluimos. Nos dejamos llevar. Reímos con otra historia. Guardamos silencio expectante antes del desenlace sorprendente de un nuevo relato. Nos emocionamos como no recordamos haberlo hecho en los últimos veinte años. Y reconocemos una devoción antigua, para la que no encontramos una palabra que la describa, más viva que nunca, más viva que la propia vida.

Vemos su enorme espalda, andando calle arriba, sin prisa y también sin vacilación. Nunca será Rey. Gracias a Dios. Él es el Príncipe todavía. Porque a los príncipes se les permite tener alma.
Talibán
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30 de diciembre de 2006
55 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con estas palabras que maese Shallow (Alan Webb) le repetía constantemente al pícaro y cínico redomado personaje shakasperiano, John Falstaff, mentor-corruptor del príncipe de gales Hal (Keith Baxter), futuro rey Enrique V... iniciaba esta película de producción suizo-española que el maestro de maestros, Orson Welles, llevó a la gran pantalla en escenarios íntegramente españoles por expreso deseo del productor español Emiliano Piedra, ya que en principio era el territorio yugoslavo el elegido como escenario de la puesta en escena, y con un reparto testimonial español como el breve personaje del instigador y conspirador Worcester a cargo de nuestro entrañable Fernando Rey ó el personaje también breve y esporádico de Northumberland a cargo de José Nieto.

Así pues, la película viene a ser una especie de homenaje a susodicho personaje shakaspereano, sir John Falstaff, aparecido en algunas de las obras del célebre escritor británico concretamente en las partes I y II de "Henry IV(Enrique IV)" y así mismo en "Las alegres comadres de windsor"... aunque Welles aprovechara sólo las partes I y II de "Henry IV" aderezado con escenas de las obras de "Ricardo II" y "Henry V(Enrique V)", ya que precisamente la obra de Welles comienza cuando la voz narradora en off nos pone en antecedentes sobre la misteriosa muerte del rey Ricardo II, según algunas voces con la colaboración del duque Enrique de Bolingbroke, a la sazón nuevo rey con el nombre de Enrique IV, y padre del díscolo y corrompido por la compañía del pantagruélico Falstaff, príncipe de gales y futuro sucesor suyo con el nombre de Enrique V...

Así pues, adaptada por el propio Welles, con una estupenda fotografía en blanco y negro evocando perfectamente el siglo XV inglés a cargo de Edmond Richard, y una brillantísima banda sonora a cargo de Alberto Lavagnino, la película adapta unos magníficos, ingeniosos y sesudos diálogos en verso shakaspereano, sobre todo cuando entraba a escena el propio Falstaff, siempre ensalzando las virtudes del xerez español, mientras relataba toda una sarta de mentiras grandilocuentes y era tomado a chanza por sus aventajados discípulos; el príncipe de gales, e hijo díscolo del rey Enrique IV, Hal (Keith Baxter) y su fiel escudero Ned Poins (Tony Beckley).

Con una puesta en escena sobria a la par que vetusta, la obra sale finalmente triunfal del marasmo de guerras y conspiraciones en las que se ve inmersa, destacando sobremanera la escena de la batalla entre los Percy (los legitimistas) con Henry Percy "Escuela ardiente" como abanderado y los reinantes familiares de Enrique IV, con el príncipe Hal como estandarte.

A fé que el mismo Welles quedó orgulloso de la obra, puesto que siempre dijo que fue la obra que más le agradó junto con "El proceso" de su etapa francesa...

Una película

L E G E N D A R I A.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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25 de enero de 2009
34 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película con argumento de Welles fue esta impresionante obra maestra, refundición de cinco textos de Shakespeare: es la lucha por el trono de Inglaterra entre Enrique Percy y el príncipe de Gales. A este último le instruye Falstaff (interpretado por el propio Welles) un pícaro, orondo y entrañable personaje.
Dotada de toda la fascinación visual de su autor y con su gran sentido barroco, "Campanadas a medianoche" se puede decir bien claro que es una de las mejores películas de la Historia, dónde Welles demuestra su estado de gracia inmejorable en la situación desgraciada que lo persiguiera desde "Ciudadano Kane": las limitaciones presupuestarias y de producción. Por ello, aún tiene más mérito la película, producida por España, lo que da a nuestra cinematografía una joya impensable y única (ya había realizado en 1951 "Mister Arkadin").
Estamos ante un film complejísimo, fusión del universo inmarchitable de Shakespeare pero bañada por la amarga picaresca del Quijote cervantino que habría que centrar sobre todo en el impresionante personaje de Falstaff, al que Welles da vida de forma impecable, soberbia, insuperable. Para él mismo se reserva un personaje decadente, casi ingenuo, libertario y sin maldad. Welles se está interpretando a sí mismo, a su genialidad inabarcable y no apoyada, a su vida libertaria y excesiva, a su ingenuismo tierno y complejo. Y sino fuera así, ¿porqué no eligió el personaje de Gielgud?. Mejor que no lo hiciera pues queda para la posteridad este Falstaff.
Quizás sea díficil asegurarlo, pero esta puede ser la auténtica obra maestra de Welles, dónde su estilo expresionista, su empleo del montaje y la planificación, su capacidad para jugar con los claroscuros de los personajes, del alma humana y de los fotogramas alcanza cotas más altas, regueros de inspiración sublime. Hay aquí una magistral, inabarcable, excitante e imborrable conceptualización y mixtura de épica, tragedia, drama, humor, belicosidad y aventuras. Y qué decir de la imponente dirección de actores con soberbios trabajos de Gielgud y todo un equipo completado por Fernando Rey, Margaret Rutherford, Marina Vlady, Norman Rodway y Walter Chiari. En fin, que ésta lúcida y amarga reflexión sobre el paso del tiempo y la decadencia es la corroboración definitiva de que cuántas más dificultades tenía el genio, empresas más fastuosas, inverosímiles y desproporcionadas, más apasionantes y excitantes proponía, incansable, resistiendo estoicamente tanto obstáculo y vallaje a su talento, resistiendo su más remota opción de llevarlo a imágenes, sobrevolando genialmente por encima de todos sus límites previos e instalándose en lo ilimitado, en lo impresionante, como si el hambre aguzara su innato y enorme talento. Y qué lujo para la raquítica España de los 60 haber producido tamaña obra maestra.
kafka
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23 de junio de 2008
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Campanadas a medianoche es una película difícil de comentar. Es de Welles y eso supone siempre "algo distinto" que podrá convencernos en mayor o menor medida pero que, con toda seguridad, "romperá esquemas". Esos son los poderes de Orson Welles. Por encima incluso de su buen trabajo como actor está la lucha contra la monotonía, lo convencional y lo preestablecido. "Welles is diferent" podemos afirmar, y eso se nota. Se nota en los contenidos, en las formas, en los diálogos, en el montaje, en los movimientos y enclaves de cámara y hasta en los blancos más limpios y en los negros más siniestros. Si las películas oliesen, olería a Welles.

Y Campanadas a medianoche tiene su inequívoco aroma. Esas tomas desde planos insospechados en la posada de costureras modositas. Esa batalla medieval tan exactamente igual a tantas y tantas batallas edad-media y a la vez tan singularmente cruel. Espejo donde se mirarán otros cineastas. Recordemos a Bravehearth. Ese desfilar de lanzas sacado de las insignes pinacotecas patrias. Los gozos de la miseria y las sombras de una realeza que añora entre versos shakaspearianos el tranquilo descanso del grumete en la tormenta. Los gozos y las sombras en el fondo de todo, en el rey que rabió y en el rey que finalmente acaba rabiando y pasando página de amistades peligrosas. La ingratitud y la caja de pino. A eso se reduce todo. Pero desde la primera narración en off hasta la postrera, "hemos visto tantas cosas, eh, sir John"....

Vimos interpretaciones de quitarse el sombrero, el almohadón ó la cacerola. Por cierto, genial interpretación bufa de su majestad por parte del propio Welles como Falstaff. Ahí están John Gielgud, Margareth Ruterford y Jeanne Moreau, lujazo donde los haya. Pero también encontramos a Keith Baxter como el principe de Gales ó Alan Webb como Shallow, cuasi desconocidos pero magistrales. Vimos localizaciones capaces de remontarnos en el aire de los siglos y de los paises: Ávila, Chinchón, Cardona... Y sobre todo oímos Maese Shallow las campanadas de un cine que despierta nuestra cultura ancestral europea, la cultura de Shakespeare atravesando océanos y fronteras para retornar en la mirada de un norteamericano universal por los cuatro costados ¿Natural de Wisconsin?: Pura anécdota.

"Si, sir John, las oímos, las oímos..."
FATHER CAPRIO
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21 de diciembre de 2006
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué grande Orson Welles. Casi todo lo que tocaba lo convertía en Arte. En el caso de "Campanadas a Medianoche", la influencia de Shakespeare (y otros autores que rayan su importancia universal) se palpa en cada detalle y en cada diálogo, en cada ambientación y moraleja, mostrando de contínuo riquísimas muestras de moral al mismo tiempo que asistimos a una poderosa caracterización del ser humano del medievo.

Lo cierto es que la recreación de Inglaterra en plena Edad Media está más que conseguida (salvo ciertas puntualizaciones) siendo, bajo mi punto de vista, de las pocas películas que te trasladan de manera muy fiel y rigurosa a una época riquísima en matices costumbristas y cotidianos, narrados con el estilo característico del lenguaje literario medieval.

Y si hablamos de las interpretaciones, pues qué se puede decir... Orson Welles en su línea, es decir, magistral y apasionante, enseñando interpretación en cada gesto, movimiento y palabra. Un maestro imperecedero por los siglos de los siglos.
CALIGVM
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