El cónsul de Sodoma

Vale, voy a ser sincera: la pura verdad es que he ido a ver esta película como quien va a ligar a un convento, es decir, sin esperar nada de nada.

Jaime Gil de Biedma me flipa, eso es cierto, no puedo evitarlo, es uno de MIS POETAS, y es que es absolutamente genial (para muestra un botón: cuántas veces me saltaron las lágrimas, las lágrimas por ser más que un hombre, cuánto quise morir o soñé con venderme al diablo, que nunca me escuchó). El caso es que “El cónsul de Sodoma” me llamaba la atención, no tanto por la película en sí, sino por ver qué contaban exactamente de la vida de Gil de Biedma. Y, en serio, me he quedado a cuadros: ¡Qué película más redonda! No sólo el guión es muy bueno, tanto los diálogos como lo que han decidido contar y cómo (tengo que resaltar las partes en las que se leen los poemas, que pensé que iban a quedar fatal, pero qué va, si al final casi estás deseando que no pare de recitar), sino también todo lo demás.

Primero: no es el típico biopic-postcomida de los sábados por la tarde, para nada.
Segundo: es entretenida, o lo que es lo mismo, no me he aburrido en ningún momento, es más, he disfrutado cada escena.
Tercero: Jordi, macho, te has salido, ya no estás en este mundo.
Cuarto: ¿y la banda sonora qué? GENIAL.
Quinto: cinematográficamente es original (el montaje me ha encantado), que creo que es lo que más me ha sorprendido y también lo que más agradezco. Tiene unas cuantas escenas de estas que no se olvidan fácilmente. Sin ir más lejos, ese final... WOW.

¿Conclusión? Ya que “El cónsul de Sodoma” es la típica película que a casi nadie se le ocurre ir a ver, he decidido recomendarla públicamente, atendiéndome a las posibles consecuencias de mi acción. HE DICHO.

1. Gil de Biedma se quedó calvo antes de lo que esta película da a entender.

2. El recluta gitano llevaba unas melenas antirreglamentarias que no se explican ni aunque fuera el amante del coronel de su regimiento.

3. Es inverosímil que en pleno franquismo un edificio oficial llevara rótulos en catalán. Sin embargo, se lee con claridad «Port de Barcelona».

Ya, ya, nada de esto es muy importante. Pero cuando empiezo a fijarme en estas tonterías significa que la película no consigue atraparme. Es una pena, porque a ratos «El cónsul de Sodoma» es fascinante –otras, blandita y peliculera– y Mollà y los actores masculinos hacen una interpretación ajustada de sus personajes (yo no conocí a Gil de Biedma ni a su pandilla, claro, pero me los imagino así).

En el cine sólo había tres espectadores más y los cuatro éramos cónsules de Sodoma.

Me pregunto si los responsables de esta cosa han tenido el detalle de mandar un sobre con parte de sus misérrimas ganancias en taquilla a Joe Dante o a los descendientes de Richard Fleischer, autores, respectivamente, de “El chip prodigioso” y de la más añeja y encantadora “Un viaje alucinante”, en pago por su descarado plagio de la historia que allí se contaba. Lo recordáis, seguro: unos tipos reducidos al tamaño de glóbulos deambulan en su minúscula nave por el interior del cuerpo de un maromo seriamente enfermo. Bueno, esto viene a ser lo mismo, sólo que Sigfrid Monleón y su tropa, tíos sensibles y amantes de lo lírico donde los haya, han decidido que la mejor manera de penetrar en la vida compleja y en muchos aspectos apasionante de uno de los mejores poetas españoles del siglo XX era por vía rectal, directamente a través de su esfínter.

Que la vida sexual de Gil de Biedma contiene pasajes escabrosos es cosa sabida, y nadie que haya hojeado sus diarios o conozca detalles de su biografía va a escandalizarse a estas alturas por lo que esta película pueda revelar. Lo que sí resulta cuestionable es enfatizar ese aspecto de la vida de quien siempre fue muy pudoroso con su vida privada como coartada para hacer de él el atormentado protomártir gay que nunca quiso ser y con la excusa de perfilar mejor su obra poética, como si el título elegido, un parpadeante neón de burdel en la senda gloriosa del cine erótico de la transición, no nos anticipara por dónde irán los tiros. No nos engañemos: lo que aquí importa es ver a Gil de Biedma ejerciendo de mirón o compartiendo fluidos corporales, a solas o en grupo, con adolescentes asiáticos o marineros americanos y cachas, con negros o fotógrafos o putas gitanas, con tipas flacuchas con sombrero cordobés. La poesía, el juego de hacer versos, aquí no pinta nada.

Quien quiera ahorrársela, tendrá bastante con un par de minutos, con las miraditas lascivas y los guiños y sonrisitas picaruelas de peli de Marisol entre Gil de Biedma y un camarero filipino, aliñadas con las frases sentenciosas y pretendidamente irónicas del poeta. El resto del metraje es una simple variación sobre estos primeros minutos, un cargante e interminable potaje de escenas de sexo cursi para monaguillos de Medem y la pedante y solemne cháchara literaria y política de unas figuras sacadas en carretilla de un museo de cera, servidas a ritmo mortecino y amodorrante y entreveradas con poemas recitados por Jordi Mollà con la vocecita meliflua de un obispo.

Cuando dentro de unos años alguien estudie por qué el cine español de nuestros días chapoteó en la indigencia, encontrará en los 109 minutos que dura esta cosa abundante material de investigación. Monleón, sin embargo, ha tildado de viejo chocho a Juan Marsé por cagarse en ella y ha dicho que su peli es “una pica en Flandes” en nuestro cine. Después de verla, se me han ocurrido un par de usos para esa pica, y no precisamente en Flandes. Venga, echadle imaginación. Seguro que acertáis.

Efectivamente, me fuí al cine y me metí a ver esta por pura casualidad. No conocía al personaje, a duras penas había oído hablar de él (es un apellido sonoro, de esos que se te quedan y poco mas), y por tanto mi crítica se circunscribe única y exclusivamente a los poco mas de 100 min. que dura el film.
Pues bien, lo que nos cuenta, es la vida de Jaime Gil de Biedma, poeta, señorito de la burguesía catalana, homosexual y activista (no muy activo) contra la dictadura franquista.
Nos muestra la vida disoluta de nuestro protagonista, su promiscuidad, sus viajes exóticos a Filipinas (con la excusa de visitar las fabricas de "papa"), sus amores y desamores, sus relaciones con la intelectatualidad de la epoca (Juan Marsé, Carlos Barral,...) y sus problemas familiares derivados de su inactividad diurna y su hiperactividad nocturna.
Para mi gusto la pelicula abusa de la voz en off, leyendo poemas relacionados con lo que estamos viendo a todas horas.
La actuación de Jordi Mollá mejora a medida que su personaje envejece, el Gil de Biedma joven no me acaba de convencer.
Y del resto de los personajes destaca el de Juan Marse (Alex Brendemühl) como escritor, que ademas tiene que trabajar para vivir (a diferencia de sus amigos pijos) y no desentona demasiado Bimba Bosé porque basicamente se dedica a lo suyo, desfilar con trajes llamativos y poner caritas de foto.
Lo mejor, las escenas corales en el local de moda de la época y en la casa de campo de nuestro protagonista.
Y lo peor, a parte de la voz en off, el principio y el final de la película, que son entre rídiculos y bochornosos.

He estado dudando en si ponerla un 4 o un 5. Porque la verdad, dudas mucho en que puntuar, así que voy a decir porque la voy a a aprobar.

Principalmente por Jordi Mollá, que hace un papelón, te gusté o no la película cuando la ves, no estás viendo a un actor, sino a un personaje, en este caso Jaime Gil de Biedma.

Por los demás actores en general que están bastante bien.

Por la caracterización de los personajes.

Porque, aunque creo que a veces sin sentido, el director juega con la cámara y ha querido contar cosas con los planos, movimientos, cambios de foco...

Me gusta la relación, supuestamente verídica, entre los poemas que escribe y las vivencias que tiene.

En fin, por eso la apruebo, porque se quiere contar mucho, y se intenta pero...

Es un poco aburrida, quizá la vida del personaje lo es, la verdad no conocía a este personaje antes de la película.

Es pedante hasta más no poder, sí tal vez esto fuera también del personaje, y que las conversaciones con sus compañeros literarios fueran así de pedantes. Entonces si uno sabe que debe ser así, creo que debería preguntarse. ¿Realmente puede interesar a alguien?

Porque aunque se quiera reflejar la verdad, lo siento, estamos haciendo una película y queremos que la gente la disfrute. Y estoy seguro que el director quiere que la gente la disfrute y se emocione con ella.

La fotografía es otra cosa que no me ha gustado mucho, está bien, es correcta, pero yo creo que podía haber jugado más con ella, usarla más en la historia, para marcar las diferentes épocas...

Porque no me ha llegado, no me importa lo que le ocurre al personaje incluso pienso que se lo merece, igual soy un insensible.

En definitiva, si quieren ver un retrato de la vida de este personaje vayan a verla, porque esa parte si que te la cuenta, y entenderán el título a la perfección, pero vamos, que no esperen ver ninguna maravilla.