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La sal de la Tierra

8,1
9.858
Documental Desde hace cuarenta años, el fotógrafo Sebastião Salgado recorre los continentes tratando de captar los cambios de la humanidad. Ha sido testigo de grandes acontecimientos que han marcado la historia reciente: conflictos internacionales, hambruna, éxodos, etc. Sin embargo, ahora decide visitar territorios vírgenes con grandiosos paisajes y fauna y flora exóticas. Se trata de un gran homenaje fotográfico a la belleza del planeta. ... [+]
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Críticas 72
Críticas ordenadas por utilidad
9 de noviembre de 2014
45 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wim Wenders, entre ficción y ficción, no ha dejado de cultivar el género documental. Han pasado por su lente personalidades creativas muy variadas: Nicholas Ray (cineasta-mito), Yasujiro Ozu (alma presente, cuerpo ausente), el modisto Yohji Yamamoto, los espléndidos cantantes de ‘Buena Vista Social Club’, los bluesmen de ‘The Soul of a Man’, el espíritu y la obra de Pina Bausch (bailarina y coreógrafa) y, ahora, el célebre fotógrafo Sebastião Salgado.

Queda muy claro que lo que fascina a Wenders es el arte, en sus múltiples manifestaciones.

Más que biopics, compone odas. Ensalza sin ambages la personalidad y talento de los artistas retratados.

En ‘Relámpago sobre agua’, exhibe a cuatro manos (las suyas, las del propio Ray) la enfermedad última de un director de culto. Algo hay de obsceno en esos interesantes fotogramas.

En ‘Tokio-Ga’ celebra a Yasujiro Ozu, cuyo cine es ciertamente superior al del documental.

En mi opinión, cuando Wenders deja de ocuparse de otros cineastas y emprende, desde el cine, el retrato de artistas de otros campos, mejora la fuerza y calidad de sus documentales.

Pone el cine al servicio de la música, la danza, la fotografía. Un cine que, por tanto, es menos cine. Un cine que se sitúa, para mí, un peldaño por debajo de sus mejores películas de ficción (‘París, Texas’; ‘El cielo sobre Berlín’).

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‘La sal de la tierra’ sigue, paso a paso, la obra y vida de Sebastião Salgado. Los protagonistas absolutos de la cinta son sus fotografías y su voz –también su rostro–. Un rostro, unas fotografías y una voz, que, como el Kurtz de Conrad y Coppola, han viajado al corazón de las tinieblas.

No puedo evitar emparentar el cráneo pelado de Salgado con el que luce Marlon Brando en las escenas finales de ‘Apocalypse Now’. Pero qué diferencia de miradas. La de Salgado es limpia, clara. La de Kurtz es turbia y turbadora. El viaje de Kurtz concluye con la instauración de un reino del más puro horror. El viaje de Salgado concluye con un grito ecologista.

Literariamente, qué duda cabe, sobrecoge y cala más el triple horror concebido por Conrad, Brando y Francis Ford Coppola.

Hay quienes advierten demasiado azúcar en el giro último de la obra de Salgado. Yo creo que su reino no es del mundo literario. Su reino es la fotografía.

Y en ese reino de encuadres, luz y formas blanquinegras, Salgado es uno de los grandes.
Servadac
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6 de enero de 2015
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién es Sebastião Salgado? La verdad es que este documental no indaga en quién es, sino que más bien ahonda en cómo es y cómo ha pergeñado su interesantísima obra, llena de calidad humana, honestidad e implicación emocional. Decir que nació un 8 de febrero de 1944 en Aimorés (Minas Gerais, Brasil) sería un mero punto de partida cronológico que lo ubica social y temporalmente. De su renuente formación de economista saltó a su casual pero arrolladora vocación como fotógrafo. Como del continente nativo americano pasó a formarse en Europa para luego saltar al mundo, con especial atención e intención en África, ese pozo reseco de desdichas y fatalidades.

La claridad de la mirada es lo que más impacta. Su falta de artificio, su inmediatez, su rectitud, su integridad como persona y como ser humano doliente e implicado en la realidad del mundo en el que habita. Es una persona digna que mira con profunda estima y candor todo lo que se encuentra a su camino en sus innumerables y trabajadas búsquedas a lo largo del planeta. No hay censura ni juicio en su mirada, sino un intento por abarcar toda la diversidad de las personas y de la tierra que habitan. Hay necesidad de dar testimonio, de reflejar, de documentar, de dar a conocer, pero no se siente en ningún momento un afán moralizador o un prurito enjuiciador o una tentación manipuladora. Las cosas son como son, las personas viven lo que les ha tocado vivir y el fotógrafo sólo es un instrumento para darlo a conocer, para hacerlo visible y dejar constancia notarial.

La urgencia de otros estenos más reputados, más notorios, más publicitados, me ha ido despistando y he tardado en ir a ver ese documental dirigido por el alemán omnímodo Wim Wenders (casi riguroso coetáneo del propio fotógrafo) y por el hijo parisino del protagonista de la cinta, Juliano Ribeiro Salgado. Ellos se muestran al servicio de su protagonista en más de una faceta, pero la primordial me parece es que saben impregnarse de su mirada limpia y de la determinación de dar a conocer el trabajo visual y humano del camarógrafo. Sin argucias, sin artimañas, sin manipulación. Buscan y obtienen la precisión, la sinceridad, la espontaneidad, el brillo de la dignidad.

Impresionante, emocionante e imprescindible. No deberían perdérsela.
antonalva
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28 de septiembre de 2014
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wim Wenders fue durante nuestros años mozos uno de nuestros referentes en el cine europeo con cintas tán estimulantes como "En el curso del tiempo" y "El amigo americano" en los años 70 y ya en los 80 "Paris-Texas". Sin embargo, a partir de los 90 su carrera en el cine de ficción ha sido errática, irregular, con obras tan pretenciosas como fallidas.
Por el contrario, afortunadamente, su trabajo en el cine documental mantiene un nivel sobresaliente (curiosamente algo parecido ocurre con otro cineasta alemán y contemporaneo, Werner Herzog) , desde aquel homenaje a la música cubana que supuso "Buena Vista Social Club", pasando por "The soul of a man"- emocionante recuerdo de la figura del gran Skip James y otros bluesmen del delta, hasta las mas recientes "Pina", espléndida cinta en 3D sobre la obra de la coreógrafa Pina Bausch y esta "La sal de la Tierra", que no desmerece en nada a las anteriores.
En este trabajo Wenders nos muestra la vida y obra del gran fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, y para ello cuenta con la inestimable complicidad del propio hijo del artista que codirigue el proyecto. Las impactantes fotografías recogidas en los distintos viajes de Salgado a escenarios atrozes -las minas de oro de Brasil, las matanzas genocidas, los conflictos étnicos y endémicos en el Africa central, las hambrunas en el Sahel- integran un mosaico espantoso, fiel reflejo de la crueldad y abyección a la que llega el ser humano.
La convivencia con tanto horror no sale gratis, y el propio Sebastião llega a un estado de malestar - "se le enferma el alma" dice- que no puede seguir con su labor y da un brusco giro a su carrera para dedicarse a retratar la Naturaleza, el ártico, la fauna...en una huída esperanzada hacia la comunión con la madre Tierra.
Es un apasionante doble retrato: el de Sebastião Salgado, un gran artista gráfico y humanista; y el retrato antropológico de una especie bárbara y sanguinaria. Tremenda, imprescindible.
floren
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22 de noviembre de 2014
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1951 el filósofo Theodor W. Adorno condenó como un acto de barbarie escribir poesía después de Auschwitz.

Diez años después, Jacques Rivette trasladó esta condena al cine en una crítica sobre Kapò, película sobre los campos de exterminio nazis dirigida en 1959 por Gillo Pontecorvo: el título de la crítica, “De la abyección”, no alude a los nazis, sino a la película -o, para ser más preciso, a una sola imagen de ella: un travelling que acompaña la muerte de uno de los personajes.

Leyendo ese artículo, publicado en el número 120 de Cahiers du cinéma, un joven llamado Serge Daney decidió su vocación: sería crítico de cine.

Estos antecedentes, más o menos inconscientes, pesan en algunos ánimos cuando nos enfrentamos a las fotografías del brasileño Sebastiao Salgado: su apuesta por una “belleza” fotográfica convencional, que agota la latitud del negativo en blanco y negro y las posibilidades de contraste del papel baritado para sus retratos a contraluz del hambre, los desplazamientos forzados de población y el genocidio, nos enfrenta incómodamente al dilema de Adorno.

La mezcla de arte y moral es resbaladiza, y exige un criterio muy fino si uno no quiere acabar convertido en un censor monoteísta.

A pesar de su formación como economista, Salgado no es un intelectual sino un aventurero que se enfrenta al problema del Mal de manera emocional, con una sensibilidad a flor de piel: en su obra, la relación entre forma y contenido no es de equilibrio, sino de cortocircuito.

Sus fotografías nos pueden gustar más o menos, pero sería injusto condenarlas como bárbaras, abyectas o inmorales, pues en ellas alienta una indudable empatía hacia las víctimas. Su mirada no es la del buitre, sino la de un compañero de viaje (por más privilegiado que pueda ser).

La aportación de Win Wenders a La sal de la Tierra, película que firma al alimón con el propio hijo de Salgado, es minimalista; constituye en primer lugar, un testimonio de admiración por el fotógrafo. La película expone a lo largo de su desarrollo dos visiones de su figura como una suerte de último aventurero romántico.

La primera culmina en la desesperanza del Marlow de Conrad, que es recordado expresamente por Wenders; el fotógrafo se adentra en el Congo no siguiendo el río, sino una línea de ferrocarril que sirvió de vía de acceso a la selva para la segunda oleada de refugiados de Ruanda. En su viaje al corazón de las tinieblas, este moderno Marlow no encuentra a ningún Kurtz. Es testigo del horror, que describe con imágenes indelebles, pero que dejan en el aire la pregunta: ¿quién es el responsable?

Al igual que Marlow, Salgado retorna a la civilización, consciente de que es sólo una apariencia. A diferencia de aquel, no se ve en la obligación imposible de narrar su experiencia a la viuda de ningún Kurtz, sino que recibe el apoyo de su mujer, quien le descubre un nuevo camino: la posibilidad de recrear el paraíso perdido de su infancia.

Así, como buen romántico, Salgado retorna al origen: al Génesis.
el pastor de la polvorosa
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11 de junio de 2015
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico y durísimo documental en el que se muestra la vida y la impresionante obra de uno de los más importantes fotógrafos del mundo, el brasileño Sebastiao Salgado. Dirigida magistralmente por Wim Wenders y por el hijo mayor del fotógrafo, Juliano Ribeiro Salgado, la película se divide en tres etapas:

1ª etapa: América. En los inicios de su carrera, el fotógrafo comienza a viajar por los pueblos perdidos de América del Sur, captando la pobreza, las difíciles condiciones de vida y las costumbres de sus gentes. Las fotos constituyen un fiel relato de la miseria en la que viven estos pueblos de las montañas. Especialmente impresionantes son las imágenes de ataúdes con niños muertos, o las de esas curiosas tiendas multifuncionales donde lo mismo se alquilan ataúdes que se venden zapatos.

2ª etapa: África. El fotógrafo viaja al continente y se siente fascinado. Son, con diferencia, las fotos más duras: terribles hambrunas, sequías, guerras… Miles de niños esqueléticos, de ojos enormes, agarrados a los pechos vacíos y arrugados de sus hambrientas madres. Las imágenes son demoledoras, es difícil aguantar la mirada, dan ganas de volver la cabeza y mirar para otro lado, de taparse los ojos; es tan brutal que cuesta creer que la humanidad haya podido consentir algo así. Más adelante Salgado sigue en África pero en otra fase igualmente difícil, que titulará Exodus, en la que se centra en los campos de refugiados donde se hacinan y mueren a diario cientos de personas que huyen de las guerras y las hambrunas, siempre en busca de la tierra prometida, a la que invariablemente nunca llegan. Después de esta dura etapa Salgado entra en una fase de depresión y de decepción absoluta, deja de confiar en el ser humano y comienza a plantearse si merece la pena preservar una especie tan destructiva y tan desalmada.

3ª etapa: Tierra. Salgado consigue reconciliarse con el mundo a través de la naturaleza y de su compromiso con el medio ambiente. Primero vuelve a la granja paterna en Brasil y se embarca en un ambicioso proyecto para reconvertir el desolador paisaje en una selva tropical. Ayudado por su mujer, que siempre ha sido su principal colaboradora, acomete la reforestación de miles de hectáreas de desierto. Durante todo el tiempo sus fotografías registrarán este proceso. En sus siguientes viajes comienza a interesarse por los paisajes, la vida animal y las culturas indígenas. En el Polo Norte fotografía a los leones polares, las focas y los osos, pero también a los habitantes de esas zonas inhóspitas y casi inhumanas. Son fotos maravillosas que muestran lo grandiosa y fascinante que es la naturaleza pero en mi opinión no son ni la mitad de impactantes que las de su etapa africana.

En definitiva, la historia de una vida apasionante y rica en experiencias, con la particularidad de que todo lo que Sebastiao Salgado ha visto con sus ojos lo ha mostrado al mundo a través de su fotografía. Ha compartido sus experiencias, hemos conocido a la gente que él ha conocido, nos hemos metido en sus casas y en sus vidas, hemos ido a sus bodas, a sus bautizos y a sus funerales, los hemos visto nacer, enfermar y morir, y todo gracias a la gran pasión de este hombre por capturar el mundo a través del objetivo de su cámara. Gracias a Wim Wenders y a Juliano Ribeiro Salgado por darnos la oportunidad de conocer su vida y, sobre todo, su magnífica obra en este impresionante trabajo. No os lo perdáis.
Talía666
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