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Ghadi

Comedia. Drama Leba es un profesor de música que vive en un pequeño barrio de una ciudad costera del Líbano. Trabaja como profesor de música y se casa con su novia de la infancia, Lara. Para sorpresa de sus familiares, vecinos y amigos, tras tener a dos niños en muy poco tiempo, Lara vuelve a estar embarazada de un tercero, al que llaman Ghadi, sin embargo, los médicos le advierten que el niño va a tener necesidades especiales. ¿Podrán Leba y Lara ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
4 de marzo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ghadi pretende ser una fantasiosa mezcla entre fábula, García Márquez, Berlanga y Tornatore pero se queda muy lejos de todos ellos, apenas se vislumbran en el horizonte las intenciones iniciales del director y guionista.
Muestra el aborregamiento de una sociedad presa de las creencias y supersticiones más anticientíficas, añorante del Líbano anterior a 1975, entonces un país tolerante, abierto, multicultural y con un buen nivel de vida, destrozado por una guerra civil que duró 15 años y por el constante hostigamiento de su vecino del sur: Israel. El país nunca ha vuelto a ser el mismo y la película quiere pero no puede.
Es muy interesante apostar por la discapacidad, pero el niño con síndrome de down es un invitado de piedra, tiene un peso indirecto en la película, personalmente no veo la integración-normalización por ninguna parte.
En general hay un poso rancio, de costumbrismo fácil, un discurso maniqueo, trasnochado para cualquier occidental. Demasiado almíbar y poca enjundia con unos actores que dejan mucho que desear, el actor principal mantiene la misma expresión hierática durante todo el film.
He puesto un 5 porque es un film libanés y porque también encuentro aspectos positivos: La crítica hacia la cerrazón, la incapacidad para escuchar al Otro, la incomprensión de todo lo que es diferente, la fotografía, el barrio, la interpretación de los actores secundarios, la música, así como las escenas colectivas.
samuel beckett
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7 de agosto de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un grupo de películas que pueden ser pequeñas tanto en presupuesto como en recaudaciones, pero cuyas buenas intenciones al menos hacen que sean cuanto menos presentables y dignas. Y ese es el caso de “Ghadi”, perteneciente a una cinematografía casi desconocida por nosotros como es la libanesa, y que, aunque en España se haya estrenado con retraso (y en pleno verano), se ha convertido, en las pocas ciudades donde se exhibe, en la mejor alternativa frente a un cine comercial vacío, de mayor promoción sin duda y por ello con más éxito comercial, pero carente de valores humanos, cosa que aunque en ciertos momentos haya en exceso en “Ghadi”, al menos para mí, sin duda acaba resultando un film interesante.
Está dirigida por Amin Dora de manera correcta, con un guión algo descompensado, con una primera parte donde se presentan de golpe a los personajes sin que nos importe demasiado lo que se nos cuenta, aunque nos resulte grato verlo. Cuando ya se va centrando en el verdadero conflicto entramos en el segundo bloque, mejor narrado y construido, con buenos momentos, y apoyándose constantemente en su inocencia, algo naif, pero muy agradecida. El epílogo es obvio y aunque pierda fuerza lo que deja en el espectador es un buen sabor de boca, algo poco usual en el cine que actualmente se estrena.
En cuanto a sus peros quizás se eche en falta una crítica más mordaz, algo de más sorna, que es sustituida por ese constante “buen rollo”. Y algo más de identidad. Como film pensado para su comercialización en cualquier parte del mundo peca de cierta “asepsia”. Se nota que es “exótica” por sus actores o sus localizaciones, pero no por los hábitos de sus personajes o por criticar el entorno característico donde se desarrolla. Cabe por cierto reseñar la elección del reparto, que sin alardes de ninguna clase todos dan el tipo que les han propuesto con bastante soltura. También es notoria la influencia del cine europeo, tanto la comedia clásica del cine italiano en su ambiente y en ciertos personajes, aunque su música nos recuerde sin parecerse, a la banda sonora de Yann Tiersen para “Amelie”, de nacionalidad francesa. “Ghadi” es un cine costumbrista, que maneja entre sus manos una buena idea con muy buen fondo, que puede educar o concienciar, y por supuesto ni decir que puede emocionar, y mucho, sobre todo a cualquier espectador interesado o relacionado con el mundo del “síndrome de Dawn”.
Puede que no haya mucho más que reseñar, pero insisto, que a pesar de ciertos defectos, “Ghadi” tiene sus virtudes y sobre todo resulta un film placentero, nada hiriente, un cuento de hadas urbano con momentos que nos podían haber recordado al mismísimo Berlanga si hubiera hincado un poco más el diente, pero que resulta agradecido. Es de esa clase de películas, como decíamos al principio, sin promoción, que van encontrando a sus fans y defensores cuando la vayan descubriendo con el paso del tiempo.
Maggie Smee
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5 de agosto de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no me contaban una historia tan completa como la que propone esta cinta. Resulta sencilla, conmovedora, hermosa, digna. La defensa antiabortista chirría un poco, pero se encaja bien porque te lo plantean sin medias tintas, de frente y poniendo toda la carne en el asador, dando la cara y apostando por su idea al respecto; en este sentido la película no ofrece dudas, si bien son apenas tres pasajes. El resto de la película es una gozada: descubrir un pueblo en el norte de Líbano, la acertada selección de personajes y el papel de cada uno, sus intimidades públicas, la escuela pública, los ritos y costumbres, los pecados de cada quien.
La película se disfruta de principio a fin, pues la historia no decae en ningún momento y lo mejor es que saben rematar la historia, sin hacer desaparecer a todos los protagonistas que hubiesen resuelto en Hollywood. El personaje principal que actúa de narrador resulta muy dubitativo, pero lleno de imaginación y dispuesto a pelear por lo que quiere, su hijo.
Muy buen trabajo de ambientación y de rodaje en interiores. Estupenda película en su conjunto!
Quiscol
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30 de julio de 2015
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace no demasiado tiempo participaba yo, como mero espectador, en una tensa discusión sobre qué término es el correcto para referirse a la ahora llamada diversidad funcional. Uno de los sujetos decía que llamar discapacitada a una persona no era algo negativo ni un agravio, mientras el otro afirmaba que lo correcto era hablar de personas con discapacidad, pues lo anterior era una falacia. En un momento dado del diálogo, el clímax, por así decir, la segunda persona, visiblemente molesta por los derroteros de la interminable conversación, llamó a la primera persona «gilipollas».

He leído sobre Ghadi que es un cuento tolerante, emotivo y que habla del valor de no ser igual. A mí me molestaría bastante ver que se tiene que recurrir a la mentira, a los trucos de magia o al dinero para conseguir que la gente vea o sienta ese valor.

Ghadi (2013) fue la comedia libanesa seleccionada para representar a su país en los Oscar 2015 como Mejor Película de Habla no Inglesa (llega con un poco de retardo a nuestro país). Más que una comedia, definiría Ghadi como una película de buenas intenciones, entre ellas la de ser especialmente esperanzada, bordeando siempre la ingenuidad y con ello el escepticismo en el espectador. Con un aroma claramente costumbrista, la película mezcla religión y discapacidad como si el guionista Georges Khabbaz y el director Amin Dora creyeran que nadie va a ver la película pero suponiendo que en cualquier caso la verán. A ver si me explico...

Ghadi, como película, no falta a nadie, se nota el cariño por cada uno de sus personajes, por su barrio y sus costumbres; sin embargo, los personajes se faltan un poco entre ellos. Nuestro protagonista, Leba, tiene un hijo con trisomía 21 o síndrome de Down y le deja toda la tarde y la noche en la ventana dando gritos o mirando la calle sin más. Así dicho, la cosa suena bastante mal, como si estuviéramos ante un mal padre o algo, pero no, es al contrario, el niño está ahí porque le gusta. Leba de pequeño era igual, salvo por lo de gritar. Además, en su casa hay mucho amor, todos son muy felices y este hijo, el último de tres, supone para ellos, y especialmente para el padre, una bendición. En cambio, los vecinos del barrio están cada día más hartos de él, lo ponen a parir tras las puertas cerradas, en el bar y allá donde llegue el grito del niño. El pueblo decide entonces proponer al alcalde que, si el padre no se hace cargo y envía al chico a un centro especializado en tratar personas con discapacidad, lo haga el propio ayuntamiento.

Entonces, de repente, a Leba, maestro de música de profesión, se le ocurre una idea genial para evitar las dos únicas salidas que le han dado, en vista de que a él y a su familia no les molestan los gritos que salen de su hogar ni le van a pedir a su hijo que no haga esos ruidos tan alto o algo así, con educación y paciencia. No cuento qué se le pasa por la cabeza a Leba para que un pueblo entero acepte a su hijo, ni entro a valorar si merece la pena hacer lo que hace para conseguirlo, o si tiene sentido vivir en un pueblo con personas así, porque ahí también radica gran parte de la gracia de la cinta. La otra parte reside en el espíritu inicial del propio film, en esa primera media hora introductoria, en cierto modo similar a la esencia que tienen o buscan películas como Cinema Paradiso, aunque sin Ennio Morricone dándolo todo.

Ghadi muestra el retraso… el retraso de la gente capacitada, de la gente corriente y moliente, sobre todo cuando se junta entre sí o se les menciona a Dios y los ángeles. Pero es tan bienintencionada y cuenta con un protagonista tan inocente, que uno puede dejar de lado toda clase de sinsentidos e incoherencias de una trama que desea que los protagonistas de la historia posean su mismo carácter. Yo no he podido apartarlos demasiado, los sinsentidos, ni las creencias, ni la evolución de los acontecimientos; poca cosa me ha resultado creíble, aunque es bonita, eso sí, porque intenta ser humana, porque cree en la bondad de las personas que chismorrean, roban, son corruptos, se prostituyen o trafican influencias. Cree en ellas, siempre y cuando haya un ángel que los observe y los premie en base a sus buenos actos.

En cualquier caso, y seamos como seamos cada uno, con más o menos diversidades funcionales, Ghadi es una película agradable de ver, con una dirección bastante correcta, aunque cuenta con una voz en off excesiva y demasiado explicativa, con un desenlace que se alarga de más y con un guion que se sabe muchas preguntas, pero que ha olvidado contestar a las más importantes, a las que se hará el incrédulo espectador. Este optimismo no emociona y contiene un mensaje cuanto menos digno de análisis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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16 de agosto de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repasando los estrenos del viernes topé con el trailer de Ghadi y sin comerlo ni beberlo me encontré haciendo un hueco en los planes de la próxima semana para ir a visionar la obra libanesa de Amin Dora. Sabía perfectamente lo que iba a encontrar, lo que quería encontrarme, por eso precisamente no tardé en ir a verla. A priori podían apreciarse el costumbrismo impregnado de calidad estética, las pinceladas artísticas, el escapismo y la sátira; algunos de mis ingredientes fílmicos favoritos, para que negarlo. El maravilloso resultado me lo esperaba, pero quedé bastante sorprendida al encontrarme prácticamente sola en la sala un día del espectador con las taquillas a rebosar. Quizá sería porque el filme pasaba desapercibido en la cartelera, o porque el lugar que habían reservado para el pequeño Ghadi era, más que un señorial salón de butacas, un minúsculo habitáculo al final del pasillo. Por lo menos esos detalles no fueron suficientes para frenar a los cuatro que estábamos allí sentados porque sabíamos que habíamos pagado por ver una buena película.

Leba vive desde que era niño en un particular barrio de un pueblo costero libanés; ahora da clases de música en la escuela local y está casado con Lara, con la que tiene dos hijas, Yara y Sarah. Pronto la familia de Leba aumenta y nace el pequeño Ghadi, con síndrome de down. La ocupación favorita de Ghadi es sentarse en la ventana a emitir todo tipo de sonidos, cosa que saca a los vecinos de quicio hasta tal punto que estos deciden unirse para pedir a Leba y su familia que manden al pequeño lejos del barrio. Leba no está dispuesto a separarse de su hijo, así que idea un plan para no tener que mandar a Ghadi a un centro especializado: inventará que el niño es un ángel enviado por Dios para traer la paz y limpiar los pecados.

Aunque pueda parecerlo tras echarle un vistazo a la sinopsis, Ghadi no es una película sobre la discapacidad o la integración de esta en la sociedad; más bien este tema es una herramienta para abordar cuestiones más trascendentales. Es cierto que de los 100 minutos de metraje pueden extraerse varias lecturas, como el increíble alcance que puede tener el amor de un padre hacia su hijo o la hipocresía de la vecindad, pero yo prefiero adoptar un punto de vista más trágico, aunque también positivo, – por algo se trata de una comedia dramática- y es que tanto en el ser humano como en la propia vida residen horror y belleza, bondad y maldad a partes iguales. Artistas como Amin Dora son capaces de aceptar esas dos caras y de endulzar positivamente la amarga. Esta intención se puede vislumbrar de un modo más explícito en American Beauty, así como en la inigualable Amelie y en los ingeniosos diálogos que utiliza el gran Woody Allen. Precisamente Amelie y de Allen me vinieron a la mente mientras disfrutaba de Ghadi y por eso tengo claro que Dora es un gran cineasta.

Como artista visual es natural que el director haya hecho especial hincapié en la fotografía, exquisita y envolvente. Los personajes son más que particulares, tan entrañables como odiosos y todos ellos conviven en sus tristes y al mismo tiempo hermosas vidas en ese microsistema que es el pueblo, confeccionado con realismo mágico al estilo de Gabriel García Márquez. La banda sonora parece sacada de un títere para niños, lo que hace inevitable que volvamos a otros tiempos y se nos escapen algunas sonrisas. Por todo ello uno sabe que no está asistiendo desde su butaca a la cruda realidad, sino a una maravillosa fábula, aparentemente sencilla pero de gran trasfondo.

Precisamente, esa sencillez con la que se ha construido la historia hace que Ghadi no sea de esas películas que marcan de por vida; Porque no estamos ante un cine épico, ni siquiera ante una obra maestra del género, pues los planteamientos que contiene han sido puestos en práctica, como ya se ha especificado anteriormente, por otros artistas. A pesar de ello, cumple perfectamente con su función: la de proporcionarnos un cálido soplo de optimismo y buenas vibraciones.

Cualquiera podría fácilmente acusar a la cinta de ñoña o inverosímil. No obstante… ¿Acaso no es triste que un padre tenga que recurrir al engaño para que acepten a su hijo discapacitado? ¿No es aún más triste que los analfabetos pueblerinos digieran tan fácilmente la mentira de la divinidad, como lleva haciendo medio mundo tantos siglos? ¿No es para echarse a llorar el hecho de que en una comunidad no pueda haber paz y tolerancia sin que en ella gobierne un ente superior que la controle? estas cuestiones son más que desgarradoras y no son tan ajenas a la realidad después de todo. Si nos parecen divertidas y desvinculantes es porque Amín Dora tiene la sensibilidad para lograr que así sea, aportando algo de optimismo a la catástrofe.

Obras como esta son toda una declaración de intenciones escapistas, precisamente esta es una de las funciones que cumple el arte desde hace mucho tiempo. Esa es otra cuestión. Ghadi es una obra de arte repleta de sensibilidad, y la sensibilidad no siempre vende porque hay que agudizar los sentidos para detectarla, lo que es más complicado que asistir al ocio simplista al que nos tienen acostumbrados. Tal vez esa sea la razón de que aquel miércoles la sala en la que Leba trataba de convertir a su hijo en un ángel estuviera prácticamente vacía.
Pilareos
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