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No sé decir adiós

Drama Carla recibe una llamada de su hermana: su padre, con el que hace tiempo que no se habla, está enfermo. Ese mismo día, coge un vuelo a Almería, a la casa de su infancia. Allí, los médicos le dan a su padre pocos meses de vida. Pero Carla se niega a aceptarlo y contra la opinión de todos, decide llevárselo a Barcelona para tratarle. Ambos emprenden un viaje para escapar de una realidad que ninguno se atreve a afrontar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2017
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lino Escalera se estrena en la dirección con No sé decir adiós, protagonizada magistralmente por Juan Diego, Nathalie Poza y Lola Dueñas. La historia comienza cuando Carla (Nathalie Poza) recibe una llamada de su hermana (Lola Dueñas) diciéndole que su padre está en el hospital enfermo. Carla coge inmediatamente un vuelo de Barcelona a Almería para reunirse con su familia.

La película nos presenta a unos personajes solitarios que tienen miedo, no a la muerte, sino a la vida, a amar. Miedo a la palabra, a lo que va a ocurrir, miedo a decir adiós a los seres queridos. A veces lo más fácil es huir y no enfrentarse a la vida y a su dureza.

Es un retrato de todas las personas, un tema universal mil veces tratado pero contado desde la cotidianidad, sin alardes, ni exageraciones. Durante el transcurso de la película valen más los silencios y las miradas, vale más lo que no se dice que lo que se dice. El guion no cuenta una historia enrevesada pero sí una historia muy humana. Pero sobre todo no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.

El director deja todo el peso a los actores y Juan Diego, Nathalie Poza y Lola Dueñas no defraudan. Todos están espectaculares. Empezando por la interpretación de Nathalie Poza que toca todos los registros, desde la histeria hasta la interpretación más contenida, de las mejores actrices españolas actuales y no tan valorada a veces. Lola Dueñas se enfrenta a un personaje bondadoso, con muchos sueños y metas que alcanzar en su vida y el resentimiento propio de que ha pasado el tiempo y no los ha cumplido. Y por último está Juan Diego, que hace un personaje tan veraz y con una naturalidad pocas veces vista antes.
historiadelcine
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19 de mayo de 2017
27 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya está bien. De verdad. La muerte es triste sea con enfermedad o por vejez. Las personas son complicadas, pero está claro que las hay más interesantes que otras a la hora de fijarnos en ellas... A la hora de contar su vida. En esta película los personajes son un rollo. Así, sin buscar un cultismo o un adjetivo barroco. Un rollo. El de Nathalie no sabemos por qué anda peleada por la vida (dicen otras críticas porque no sabe o no quiere amar) pero todo el rato es mal rollo y mal genio, y el mundo es caca y nada me gusta por esos bebo y esnifo. Al de Juan Diego le está matando el cáncer y se comporta como supongo haríamos todos con esa edad y esa enfermedad: de modo infantil y caprichoso. Al de Lola Dueñas su vida le aburre pero es muy buena y muy maja, y se aguanta haciendo teatro en sus ratos libres. Los tres, para colmo de males, son familia (padre y hermanas). Y ahí se acaba todo. Esos son los personajes y eso es lo que van a saber de ellos -pero ojo, mejor guión en Málaga-.

Lástima porque la peli arranca bien, con diálogos ingeniosos y con los tres actores excelsos... ¿Pero la historia? ¿La trama? ¿Qué te cuentan que no sepas? NADA. ¿Qué reflexión hace que sea interesante? NINGUNA. Y por supuesto, como buen cine ¿social? español es todo muy feo. Casas feas. Planos cerrados feos. Hospitales. Enfermedad. Y qué triste todo, sí, pero sin que nos importe lo más mínimo. Media sala miraba a mi alrededor el móvil cuando sólo llevaba 60 minutos de proyección queriendo ver cuánto le quedaba a semejante tedio. Porque luego se acaba y piensas: menos mal. Pero mirad las críticas de la prensa especializada, que son muy buenas... Lo que me lleva a preguntarme si los críticos tienen vidas aún más tristes o aburridas que las que se reflejan en esta peli o es que está feo decir que la peli, como sus personajes, es un rollo. No digo que sólo haya que hacer comedia o acción, nada más lejos. Pero se puede -y se debe- contar dramas con mayor profundidad y, por supuesto, con más carga emocional y ganas de entretener. Esta es la típica peli de la que el espectador olvidará escenas cuando pase una semana, y por completo cuando pase un mes o dos.
Lusapo
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25 de febrero de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto Nathalie Poza, como Juan Diego y Lola Dueñas superan, con creces, a la propia película en sí misma. La historia, si bien al principio parecía interesante, pasa a ser descafeinada, quedando plana, sin apenas matices, previsible y no sabiendo cómo mostrar esa sensibilidad de la que intentaba hacer gala. La actuación de Poza, J. Diego y Dueñas es perpendicular al guión, lleva su propio camino y lástima es que, en lugar de confluir en un mismo punto, terminan por despedirse antes de tiempo. Los 3 merecían una película mejor.
gpiqueras
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20 de marzo de 2017
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso fue que, una vez en la rueda de prensa tras su proyección en la sección oficial de largometrajes a concurso del Festival de Málaga, Lino Escalera, director de No sé decir adiós (2017), presentó su película como una radiografía de la familia, lo cual es totalmente cierto pues en este filme se analizan las relaciones paterno-filiales, los encuentros y desencuentros de dos hermanas, la adolescencia de quien es hija y nieta o la familia política. Incluso se alude a la familia ya desaparecida, la tía Trini.

Cabe señalar a ese respecto, que la familia no se aborda desde una óptica de denuncia o bajo un sentido de culpabilidad de quienes han errado en algún momento, entre otras cosas, porque todos nos equivocado en nuestra vida con quien no es más próximo. No se trata de establecer victimarios ni víctimas, sino de ofrecer lo que puede ser la tensión familiar cuando el padre, magníficamente interpretado por Juan Diego, se enfrenta a un cáncer de pulmón con metástasis en el cerebelo.

No consiste este largometraje, por lo tanto, en un catálogo de traumas perpetuos, sino de una imagen imparcial de la familia, lo cual ya de por sí merecería una buena crónica, pero prefiero llevar mi reseña por otros derroteros, puesto que no dudo que haya otros críticos que se ocupen de los vínculos parentales.
Podríamos hablar también de la soledad con todas las evocaciones creativas que ello permite, puesto que ambas hermanas, magistralmente encarnadas por Nathalie Poza y Lola Dueñas, la hija de Blanca, que es el personaje de Lola Dueñas, su marido y, por supuesto, el padre enfermo, evidencian enormes carencias afectivas. La hija adolescente es que, por no tener no tiene ni hermanos ni primos, ni tampoco se ve nadie de su edad en la película y ya he adelantado que la soledad es la madre (la triste madre) de la creatividad. Como muestra, un botón y recordemos, por ello, cómo Quevedo buscó el retiro en la paz de los desiertos, acompañado de unos pocos, pero doctos libros, para mejor conversar con los difuntos que los escribieron, según manifiesta en su soneto "Desde la Torre".

Sería posible hablar de una película mediterránea, dado que los dos espacios donde se desarrolla la acción son Almería y Barcelona, con todas las diferencias sociales existentes entre estas dos ciudades arropadas por el mar de cultura.
Pero prefiero dirigir mi crónica a ese poderoso mundo de espectros que define No sé decir adiós. Y es que, efectivamente, como sombras parecen vagar por la vida el padre y las dos hijas.
Y sombras es lo que dibuja Platón en su alegoría de la caverna, como todos sabemos. Los prisioneros, de cara al fondo de la cueva, no pueden verse ellos entre sí ni tampoco pueden ver los objetos que a sus espaldas son transportados: sólo ven las sombras de ellos mismos y las de esos objetos, sombras que aparecen reflejadas en la pared a la que miran. Únicamente ven sombras y lo que Platón, por boca de Sócrates, se pregunta es qué sucedería a uno de estos hombres si lograra soltarse de sus cadenas y acceder directamente a la luz del sol. El resultado final de esta narración platónica no es muy halagüeño, pero al menos un hombre pudo ver la luz. Sin embargo, en la película de Escalera, ningún hombre alcanza a ver la luz para poder contárselo luego a sus compañeros.
Vidas espectrales, por ello, que manifiestan insatisfacción a todos los niveles: el padre, que es profesor de autoescuela, porque sus horizontes no van allá de sus lecciones o la televisión. Carla, una profesional de éxito en el el mundo de la publicidad, porque su tristeza no se rellena con los contratos que pueda conseguir: el sexo con desconocidos, el alcohol y la cocaína parecen ser sus inseparables compañeros de viaje. Y, Blanca, la hermana que se quedó en Almería, cuya situación podría ser la más placentera (tiene trabajo, pareja e hija), porque no se siente realizada, si bien intenta canalizar sus frustraciones en el teatro.
De manera que, me parece cargada de intención una escena en No sé decir adiós, donde Blanca está ensayando una función de teatro, pero los verdaderos protagonistas de la obra parecen ser los espectros.
En la misma medida que considero muy elocuente una escena en la que ambas hermanas están vestidas de negro de cintura para arriba y el plano consiste en uno medio, donde tan sólo se les ve la parte superior del atuendo y dialogan las dos reprochándose los éxitos y fracasos de la otra. Recriminándose por los éxitos y fracaso personales. De ahí que el espectador, que sólo ve el negro de la indumentaria y los rostros anhelantes, asiste desde su butaca a un diálogo de fantasmas con encarnadura humana, valga la redundancia.
Creo que en esa escena, mejor que en ninguna otra, podemos acercarnos a las dos hermanas como si de dos sombras quejumbrosas se tratara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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10 de mayo de 2017
16 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé que no se espera una crítica como esta de una película que ha recibido alabanzas de crítica y jurado en el festival de Málaga, pero al Cesar lo que es del Cesar, película sin un guion solido, que no profundiza en los personajes, con excelentes actores que no tiene un papel a su medida para desarrollarlo y que no engancha en ningún momento. Película plana pese a lo acido de su historia.
Quiero creer que esta defensa a ultranza de películas españolas que no terminan de estar a la altura tiene como único fin la defensa y apoyo al cine español, creo que le hacen un flaco favor con esta práctica. Si no somos capaces de hacer una crítica constructiva tampoco lo seremos de ir mejorando el nivel de cine español.
Nathalie Poza hace un gran trabajo, deslucido por la falta de profundidad de un personaje que podría haber sido autentico pero se queda en la superficie si mostrarnos lo que tiene dentro, el papel de Lola Dueñas, blandito, lagrimón y tierno como suele ser ella, peca de lo mismo, no terminas de ver o intuir el trasfondo de sus días, de su historia de lo que hay dentro de esa sonrisa preciosa, Juan diego como siempre magnifico en un papel que no termina de interesarte pese a la crudeza de la historia, disfrutas viéndole actuar, como siempre, pero no puede enseñar más de lo que hay, y lo que hay es algo visto muchas veces y en alguna con mayor profundidad.
Lo mejor de este film es que no tiene dobleces, no quiere disfrazarse de lo que no es, eso ya lo han hecho algunos críticos la mirada de Lino escalera es franca y directa, pero eso no la hace especial en ningún momento pese a esa valentía.
Un gran trabajo global, todo parece estar en su sitio pero la música no te hace bailar.
sintora
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