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Nebraska

Drama. Comedia A Woody Grant, un anciano con síntomas de demencia, le comunican por correo que ha ganado un premio. Cree que se ha hecho rico y obliga a su receloso hijo David a emprender un viaje para ir a cobrarlo. Poco a poco, la relación entre ambos, rota durante años por el alcoholismo de Woody, tomará un cariz distinto para sorpresa de la madre y del triunfador hermano de David. (FILMAFFINITY)
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Críticas 225
Críticas ordenadas por utilidad
10 de febrero de 2014
155 de 175 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.

Woody emprende un viaje, y no iniciático: es de recapitulación.

Es presentado como un tipo incognoscible; entre interrogaciones. Se le aborda en retrospectiva, y de forma indirecta. Es decir, en lugar de la usual descomposición de la sólida unidad externa del individuo para ahondar en su ser íntimo, aquí se le muestra patético y desnudo nada más empezar, y a partir de ahí, se le intenta reconstruir. Le sonsacan información. Le preguntan. Cuestionan sus decisiones. Escarban en su pasado.

Se dan puntos al azar, y el espectador une las líneas. El retrato que queda de Woody no es fiel, no es preciso; es tosco y con aristas; pero es lo más que sabremos de él.

2.

A Woody pronto le devorará el tiempo: es un anciano al que la senilidad le está tocando la espalda. Y la fotografía ayuda a transmitir esa sensación de sueños obsoletos; de aridez y derrota. Woody Allen, a propósito de 'Manhattan', comentó: 'el blanco y negro me ayudó a captar la belleza de la ciudad, pero también su decadencia'.

La fotografía de Papamichael, en riguroso b&n, lejos de ser tentativa experimental o gratuidad estética, es una decisión intelectual, como puede ser la música o la elección y dirección de actores. Payne, de hecho, admite haberse visto influenciado por la sobriedad cromática de 'La última película', de Bogdanovich, para realizar este film.

El b&n, en el Cine moderno, es un anacronismo; y Woody es un hombre polvoriento, casi caduco. La fotografía entronca ejemplarmente con la esencia.

3.

Payne asegura odiar las 'road-movies'; se sorprende de seguir haciéndolas. El carácter nómada de sus personajes parece que se impone a los gustos del autor. Schmidt ya tomó carretera. Miles y Jack también se lanzaron a ella.

La carretera parece seña de identidad del cine de Payne, como también lo son ese humanismo sencillo y entrañable, digno de Kaurismäki; y su gusto por la cotidianidad y el costumbrismo; remitiendo lejanamente (al menos, a mí me lo parece) a Ozu, a cuyo cine también se puede vincular el gusto por los planos estáticos, muy numerosos en 'Nebraska'.

Y, por supuesto, el entorno. Los personajes de Payne son fruto de su entorno. La venta de terrenos vírgenes en Hawaii, donde 'también la gente lo pasa mal'. Las típicas rutas vinícolas en la California de 'Sideways'. El frío y la inmovilidad paisajista de Nebraska...

4.

De 'Nebraska' me quedo, ante todo, con la sensación de haber viajado. El guión no es innovador, para nada; de hecho, hay escenas con un planteamiento demasiado similar al de anteriores películas del propio director. Su cine tampoco es dinámico, ni pretende serlo. Y es posible que la película no sea reivindicada o recordada con el paso del tiempo. Pero yo he viajado con Woody. He transitado esas carreteras, he visto esos horizontes y he vagabundeado por lugares que me quedan muy lejanos. Desde una pantalla. Pocos cineastas modernos son capaces de conseguir tan calmada contemplación, tal sentido de la 'situación', semejante retrato; en detalle y profundidad, de un lugar. Acaso Jarmusch y algún otro.

Gracias.
Nuño
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8 de febrero de 2014
89 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coger una historia común y hacer de ella una gran película, eso es lo que una vez más vuelve a hacer Alexander Payne, reafirmándose como un director dotado de mucho talento. Nos encontramos ante un relato cotidiano que en su conjunto suscita en el espectador múltiples sensaciones, desde la tristeza a la risa. Sea comedia, drama, o como quiera llamarse, Payne ha logrado un sincero y bello film.

Esta sencilla obra nos proporciona un triste aunque verdadero retrato de la vejez, una etapa en la que la demencia deja duras secuelas. Con un mágico Bruce Dern, que borda el papel hasta el punto de plantearte si está actuando o simplemente siendo el mismo, nos enseña lo lejos que puede hacerte llegar ese gran lastre que a tantos involucra. En este caso Woody (Bruce) pretende emprender un disparatado viaje con el fin de cobrar una estafa que cree él que le haría millonario. Miles de kilómetros le separan de su destino y sin embargo decide realizar dicho viaje, aunque tenga que hacerlo andando y en solitario, y por si fuese poco, su deseo es gastar dicho dinero en cosas a las que no podría darle ningún uso. Pese a esto, su hijo se apiada de su situación y decide ayudarle a lograr dicha meta. Realizarán un viaje que con escasos y cómicos diálogos te hace ver la belleza que esconde la familia.Y curioso es que con esta premisa, en blanco y negro, y un viaje en coche, Payne consigue lo imposible.

Natural, irónica, melancólica, reflexiva, sincera, cómica, enternecedora, realista, y con todo esto, bella, eso es Nebraska. Una historia sobre la vida, la cual podríamos resumir como una obra sencillamente magnífica. La vida es un camino, no una meta, así que disfrutemos de ella, lo que el viaje nos depare siempre será lo de menos.
Mr Durden
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17 de diciembre de 2013
67 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mala gente que camina y va apestando la tierra...” Ya nos avisaba Antonio de que en todos los lugares del mundo hay gente que te buscará las cosquillas, te pisará cuando estés en el suelo, se tomará la molestia de indagar en tu interior para entonces, cuando bajes la guardia, atacarte con inquina, injuriarte y jactarse de ello. Si esa persona llega a ofendernos realmente, y dependiendo de cómo de alto tengamos el umbral de tolerancia, es posible que nuestra naturaleza más animal responda de forma violenta, otorgando una victoria inmediata a nuestro indeseable rival. Pero para algo existe la justicia poética, eso que sólo suele ocurrir en la ficción y que, como un karma irritado, transformará la sonrisa triunfal del canalla en una mueca de dolor, envidia y resentimiento mucho más satisfactoria que todos los golpes del mundo. Los pelos de punta, la sonrisa nerviosa y ese cosquilleo que recorre nuestro cuerpo indican que la magia del cine ha vuelto a lograr su cometido.
Justicia es lo que busca para sus personajes Alexander Payne, un director especialista en mostrar la cara más humana y patética de la sociedad; y la poesía es el vehículo utilizado en esta Road Movie que seguirá los pasos de Woody Grant y su hijo David, dos personajes tan entrañables como faltos de miras, sin un objetivo claro en la vida, en los que se puede ver perfectamente el paso del tiempo, como si ambos fueran la misma persona en diferentes épocas compartiendo un mismo escenario. Un escenario conformado por los maravillosos paisajes que aparecen a lo largo de los más de 1000 kilómetros que separan Montana de Nebraska. Y precisamente ahí es a donde se dirige nuestro protagonista para recoger el premio de un millón de dólares que ha ganado, o eso cree él. Decidido a llegar al lugar indicado aunque sea andando, no dejará que nadie lo detenga hasta lograr su cometido, despertando así la preocupación de su hijo que le acompañará en su disparatada travesía. Por el camino se detendrán en el pueblo donde se crió el anciano, un pueblo pequeño y poético, como todo en la película, que trae viejos recuerdos a la delicada mente del viajero, y hace recordar al espectador al sin par Miguel Hernández,
“La vejez en los pueblos. El corazón sin dueño. El amor sin objeto. La hierba, el polvo, el cuervo. ¿Y la juventud? En el ataúd.”
Película agridulce que aborda con inteligente y agradable humor un tema tan delicado como es el paso del tiempo y los estragos que deja en las personas. La parte dulce la pone la pareja protagonista, dos hombres muy simples y sin ninguna maldad que se preocupan, a su manera, el uno por el otro. La parte agria vendrá del resto de patéticos personajes, como la mujer de Woody, Kate, malhablada, envidiosa y cruel que, pese a las muchas atrocidades verbales que ponen de manifiesto su desagradable temperamento, blasona de practicar un catolicismo intachable. Ella, al igual que el hermano mayor de David, Ross, destaca por su frialdad y superficialidad aunque, en el fondo, ambos tengan un lado sensible y cariñoso.
Bruce Dern borda una interpretación magistral como Woody, un lacónico y alcohólico padre que comienza a notar cómo la inevitable guadaña se acerca causándole un miedo incontenible, no a la muerte en sí, sino al fracaso. Por ello intentará remediar con un millón de dólares las carencias afectivas que haya podido tener como padre. Un gigante de la gran pantalla que, con paso errático, tambaleante y sin prisa, tendría que alzarse con el Oscar al mejor actor en la próxima edición de los prestigiosos premios. De momento, su sensacional actuación ya le ha valido el premio al mejor actor del festival de cine de Cannes. June Squibb, que ya colaboró con Payne en la cinta A propósito de Schmidt, 2002, no se queda corta en el apartado interpretativo, ofreciendo una actuación no tan conmovedora, pero llena de fuerza y buen humor sarcástico, por lo que depositamos en ella nuestras esperanzas para la estatuilla a mejor actriz de reparto.
Con semejante elenco y dirección, el guion no podía ser menos y, en efecto, el estupendo libreto se disfruta de principio a fin. Un trabajo redondo que, por primera vez, no fue escrito por el propio director sino por Bob Nelson quien, centrándose en los protagonistas, no permitió a los elementos externos apoderarse de la obra. Claro ejemplo es el momento en el que se habla de la separación de David y su novia ya que, lejos de convertirse en una dramática historia de celos, desamor y melodramas varios, el escritor simplemente utiliza esa escena como refuerzo para resaltar la pusilánime personalidad del actor, olvidándose inmediatamente después, y por completo, de la chica en cuestión.
También nos habíamos olvidado, tras los primeros fotogramas, de que la película es en blanco y negro, imaginando a los personajes en esa tonalidad monocromática, sin concebir que en la vida real sean personas a todo color. Una fotografía, a cargo de Phedon Papamichael, tan elegante como natural, una belleza artística deslumbrante, amable y cruda a partes iguales que consigue una composición muy cuidada del retrato humano sin que resulte artificial, una belleza de contrastes entre la soledad interior y la unión familiar, el encanto e inocencia infantil bajo una triste mirada que tiempo ha que asumió el inevitable e impredecible momento de su marcha. Poética, descriptiva y melancólica fotografía que evoca al mismísimo Machado, “una pálida rama polvorienta sobre el encanto de la fuente limpia”.
Peaky Boy
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8 de febrero de 2014
59 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los pocos segundos de comenzar "Nebraska", Woody, el protagonista de esta historia, es interrogado. Las preguntas son, en apariencia, sencillas: ¿De dónde viene?, ¿Hacia dónde va?. Sin embargo, las respuestas dadas por el personaje que interpreta magistralmente Bruce Dern, son demoledoras, complejas, y a la vez, de una simplicidad que desmonta por completo al espectador antes de darse cuenta de que está delante de una pantalla. En ese mismo momento, Alexander Payne, desde su posición de narrador privilegiado, abre una ventana al fondo del corazón de un microuniverso cercano en el que la honestidad de un relato construido desde la mirada perdida del miedo a un final incierto, susurra con calidez su mensaje desolador y esperanzador al mismo tiempo.

Es "Nebraska" una road movie, que poniendo su vista en la perfecta "Una historia verdadera" de David Lynch, ofrece un viaje tanto a sus protagonistas como al patio de butacas. Un recorrido desnudo y carente de colorido por las raíces nudosas de una América deconstruida a través de relaciones familiares disfuncionales. Un mundo carente de falsa moral, donde la sinceridad se erige como base de un relato que admite tantas dobles lecturas, que la visión de esta obra maestra, termine reportando beneficios ingentes para la audiencia. Dudas existenciales, remordimientos vitales, errores, éxitos y fracasos se pasean por delante de la cámara en un desfile narrativo emocionante que apunta directamente al fondo de las emociones más humanas.

Alexander Payne, tras sus notables precedentes, consigue con "Nebraska" redondear su filmografía con una cinta perfecta que, desde la nostalgia del blanco y negro, se perfila como una fábula sobre el pasado, presente y futuro, cuyo mensaje se escribe con letras doradas en la retina de un público consciente del cariño con que el realizador perfila su obra maestra. De la mano de un Bruce Dern demoledor, en la cima de su madurez artística, y de un Will Forte entrañable; la odisea surrealista de Payne, encierra en su interior momentos de gran cine: humor surrealista, dramatismo sobrecogedor y cuestiones éticas, mezcladas en una narración ejemplar vertebrada por un trabajo desnudo y sincero como pocos en el presente curso cinematográfico.

"Nebraska" es una película que huye de efectismos y golpes bajos. Una obra que habla directamente al alma, y que la mece en una melodía forjada por las sinuosas carreteras de un destino incierto que se pierde en el horizonte del temor, pero cuyo final reconforta por la noción global de un canto a la vida que se guarda en lo más profundo de cada uno. Un ejercicio demoledor que no merece caer en la ignorancia por nadie... recomendable, emocionante, perfecta e inolvidable.
EuTheRocker
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10 de febrero de 2014
44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aclararé en primer lugar que la filmografía de Payne hasta la fecha, pareciéndome indudablemente interesante, no había llegado a gustarme del todo, dejándome siempre cierto regusto insatisfecho, aquél que surge en nosotros cuando advertimos talento, pero este no nos parece totalmente aprovechado.

Con "Nebraska" disfruto por primera vez de un Payne en mi opinión más pleno, que consigue hurgar desde una peculiar sobriedad en temas universales como son las raíces de las personas y su sentido de la dignidad. El argumento del filme, sirviéndose de la metáfora del viaje, trata de ilustrar a través de Woody Grant un último intento de redención; su mente, que empieza a sumergirse lentamente en ese pozo que es la demencia, le impulsa sin embargo a iniciar una aventura que, pese a la incomprensión inicial de sus familiares, está llena de sentido. Lo que Woody trata de conseguir persiguiendo ese ficticio premio no son tanto los bienes materiales (la camioneta, el compresor) como la tranquilidad de "dejar algo" a sus hijos, y la satisfacción de "haber sido alguien". Esto cobra mayor importancia en tanto en cuanto el retrato del personaje abunda en lo anodino de su carácter y lo insustancial de su vida, aspectos que encuentran perfecta sintonía con las rutinas y vidas de los familiares y conocidos de su pueblo natal, Hawthorne, un lugar en el que parece que jamás ocurre nada de importancia (esa secuencia de todos los hermanos Grant vampirizados ante la tele mientras alguno de ellos inicia una insulsa charla es perfectamente ilustrativa).

El terco empeño de Woody conoce todas las reacciones posibles, desde la incomprensión hasta la mezquindad, pero acabará por encontrar la ayuda de su hijo David; es interesante observar el cambio operado en las motivaciones de este personaje, pues pasará de acompañar a su padre casi obligado y con el fin de calmarle de una vez por todas, a hacerlo en pos de la recuperación de las raíces familiares, y lo que es más importante, de la dignidad de su padre, en lo que constituye un auténtico acto de amor filial (no diré nada de las secuencias finales salvo que son la perfecta plasmación de esto que acabo de apuntar). Además de estos dos personajes principales, la película cuenta con excelentes secundarios, aportando todos ellos matices interesantes a la historia, y sobre todo mucho humor, destacando en tal sentido los clónicos y primarios primos de David, y principalmente su madre, que no deja títere con cabeza allí por donde pasa (la secuencia del cementerio es tremendamente divertida). Todo ello no hubiera sido posible sin las excelentes interpretaciones de Dern (Woody), Forte (David) y Squibb (Kate, la madre), perfectamente dirigidos por un Payne que siempre potencia la labor de los actores.

La fotografía en blanco y negro resulta muy acertada en la medida en que enfatiza los aspectos agridulces de la historia, al tiempo que nos sugiere la quietud y el tedio de los ambientes en los que transcurre la película; los planos de las grandes llanuras, así como los de las calles desoladas de esos pueblos del medio Oeste norteamericano potencian estas sensaciones con singular perfección.

Por último, leo que a muchos esta película les recuerda a la excelente "The Straight Story" ("Una Historia Verdadera") de Lynch, y aún admitiendo con ellos que tienen evidentes puntos en común, yo la emparentaría mejor con un filme español, al que aludo indirectamente en el título: "En la ciudad sin límites", de Antonio Hernández, una película que me encanta, porque al igual que esta, ilustra perfectamente cómo un hombre, al final de su vida consciente, es capaz de un último esfuerzo redentor dotado de la máxima dignidad, y cómo en ese empeño que nadie parece entender, encuentra la comprensión y solidaridad, el amor en suma, de su hijo.
Quatermain80
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