La primera noche de la quietud

Un dramón entristecedor, fatalista y singular del inolvidable autor de "La chica de la maleta". Presenta una historia de seres insomnes por la inquietud de existir y no sentirse amados, por sentirse desorientados y desesperados, entristecidos y desganados mortalmente, que se agarran al efímero asidero de hacer el amor.
"La primera noche de la quietud" es para el profesor Domerini (excelente Delon, perfectamente triste con unas ojeras antológicas) la antesala de la mañana de su muerte, que llevaba tatuada en su rostro desde la primera secuencia. Buena película y descollante una bellísima Sonia Petrova.

El sex symbol Alain Delon encarnaba como nadie al prototipo del galán desangelado, bohemio, sin propósito. Vagabundo geográfico y emocional que no encuentra asiento, huyendo de sus fantasmas, paseando su hastío entre cigarrillos, observando la anodina vida que lo rodea, tan insípida como la suya. Una niebla pesada como las almas cubre Rímini de un gris apagado. Se respira poca paz y ninguna felicidad.
Daniele llega a la ciudad como podría haber llegado a cualquier otra, buscando un empleo con el que tirar durante un tiempo hasta que la veleta vuelva a cambiarle el rumbo. Instruido y culto, quizás con una única pasión: la literatura, la poesía. Lo contratan de profesor en el liceo, aunque admite que no tiene vocación de docente.
Entre el humo del tabaco y versos recitados a una adormecida audiencia de adolescentes, Daniele se fija en una estudiante que lo conmueve. Vanina es preciosa, pero triste. La desesperanza anida en su juventud sin sueños.
Un Rímini de bajos fondos desfila melancólico, escenario de un amor trémulo que surge como un deseo culpable y desafiante, en contra del implacable curso de una vida condenada al vacío.

Alain Delon ofrece una de sus mejores interpretaciones como Daniele, un profesor desencantado que cree reconocer en una alumna, Vanina (fascinante Sonia Petrova), a un alma gemela. El brillante Valerio Zurlini la ambienta en un Rímini frío y desolado, subrayando así el estado anímico de los dos protagonistas. Sensible, melancólica y dolorosa, La primera noche de la quietud es una película muy especial que fácilmente dejará huella en los espectadores más sentimentales.

Interesante película con las peculiaridades propias de los años setenta. Un profesor de literatura a la maravillosa edad de 37 años se enamora locamente de una estudiante de su clase, de 20 años, algo altanera, desafiante y de colosal belleza. El protagonista (Delon, en una de su más logradas actuaciones) parece revivir de su letargo triste, melancólico que lo persigue hace veinte años y buscará en esa joven mujer que oculta secretos e intrigas la resurrección en su vida aunque lo lleve a tomar drásticas decisiones. Hermosa fotografía, el saxo suena melancólico y desolador, ¡Rímini! en cuanto se acabe esta maldita pandemia allí estaré. Delon, maravilloso, memorable interpretación, un rey manejando su inigualable mirada. Párrafo aparte para la hermosa Sonia Petrovna a quien tuve el alto gusto de conocer en este filme, que alguien me explique por qué no llegó a la categoría de estrella.

Es una película muy pretenciosa casi (o sin) hasta en ese sentido paródica o ridícula y pedante y estirada, muy floja pero tiene sus cosas, la belleza de la protagonista pareja, la sordidez del ambiente reinante, las constantes literarias citas que el espíritu tan elevado que el lujo de poseer tenemos mucho nos alimentan, el aire resacoso setentero tan habitual en esos momentos de cambio de ciclo, de fin de algo y principio de nada, de existencialismo de derribo terminal agónico derruido, tonto el último, la mamá y la puta, el saxo desgarrado como grito en la más oscura solitaria atormentada noche, los amores a tumba abierta, romanticismo exangüe, esa chaqueta o abrigo ¿beige tal vez, socórreme? que casi ni para follar el cabrón se quita, el juego, la cutre discoteque, el jugador de Dostoievski, las noches blancas, el suicidio que ronda o por montera cachondo se pone, la muerte toda, la droga mala, la desesperación, la nada cotidiana y también la universal, cualquiera, la infamia, la mafia, la matufia, un cóctel más bien molotov entre muy lamentable y la mar de interesante más que por lo que es, un bluf, por lo que supone o retrata o indica de una determinada época ya tan pisada, un síntoma, una enfermedad, una autopsia, un cadáver ambulante que a podrido huele, hiede.