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Crónica de un ser vivo

Drama Poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) Kiiji Nakajima, un anciano atemorizado por las consecuencias del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, vive obsesionado con la idea de construir un refugio antiatómico. Sin embargo, cuando algún tiempo después se plantea emigrar con su familia a Brasil para evitar la amenaza nuclear, su decisión tropieza con la incomprensión de todos los que lo rodean. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
7 de enero de 2016
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un cierto consenso respecto a ‘Crónica de un ser vivo’. Muchos la consideran una de las películas menores de Akira Kurosawa. Quizás sea así. Pretendo analizar, en el texto que sigue, el corte de plano que se produce en el minuto 36:43. Para ello, he de describir con detalle parte de la escena en que se enmarca dicho corte. Para mí, el mensaje de la cinta, al margen de un hipotético holocausto nuclear, sigue vigente. Está en nuestra naturaleza.

36:25

Un padre, no al estilo apacible del arquetipo Ozu (encarnado, las más de las veces, por el maravilloso Chishu Ryu), sino un padre que es pura adrenalina (¿quién si no Toshiro Mifune podría haber compuesto un personaje así?), se sitúa en medio de los dos grandes pilares de la sociedad: por un lado, la familia (su mujer y tres hijos); por otro, el tribunal de conciliación (tres hombres y una mujer que, según creo, oficia de escribana).

PLANO A
Vemos el torso del padre en primer término, situado a la izquierda y mirando en esa misma dirección. A la derecha, quedan los cuatro familiares. Abajo, en la esquina izquierda, su sombrero. Un cenicero algo más arriba. Las líneas y el punto de fuga están trazados con oficio de maestro.

Padre (girando el cuello para mirar a sus hijos): “¿No sabéis que lo más precioso es la vida?”

Hijo: “Padre, por supuesto que la vida es preciosa, pero los hombres mueren antes o después. ¿Por qué preocuparse tanto?”

Hija: “Tiene razón, ¿por qué preocuparse tanto?”

Padre: “Los hombres…

36:40 CORTA A [No hay pausa, el corte se produce en medio de la frase.]

…tienen que morir.”

PLANO B
La cabeza del padre ocupa el centro del encuadre; abarca un gran espacio. A su alrededor, formando un arco, los miembros del tribunal.

Padre (furioso): “¡Pero yo detesto que me maten!”

36:43 CORTA A

PLANO C
El padre desaparece abruptamente del encuadre. Quedan los jueces-mediadores al desnudo, frente al espectador. Un abanico subraya la composición en forma de hemiciclo. Estamos algo más cerca de ellos. Como si el plano fuera, en cierto modo, subjetivo. No hay forma de escapar.

Tras el terrible exabrupto, dieciocho segundos de silencio al final de los cuales los cuatro miembros del tribunal desvían la mirada.

===

La composición de los tres planos le debe mucho a la pintura; el juego de miradas es teatro puro (y del mejor). La luz blanca es, claro está, fotografía. Los abanicos y el humo pudieran ser pasos de danza.

Pero la alquimia del espacio comprimido, los tenues cambios de escala y, sobre todo, el estallido del grito que desemboca en el corte al PLANO C, sólo es posible en el cinematógrafo.

Todos debemos morir, admite Kurosawa, pero ¿qué sentido tiene matarnos los unos a los otros?

El director formula la pregunta usando un latigazo de montaje: un cambio de plano que nos paraliza; un corte en la garganta que convierte el miedo en celuloide.



[En una cinta de hoy en día, un corte así podría pasar inadvertido. La epilepsia en el montaje mata la emoción. El arte es un ser vivo y, como tal, no sobrevive a un aluvión de latigazos.]
Servadac
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11 de diciembre de 2008
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10 años después de que Hiroshima y Nagasaki fueran devastadas por las bombas atómicas, Akira Kurosawa denunció la situación vivida en la posguerra de Japón con su peculiar "Crónica de un ser vivo".

En este film menor del maestro japonés, Kiiji Nakajima (Toshirô Mifune) es un cabeza de familia atemorizado y trastornado por los efectos de las bombas que cayeron sobre Japón. Nakajima es llevado por sus hijos hasta el tribunal de familia, ya que estos consideran que se están malgastando los bienes por la paranoia sobre protectora del padre de familia, y es que el Sr. Nakajima quiere vender sus posesiones en Japón y llevarse a la familia a Brasil, lejos de los efectos de las Bombas H.

Kurosawa, más que una crítica al propio desastre nuclear, hace una crítica a las sociedad japonesa de la posguerra, en un tiempo en el que los efectos no inmediatos de las bombas hacía años que se comenzaban a observar. Las enfermedades, malformaciones y muertes estaban a la orden del día. Kurosawa muestra esta preocupación a través de Nakajima, al que toda la sociedad japonesa, incluida su propia familia da por loco. Kurosawa parece denunciar la indiferencia japonesa ante una crisis social y un estado sanitario deplorable.

Toshiro Mifune hace una caracterización memorable, y junto al resto de actores, son parte fundamental para que la película se desarrolle con éxito. Posiblemente, "Crónica de un ser vivo" tuvo que impactar fuertemente en la sociedad japonesa, aunque hoy en día y al contrario que otras muchas obras de Kurosawa, el film ha perdido mucha vigencia y es difícil que hoy por hoy pueda impactar como lo hiciera en su época. A pesar de ser una de las obras menos brillantes de Kurosawa, "Crónica de un ser vivo" es tan especial como el resto de su filmografía, y no puedo hacer otra cosa que recomendarla.
Sersolo
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7 de mayo de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, es el trabajo más flojo de Kurosawa, pero aún así está muy por encima de muchos directores que se las dan de “listillos” y “profetas”.

A través de un sensacional y magistral Mifune, Kurosawa nos muestra una sociedad de post-guerra, centrándose en el cabeza de familia cargado de temores por la muerte a causa de las bombas H, dónde se puede visualizar de forma genial, como la codicia de los que lo rodean, su familia, lo acaban llevando por el camino de la amargura, donde con cada acción de los miembros, tiene su reacción en él, y todo para acabar de forma magistral.

La pena es que es un guión sencillo, donde le saca todo el jugo del mismo, y no da para más, y es qué con un guión así es más fácil fracasar que acertar.
Ranxomare
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19 de enero de 2007
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kurosawa da una nueva vuelta de tuerca al asunto de la guerra. En esta ocasión relata las vicisitudes de una familia numerosa con un padre obsesivo. Y su obsesión no es otra que la bomba atómica. En algunos momentos la película es durísima. En otras ocasiones es tierna. El maestro ya había dado muestras suficientes de su valía con "Rashomon", "Vivir" o "Los Siete Samuráis". En "Crónica de un Ser Vivo" sólo demuestra que, sea cual sea el tema que aborda, ya tiene una manera de pensar, narrar y exhibir su talento. Nunca se ha considerado una obra capital del director, difícil por otra parte con los precedentes citados y alguna que otra cinta que vendría después. No obstante en esta película no sobra prácticamente ni un plano, todo dice algo. Es la grandeza de los grandes artistas. Es el ejemplo para los nuevos aspirantes.

J.L. DANA Q
dana
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26 de abril de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque puede parecer un tema obsoleto e ingenuo a día de hoy, quizás nos hemos acostumbrado a vivir bajo la amenaza de la disuasión, no debemos olvidar que mientras existan arsenales nucleares, jamás desaparecerá el peligro de un conflicto nuclear definitivo para la raza humana. “Crónica de un ser vivo”, conocida también en España con el título de “Vivir en el miedo”, fue una película concebida en el ambiente de temor colectivo vivido en Japón durante la década de los cincuenta. A los casi 300.000 muertos causados por las dos bombas atómicas lanzadas por los EEUU sobre el país del sol naciente, había que añadir el recelo provocado por las continuas pruebas nucleares que las grandes potencias experimentaban en los albores de la “guerra fría”.

Japón años cincuenta, las secuelas psicológicas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki siguen presentes en la sociedad nipona. Un industrial, Kiichi Nakajima (un grandioso Toshiro Mifune) vive angustiado por el miedo a que el alcance de las radiaciones alcance todo el país. Por otro lado, también existe el riesgo de nuevos ataques con armas nucleares. Su solución consiste en abandonar la fundición que regenta y huir a un lugar tranquilo y apartado, una granja en Brasil. Pero la familia del industrial no ve la partida con buenos ojos y trata de impedirla por todos los medios. El film adquiere un ambiente sofocante y ominoso, un patetismo profundamente sombrío, una angustia atroz, completamente alejado de la mirada costumbrista de otros films coetáneos.

Ese es, sin duda el contexto en el que cabe comprender el interés de Kurosawa, un film en el que quedara recogido el impacto emocional que una situación de pánico colectivo puede generar en una población, y de forma particular en aquellas personas que asumen la responsabilidad de sostener el bienestar de una familia o un grupo humano. El miedo que sufre Nakajima – cercano a un estado patológico – contrasta con la inconsciencia de algunos de sus allegados, que viven su cotidianidad de espaldas a cualquier preocupación que se sitúe fuera de sus intereses personales. Este film podría considerarse como una pieza más del mosaico dibujado por el humanismo que se desprende de lo obra general del cineasta. Pocas reacciones psicológicas son más humanas que el miedo, en este caso, además, el miedo provocado por la capacidad exclusiva que presentamos los llamados “animales racionales” para provocar la guerra y la autodestrucción total.
Antonio Morales
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