El coronel no tiene quien le escriba

El todavía vivo y ya mítico (y digo lo de vivo y mítico porque son conceptos incompatibles, pues a casi ningún escritor se le sube a los altares hasta después de su entierro) Gabriel García Márquez tiene en su novela "El coronel no tiene quien le escriba" uno de los ejemplos mejores y más fascinantes de su obra. Cuenta la historia de un caduco coronel, todavía decoroso y orgulloso, que espera cada día, desde hace 27 años, la llegada de una carta dónde se le anuncie su derecho al cobro de una pensión. Viviendo en la ruina y de la caridad, solo tiene la compañía de su mujer, lúcida y trastornada a un tiempo por la muerte del hijo en un feo asunto, y de un gallo de pelea codiciado y que es para el coronel su mascota y a la vez amigo.
Sin duda alguna la obra de García Márquez se adaptaba notablemente al universo sórdido, dramático y feísta de Ripstein y a la pluma abigarrada y compleja de Paz Alicia García Diego, con lo que, por fin, el escritor colombiano tiene en cine una gran adaptación y con lo que Ripstein ahonda todavía más en su magisterio actual y ser considerado, sin discusión, uno de los grandes de la actualidad.
Hay en esta película una reflexión sobre la desilusión de vivir, sobre la derrota, sobre la vida anestesiada por la pena y la desidia. Y Ripstein aplica un lirismo apesadumbrador a la historia, una melancolía desilusionante, una hondura dramática locuaz henchida todavía más por negros y muy explicativos toques de humor negro y absurdo. Es verdad que no hay realismo mágico, porque solo hay realismo humano en un mundo muy de Ripstein: despiadado, falto de oxígeno, lleno de podredumbre, inhóspito, dónde todo se puede comprar y vender, dónde como diría el maravilloso Miguel Hernández "El hombre acecha al hombre".
Película sólida y convincente por todos los lados, notablemente escrita, estupendamente dirigida y ambientada, brilla también por su elenco artístico y particularmente por interpretaciones magistrales que hacen Luján y Marisa Paredes (el coronel y su esposa) de esos dos naúfragos perdidos -sin fe ni esperanza, solo caridad, y una ilusión que es un espejismo, una utopía, un sueño abstracto- en una isla tan grande como el mundo entero, pues su naufragio es irreparable, aunque realmente conmovedor. Gran película.

Me sorprende que hasta al propio autor le ha gustado mucho, porque yo he visto una película soporífera en muchos momentos y con intromisiones, que no están en la novela de García Marquez, incrustadas a la fuerza. Especialmente la de Hayek; con un personaje desdibujado inventado esencialmente para su lucimiento.
El resultado final es un filme insulso que apenas logra trasmitir un mínimo de la esencia del autor de la novela. Y lo más sorprendente: que casi dura más que esta.

Tanto Riptein (director) como su mujer Paz Alicia Garciadiego (guionista) se ciñen, sin demasiadas licencias para la fantasía, al hermoso y tristísimo relato de García Márquez, apropiándose de muchas de las rotundas frases de la novela, incluídos los modismos populares mejicanos (que casi obligan a seguir el diálogo con ayuda de algún diccionario apropiado). Soberbios en sus papeles del Coronel y su mujer Fernando Luján y Marisa Paredes, sin olvidarnos del gallo Tadeo, sobre el que gravita gran parte del discurso argumental, y del que dijo humorísticamente García Marquez, en Cannes, que se merecía el premio al mejor actor. Y hablando de premios, extraña que esta gran película no recibiera ninguno de los "grandes". Estupendas, además, la ambientación y la música de la banda sonora (aunque suena algo triste, para acomodarse al tono general de la película). Un recreo, en suma, para los sentidos y para el sentimiento.

Nos encontramos ante una historia de esperanza. Ante una historia de impotencia. Ante una historia de amor. Ante una historia de venganza. Ante una historia de pobreza. Ante una historia que no está muy alejada de la realidad.
La desesperación de un matrimonio jubilado que esperan cada semana la paga semanal del estado por haber luchado en el ejército. Una paga que le corresponde a un coronel, que observa impasible como pasan los años, y en su casa no entra ni un billete. Espera una carta con esa noticia en la que le dan su correspondiente dinero, ganado con su esfuerzo. Espera una carta que no llega.
Mientras... el hambre y la enfermedad inundan su casa. Una casa vacía no solo de comida, sino de un hijo que fue asesinado años atrás. Un hijo que les ha dejado un hueco mucho mas difícil de tapar que el hambre.
La historia es triste y dura. Uno observa como este matrimonio que solo desea vivir sus últimos años tranquilos; lo único que sufren son penurias.
Ambos actores están fantásticos en sus papeles, y producen en uno la pena y la rabia de observar que no consiguen salir de la situación.
No obstante, dentro de estas grandes interpretaciones, de una estética maravillosa al expresar la pobreza, y de un guión duro; hay que reconocer que tiene momentos que hace que el ritmo tire para abajo. Esto da como resultado una película no tan brillante como uno podría esperar.
En fin, un buen film que cuenta con momentos en los que flojea, pero que hay que decir que engancha desde el principio, e inunda al espectador con un sentimiento de lástima hacia sus protagonistas. Unos protagonistas destinados a sufrir.

Película que retrata la pobreza, la sencillez, el luto y la necesidad de un par de ancianos que apenas se las ingenian para vivir. El Coronel lleva 27 años esperando una pensión por sus labores en una Guerra revolucionaria, una guerra que a fin de cuentas resultó ser inútil.

La mano de la experiencia de Ripstein se denota, en algunas secuencias se muestra una sutileza sublime. El problema del film es que se extiende más de lo necesario, resulta ser muy repetitivo lo que lo hace cansino y a su vez genera que no se disfrute a cabalidad del metraje, lo que la hace ser un producto apenas pasable.