La vida que te espera

Un joven tiene inquietudes literarias, quiere contar una historia. Se siente inspirado y vuelca en papel las ideas que le van surgiendo. Se va configurando el argumento a lo largo de las horas en que logra mantener su atención y su deseo.

Pronto reconoce dos problemas para continuar. El primero es que los hechos se le agolpan en su imaginación no necesariamente a la misma velocidad en que es capaz de escribir, ni tampoco con la cadencia que los hace comprensibles al eventual lector. Se da cuenta de que necesita una estructura previa en la que ir situándolos, como un guión o borrador. Va interiorizando que transmitir una historia requiere un esfuerzo.

El segundo tiene que ver con limitaciones físicas y sociales. Necesita dormir, descansar, incluso ir a trabajar. Abandona, por tanto, durante unas horas la atención a su relato. Cuando regresa ha estado atendiendo otras cuestiones que nada tienen que ver con aquel, y apenas reconoce lo que ya ha aparecido en la trama o lo que aún tiene pendiente. Incluso su estado de ánimo ha cambiado, tiene ahora más prisa y trufa su estilo de verbos mientras los adjetivos desaparecen…

Una película requiere un guión trabajado, repasado, en el que la historia fluya con naturalidad y los comportamientos de los personajes se expliquen por sí solos. Como una novela. En el film, además, habrá que desterrar los errores de montaje. Un personaje no puede llevar una camisa azul en el comienzo de una escena y verde en el final, aunque correspondan ambos momentos a diferentes días de rodaje.

Este tipo de errores puede darse en un director y un equipo que debutan en la tarea. Pero en un veterano, no.

“La vida que te espera” presenta buenas credenciales en su inicio. El paisaje cántabro es filmado primorosamente bello. La actuación de Juan Diego es una muestra más de su excelencia como actor. El tema desarrollado es interesante. El conflicto del cambio generacional entre padres e hijos, la cerrazón mental en determinados ámbitos, las luchas y odios entre vecinos…

Sin embargo, en un momento dado, la lógica se oscurece, los hechos se tornan deslavazados, los personajes actúan de forma absurda e inconexa con su conducta previa… como si todo hubiera sido escrito y rodado en días diferentes, por guionistas y directores diferentes que no se hablan entre sí.

Sesenta minutos prometedores que logran atraer la atención del espectador son dilapidados por cuarenta minutos en que uno quiere despertar de ese mal sueño y maldice las expectativas que ha ido asumiendo. El caramelo explota en la boca, incomprensiblemente.

Historia de esas gentes de ambientes rurales muy cerrados que apenas han evolucionado, en este caso los pasiegos de Cantabria. Hay un elemento luctuoso desencadenante, siendo el trasfondo la desaparición de una forma de vida, representada por esas vacas lecheras que fueron siempre el medio de subsistencia y ahora van dejándose a un lado, mientras las nuevas generaciones miran hacia otras expectativas fuera de las tradiciones.
Gutiérrez Aragón es de la tierra y se nota, pues toma una cierta postura afectuosa hacia unos lugareños que, pese a su dureza y a veces un comportamiento casi animal, tienen un férreo sentimiento de la responsabilidady, representados por el gran Juan Diego, junto al siempre convincente Luis Tosar y el natural encanto de Marta Etura, enmarcados por los bellísimos paisajes de unos territorios cuya virginidad hace que ya casi no parezcan de este nuestro maltrecho mundo.

Notable y preciosa película española, con la calidad y la categoría de un buen director como es Manuel Gutiérrez Aragón.

Las localizaciones son espléndidas, allá en los valles pasiegos de la abrupta Cantabria. Nos gozamos viendo laderas verdes, lluvias empapadoras de gente y de tierra, vacas dando leche, gente cerrada y a simple vista antipática, pero seria, honesta, muy trabajadora y con sentido de salvaguardar a la familia, a los hijos, pase lo que pase con tal de que les vaya en la vida mejor que a los que les precedieron.

Una película encantadora, con una historia muy bien conducida y atrapadora del interés: donde cabe la muerte, el amor y sobre todo la hombría y cabalidad de un padre aunque sus hijas no le comprendan por salvaguardarlas y buscar lo mejor para ellas.

La joven Clara Lago, que interpreta el papel de "Genia" está para comérsela: vamos, más buena que el arroz con bacalo. Y en cuanto a Juan Diego, qué decir de tan genial y magnífico actor como es, una vez más nos vuelve a maravillar por lo perfectamente que se mete en su papel.

Se la recomiendo a cualquiera, una gran película del buen cine español de siempre.

La vida que se te viene, o bien la que te espera, o bien como has metido la pata. Lo cierto es que La vida que te espera sugiere un chiste y le sale un drama, un dramón de aquellos pero circunscripto a un ambiente rural: el de los pasiegos, amparados todos ellos bajo el clima bucólico de las montañas nevadas.

Como crisis interna de una manera de vida no está mal ambientada, de hecho es la clave de esta peli: su acierto en la ambientación y en el contexto. Es cierto eso de que crea un micro universo en donde los personajes se protegen unos a otros y al mismo tiempo no pueden dejar de mirar por sobre sus hombros. De todas maneras, no es el climax lo que resalta en esta peli, ni sus ritmos cansinos y peligrosos a la hora de representar una forma de vida caracterizada por el dinamismo cíclico. Lo que resalta aquí es el armado de perfiles psicológicos muy logrados hasta el tramo final, cuando un giro en el argumento pretende ofrecer una vuelta de tuerca que paradójicamente se pasa de rosca y la desvirtúa.

Bella desde lo pictórico, sugerente hasta su tramo final, La vida que te espera señala el antes y el después de una forma de vida que se plasmó bien en la pantalla. Tan bien que se acabó antes de tiempo, o después de tiempo. Eso lo decide cada espectador.

Una historia puede ser realista o ser fantástica, igual que puede retratar la realidad o pintar la magia de las cosas. A veces, incluso, lo mezcla todo y te hace algo llamado "realismo mágico" donde los límites se desdibujan y todo lo imposible y sorprendente se hace real y lógico. Como si fuera un sueño. Yo creo que a esta película le han querido dar ese tratamiento cuando pienso que no lo necesitaba y por eso, más que "desdibujar", se ha emborronado un poco sin dejar ver el contorno preciso y nítido que me parece que debía haber tenido.

Porque la historia es muy sencilla. Un padre viudo vive con sus dos hijas en un valle. Son ganaderos de vacas lecheras y viven apegados, casi incrustados, a ese paisaje que es su forma de vida, su hogar, su pan y su familia. Forman parte de los habitantes de valles aislados encerrados entre montañas que conservan tradiciones y costumbres que se han hecho leyes. La amistad y la solidaridad son códigos inquebrantables cuando se vive en espacios tan deshabitados que a veces tu vecino parece el único habitante sobre la tierra, aunque no siempre son fáciles de mantener. Las condiciones de vida extremas, el equilibrio entre la soledad y el aislamiento, entre la rivalidad y la amistad, entre la codicia y la generosidad, entre la locura y la sensatez se diluyen por mil causas importantes, o por una tontería, y provocan una catástrofe. La vida de Gildo y de sus hijas Val y Genia se tambalea por un encontronazo catastrófico con el vecino de toda la vida, convertido en loco furioso y salvaje por la soledad, la vejez o alguna tramontana asesina... quién sabe por qué, pero, de repente, la vida, clara, limpia, sencilla y segura del valle está llena de secretos, mentiras y peligros. Aunque también de las oportunidades que surgen con los cambios.

Val es la hija mayor, una chica que no tiene, ni necesita, vestido para ir al baile. Ayuda a su padre con las vacas y añora a su madre. Está resignada con su vida en el valle, con su familia y su trabajo. No sabe qué espera, hasta que aparece Rai, el hijo del loco, y se pone un vestido, se va al baile y se enamora. Ya no busca nada porque lo ha encontrado todo. Genia es la hija menor. Está en el valle de paso, baila danzas de lugares exóticos y estudia para irse lo más lejos posible lo más pronto que pueda. Gildo, el padre, es un vaquero y un pasiego nato. El valle es su vida, como las vacas, el pasto, la lluvia, las montañas, la cabaña y, sobre todo, sus hijas. Tiene una vida tan limitada por el trabajo y el paisaje que parece tan fuerte e insensible como un árbol o una roca.

Cuando el mundo se viene abajo, cuando los acontecimientos cogen la torrentera y caen sobre sus vidas todos reaccionan de forma diferente para encontrarse al final en el mismo lugar y el mismo sentimiento. En realidad, son una familia.