GasLand

Qué imbéciles que somos. Nosotros, aquí. Les cuento.

Dice un usuario, con toda la razón, que los americanos tienen ese afán de luchar por sus derechos, de denunciar y exigir a sus gobernantes que les protejan ante los tiburones empresariales que les acechan día sí, día también. Qué envidia, qué espíritu. Resulta que en el subsuelo de los States, ya lo sabíamos desde hace tiempo, se encuentra la mayor reserva de gas natural del mundo. El problema radicaba en la extracción, inviable económicamente hace unos años. Ahora, mediante el fracking, se puede obtener a un precio más que asequible, teniendo en cuenta costes de producción, distribución, etc. Cuál es el problema. El problema es sencillo: usando esta técnica jodes, con todas las letras, lo que venimos a conocer como el Medio Ambiente, y más concretamente lo que da la vida. Aguas subterráneas, superficiales, capas freáticas....todo al carajo. No les voy a explicar que es el fracking. Internet ofrece buena información en estos casos.

Así con estas, los yankees llevan unos años jodiéndose a ellos mismos. Novedad. Pero claro, resulta, como ya decía, que alzan la voz y pelean, porque a eso es a lo que han estado acostumbrados para salir adelante. A día de hoy ya hay moratorias en los estados de New York, Maryland y Jersey donde se prohíbe el uso del fracking. Y estamos esperando un informe definitivo de la EPA (Environmental Protection Agency) que va a acabar con esta actividad criminal que llena de becenos, fenoles, glicoles y demás productos químicos cancerígenos el subsuelo que nos alimentan y sacia nuestra sed. En este momento hay que recordar aquel capítulo mítico donde Homer, ejerciendo de jefe del servicio de recogida de basuras, utiliza como vertedero una antigua mina abandonada que se extiende por las entrañas de Springfield. El final seguro que saben cual es.

Pero decía que qué imbéciles somos aquí. Qué nos gusta adoptar las costumbres y vicios más siniestros del otro lado del charco. Ahora resulta que hay gas en Álava y que el Gobierno Vasco va a comenzar el Proyecto Gran Enara, en el que van a extraer y tantos cientos millones y tantos mil millones de esto y de lo otro. Yacimiento por cierto que hay que explotar por fracking. Yacimiento por cierto cuyos primeros sondeos carecerán de estudio de impacto ambiental (¿alguien duda si lo pasaría después de saber un poco del asunto?). Y sondeos por cierto que cuestan 100 millones de eurazos y que 43 los pondrá el contribuyente. Y Patxi con un casco azul haciéndose fotos y maximizando los resultados de la futura extracción.

No sé si esta crítica quedará anticuada con el paso de los meses, de los años, y eso que relataba ahí arriba quede en fuegos artificiales. Mientras tanto, y si usted vive en el condado de Treviño, vaya comprando litros de Lanjarón. ¡Ah!, ¿no lo dije?, en Francia también prohibieron totalmente está técnica hace unos meses. Creo que estos también tienen por costumbre luchar por sus derechos y su libertad...

Estados Unidos es un país que puede tener muchos fallos y que a mí personalmente no me atrae lo más mínimo. Pero una de las grandísimas virtudes de este país es la capacidad que tienen sus ciudadanos para entender que su obligación es defender sus libertades de manera activa ante el poder económico o político. Y así tenemos este documental que Josh Fox se guisa y se come a cuento de una carta de una compañía que le manda una carta para montar una planta de extracción de gas en su propiedad. A partir de ahí la investigación sobre el método de extracción del gas, sus consecuencias, los efectos sobre la salud humana, las implicaciones de las compañías y los políticos. Todo para conseguir denunciar una situación que perjudica a los ciudadanos de su país y crear un movimiento para obligar a los políticos a reaccionar.

Lo único que sobra es la manía por grabar planos del campo o los ríos con sus reflexiones que ralentizan el ritmo del documental y no hacen grandes aportaciones a la investigación.

Después de haber visto Gasland, te das cuenta de que has visto un producto escolástico, que el autor aprovecha el momento para realizar su propia autobiografía en forma de protesta documentada.
Después de haber visto Gasland, te das cuenta de que lo que acabas de ver puede que pase en tu propia casa.
Actualizando ahora la crítica anterior (siete meses atrás) Cantabria, Burgos, País Vasco,… se muestran como provincias amenazadas ante esta práctica, con lo que el documental adquiere mayor valor por su creencia a cambiar las cosas. Se cumple una vez más cómo el poder del gran formato puede mover al ciudadano, o sino moverle, hacerle al menos consciente de lo que ocurre alrededor…o no tan lejos. Sirve también para darse cuenta que la ideología política no es importante, y que el dinero, si tienta al débil, es capaz de transformar un parque natural en un cementerio animal.
No solo nos hemos quedado con el asunto del agua que se prende fuego.
Así pues, si bien es cierto, como comenta otro usuario, que con menos metraje la cinta podía resultar contundente, apoyo el hecho de que alguien haya tomado la iniciativa de hacerlo, porque como digo, aprovechó el momento. Y ese momento nos ha llegado ahora a nosotros. Detengamos esta práctica mortal. Fracking NO.

Una vez más se pone frente a los espectadores un trabajo que busca generar un gran malestar. A su modo, este documental es más aterrador que una película de terror, precisamente porque nos percatamos de que lo que aquí se cuenta, la ruptura de una relación que debe ser equilibrada, el fuego que sale de las entrañas de la tierra, el agua que se convierte en veneno, está aquí: ya ha llegado.
Josh Fox nos presenta su primer trabajo para él mismo lograr comprender qué es lo que ha ocurrido con la sociedad y cómo se ha desbarajustado el sueño del progreso de cuenta de la realización de una industrialización mal calculada.
Este no es un simple trabajo documental; como los grandes documentales, es uno necesario.

El documental nos muestra lo destructiva que puede resultar la práctica del fraking, tanto para la salud de la población cercana como para el medio ambiente.

En mi opinión, el documental podría haber transmitido el mensaje y los datos en la mitad de tiempo, pero ya sabemos como son los norteamericanos, les gustan mucho los momentos reflexivos (bastante poco sustanciosos por cierto) y los planos de paisajes con música triste.

El documental no está mal, aunque tiene un ritmo miy lento y le sobra el toque yankee.