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Una mujer para dos

Romance. Comedia George Curtis, pintor, y Tom Chambers, autor teatral, que comparten un piso en París, conocen en el tren que se dirige a esta ciudad a Gilda Farrell, americana como ellos y dibujante publicitaria. Ambos se enamoran inmediatamente de ella y, como Gilda es incapaz de decidirse por uno, deciden vivir un 'menage à trois'. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
7 de febrero de 2006
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película en un claro ejemplo de lo que fue Lubitsch, especializado en las relaciones de pareja (en este caso trío) abordando el tema con una ironía divertidísima, como solo él sabia utilizarla. Un guión inteligente con diálogos rápidos y divertidos. Y un domino de la elipsis con la cual solía dejar en fuera de juego a la censura de la época, como cuando corta con la pareja besándose de madrugada y retoma la acción con ambos desayunando en bata, esta claro que no se puede censurar lo que no se muestra, pero Lubitsch ya había dejado perfectamente claro lo que había pasado esa noche, es mas lo dejaba a la imaginación del espectador (que en muchas ocasiones es mas calenturienta que muchas escenas de sexo explicito).

Sutileza, leer entre líneas, son expresiones que podrían describir también su cine. Contaba mas cosas con una puerta cerrada que muchos otros con la puerta abierta. Da pena que acabe la película, de lo bien que te lo estas pasando viéndola, por que sus películas eran divertimento en estado puro.

En su entierro, Billy Wilder, le comentó con tristeza al director William Wyler: "se acabó Lubitsch", y él le replicó: " peor aún, se acabaron las películas de Lubitsch".
Atticus Finch
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27 de septiembre de 2008
41 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
El toque glamouroso del plano Lubitsch, que no es que asome mucho en esta peli, encuentra sustituto aquí en un clima de desenfreno (para una cinta americana de la época la trama en sí misma ya es un delirio), donde los convenios sociales (masculinos, por extensión) se van al garete al compás que marca un cabello rubio y una sonrisa perfecta. La insinuación y la elipsis, no teman, sí hacen acto de presencia, así que la elegancia de este director y su aparente liviandad, por mucho menage à trois que te esté endosando, permanecen intactas.

Fredric March y Gary Cooper son dos pesos pesados, nadie lo discute, pero aquí van a rebufo de un ritmo narrativo y de algunas sentencias lapidarias que a ratos les roban protagonismo (fallo de ellos ¿eh?, que no siguen el ritmo como intuyo hubiese hecho Cary Grant).

El origen de la peli es teatral, y huele un poco en ocasiones. Pero el trabajo de Lubitsch está ahí, quizás aparece con menos fuerza que en otras ocasiones, pero sirve también como perfecto sostén para el texto de Noel Coward.

Que tampoco era manco.
Bloomsday
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3 de enero de 2007
39 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernst Lubitsch, artífice de templos, coloca en el altar de su película a una encantadora Miriam Hopkins, capaz de merendarse de un bocado al sobrio Fredric March y a un Gary Cooper entrañable (recién salido del universo gestual del cine mudo).

En manos de Lubitsch, cualquier ficción es elegante y cada escena es una copa de champagne. Me atrevería a decir que nos hallamos ante el director más distinguido de la historia. No el más profundo ni el de mayor calado visual, pero sí uno de los más entretenidos e ingeniosos. El ritmo, la cadencia. Como una barcarola.

El tema es escabroso (¡la poliandria, nada menos!) y, sin embargo, lo aborda de tal forma, que hasta el machista más recalcitrante pasaría por el aro. Temblad, celosos.
Servadac
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22 de diciembre de 2006
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia realizada por Ernst Lubitsch, distribuida por Paramount. Se basa en la obra de teatro "Desing For Living" (1932), de Noel Coward. Rodada en los Paramount Studios, se estrenó el 29-XII-1933 (EEUU).

La acción tiene lugar en un viaje en tren de Ribes a París, París, Londres y NYC, a lo largo de un año, en 1932/33. Narra la historia de dos artistas americanos instalados en París: el pintor George Curtis (Gary Cooper) y el dramaturgo Thomas B. Chambers (Fredric March), amigos desde hace 11 años, que comparten vivienda, estrecheces económicas y dificultades profesionales. En el tren conocen a Gilda Farrel (Miriam Hopkins), americana, de mentalidad liberal, espíritu abierto y carácter decididdo y desenvuelto. Tras una acalorada discusión en el compartimento del tren, los dos amigos se enamoran de Gilda, que vive con cierta holgura en París como dibujante de la empresa de publicidad de Max Plunkett (Edward Everett Horton), con sedes en París, Londres y NYC.

La película explica el doble romance de Gilda con George y con Thomas, entre los que no acierta a elegir al preferido, ya que los dos le gustan por igual. Rompe su anterior relación con Max, que no se resigna a perderla y maquina su recuperación. Pese a los propósitos de compartir sólo amistad, la situación de los tres deriva, por circustancias diversas, en un trío amoroso. Las relaciones entre los personajes se sitúa en una posición que la censura americana rechazaba por considerarla inmoral. Lubitsch ofrece una narración en la que abundan las elipsis, los sobreentendidos (secretos al oído), lo sugerido y no dicho (beso en la noche y aspecto agotado de George por la mañana) y los fuera de campo (lo que sucede tras la doble puerta). Con sutileza indica que el "menage a trois" no consiste en una doble relación hombre/mujer, sino en una triple relación (venta de una de las dos camas de la casa). La narración se apoya en unos diálogos abundantes, rápidos, fluidos y chispeantes, saturados de ironía, sarcasmo y humor. Lubitsch explica su concepción de la elegancia y delicadeza narrativa (el toque Lubitsch) como medio de subvertir el relato ("La delicadeza es como una piel de plátano a los pies de la realidad"). Establece que un trío puede formar parte de un proyecto de vida en común ("Design of Living") honesto, inocente y moral. Gilda es la líder del grupo y la que lo gobierna con "la serenidad propia de la negociación de un acuerdo de desarme".

La música suena ocasionalmente como fondo tenue de la acción, con melodías integradas en ella. Se añade la canción "The Star Spangled Banner", en boca de George y Thomas, y fragmentos del 2º movimiento del "Violin Concerto, op. 64", de Mendelssohn. La fotografía refuerza la comicidad visual y gestual con una estética sobria y realista. El guión se explica mediante sugerencias, que mueven la imaginación. La interpretación de los protagonistas es cautivadora y eficaz. La dirección crea una obra llena de sutilezas, ingenio, astucia y elegancia.
Miquel
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19 de enero de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene el cine mucho de maravilloso. Son tantos los aspectos que pueden llegar a fascinar…Uno de ellos se me repite con asiduidad en los últimos tiempos. Me ocurre que veo películas que inevitablemente me llevan a situaciones vividas hace poco. Y lo curioso es que no sucede con cintas actuales, no. Pasa con producciones filmadas hace sesenta o setenta años. La vigencia de estas obras de arte me sigue pareciendo algo increíble y evidencia la importancia y la trascendencia de unos trabajos que deben ser reivindicados continuamente.

Y resulta que conozco a una chica italiana hace unos días. Detrás del bonito cuerpo y de un acento encantador se escondía un discurso. Menudo discurso: promiscuidad, el amor ha muerto (si es que alguna vez existió) libertad absoluta desde el compromiso pero sin privarse de nada, cuerpo veo cuerpo deseo... “Estamos en el siglo XXI”, me decía, “¿vamos a ser como hace cincuenta años, como en el siglo pasado?...Llenos de prejuicios y de normas que coartan nuestra libertad y nuestros instintos”. Evidentemente cuando una chica te habla así uno puede sino estar de acuerdo y esperar que la noche se termine como debe. Pero entonces, unos días después, aparece Lubitsch, como un Nostradamus en el séptimo arte, para filmar una película que setenta y siete años después de su estreno se ríe de los que hoy presumen de modernidad. Porque aquellos que hoy filman alardeando de arrojo, en la mayoría de los casos, se les podría decir aquello de dime de qué presumes…y mientras ve mirándote algo de Lubitsch, anda.

Ni imagino lo que debió suponer esta cinta el día de su aparición. ¡Un trío!, ¡besos compartidos en la pantalla!, ¡infidelidades sin tapujos!, ¡referencias sexuales explícitas! Y todo ello disfrazado con unos diálogos geniales e inteligentes, con una puesta en escena atendida y estilosa, con unos actores magníficos e inspirados y sobre todo con un director comprometido y valiente cuyo nombre está escrito con letras de oro en la historia del cine. “Design for Living”, otra obra moderna que persigue ya su siglo de existencia y que ahí está, impertérrita y dispuesta a sorprender a nuevas generaciones que, como yo, quedarán encandilados por el atrevimiento y la magia de un enorme director, Ernst Lubitsch.
Alfie
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