Niñas de hojalata

Al principio, se centran en la condición de la mujer; se dice que si naces mujer, te matan, que si llegas a la adolescencia, te violan, raptan, prostituyen, pegan, alcoholizan, enferman, repudian y, final, obviamente, te vuelven a matar. Y si no mueres, te casan, y si te quedas viuda, insisten, por tercera vez te asesinan, en este caso en la misma pira funeraria del marido muerto.
Hombre, uno barrunta que si esto fuera así, tal como lo cuentan, al pie de la letra, en un par de generaciones todas las mujeres nepalíes morirían y Nepal desaparecería como país. Lo cual es imposible y demuestra hasta qué punto la representación de este documental está repleta, sesgadamente llena, de comentarios a cada cual más definitivo y atroz.
Bueno. A continuación, se dedican a mostrar los hechos y vamos entendiendo más; que en verdad no todas son secuestradas, que algunas son vendidas por sus propios familiares o incluso que ellas mismas se van de casa con la esperanza de mejorar su miserable vida, engañadas, sin saber que van a un burdel.
Después, te muestran como hay mujeres que también dirigen los lupanares y a una subdirectora de la policía negar la evidente corrupción de su propia institución.
Y vemos que a algunas las liberan las ONG o esporádicas redadas policiales (se supone que para disimular su ineptitud y poca vergüenza). Y vuelven a casa. Muy enfermas. Muy mal.
Reportaje interesante. Pero muy precipitado, confuso e incoherente por momentos.
La denuncia es necesaria. El contexto está mal explicado. El coro de voces es un poco chapucero.
Al final te quedas con el inmenso dolor de esas pobres chicas; destrozadas por una mezcla de pobreza, injusticia, maldad y desamparo. Pero te asaltan muchas preguntas, ya que la información está más pensada para buscar el impacto grueso que para ilustrar con modestia lo que allí pasa. De ahí que sea fallida. Y muy prescindible ese final en el que se utiliza el recurso de las sonrisas de los niños de la calle par aliviar la herida. Como si se vieran obligados a última hora a poner una nota positiva, algo parecido a un final mínimamente feliz, para rebajar tanto espanto.