Crueldad intolerable

¿Les ha pasado alguna vez que, en plena enajenación por enamoramiento, han decidido prestar a su media mandarina sus más preciados libros, CDs, y DVDs?
Es que a veces, a parte de compartir sentimientos, también es muy bonito compartir objetos físicos como por ejemplo un CD del Roy Orbison que le dejé a una churri justo antes de que ella me dejase a mí por un jugador de basquet semiprofesional...
Y ya no es tan bonito que no te devuelvan tus cosas y un día te des cuenta de que no solamente te has quedado más solo que la una sino que además te has quedado sin tus objetos favoritos y lo único que te apetece es escuchar Only the lonely pero no tienes ni siquiera tu CD del Roy Orbison y te da un huevo de corte llamar para pedirlo.
Técnicamente no se trata de un robo, se trata sólo de un "uy, olvidé devolverle estos posavasos"... pero si tú les prestas cosas a varias personas olvidadizas pronto te olvidas tú también de a quién le prestaste qué y ya nunca lo recuperarás todo y no quedará ninguna prueba de nada, es lo que los expertos en cine negro denominan "un Crimen Perfecto".

Pero bueno, amigos, esto no es nada, pues Crueldad Intolerable está protagonizada por una señorita que se dedica profesionalmente a aparearse y quedarse con las pertenencias de los maromos, pero a lo grande: no se limita a libros, CDs y DVDs, sino que también se queda con el coche y la casa.
Y la peli defraudará a algunos porque es de los Coen y no es tan impecable como Barton Fink o Fargo, pero no deja de ser una comedia muy simpática protagonizada por el guapo Clooney y la guapa PetaZeta Jones, y te ríes un rato y te quedas pensando que si sólo echas de menos un CD del Roy Orbison en el fondo eres una persona afortunada.

Nota: un notable.

Escribía hace unos minutos en una crítica de una película de Wilder que sólo unos pocos directores consiguen de verdad hacer sonreír y al mismo tiempo ofrecernos una visión tan mordaz y demoledora de la sociedad actual y sus vicios.

Uno de los pocos que también tienen esas virtudes en nuestros días son los hermanos Cohen, siendo “Crueldad intolerable” uno de esos ejemplos. Desconozco por qué ha tenido siempre tan mala prensa esta película entre el público –debe ayudar ese título tan horrible de novela de amor barata- pero a mí me gusta. Ya no sólo por las curvas obviamente de Catherine Zeta-Jones sino sobre todo por saber acercarse al tema del divorcio de manera distinta a lo habitual, ya que no pierde ni el sentido del humor ni tampoco las intenciones de disección y diagnóstico social de lo que está pasando.

Y luego porque aunque sea tremendamente ácida y nihilista es romántica, y no queda forzado, reconoce que por muy buitre que seamos al final el amor puede con uno y eso lo hace sin empalagamientos ni sentimentalismos baratos. Se agradece.

Otros prefieren a los Cohen más gores, violentos y retorcidos, yo creo que también tienen derecho a hacer otras cosas y si son como esta bienvenidas sean. ¿Por qué no la echan de nuevo un vistazo? Les prometo que verán lo más cercano a una comedia clásica pero realiza en el 2003.

Dentro del panorama actual, Crueldad intolerable es un buen dulce de rápido consumo; dentro de la filmografía de los Coen, tal vez uno de sus logros menores.
Los hermanos Coen han conseguido, en apenas dos décadas (Muerte entre las flores, El Gran Lebowski, Fargo...), convertirse en abanderados de un cine de autor que, a grandes rasgos, supone la combinación de dos retos: aunar todas las influencias clásicas de género, y aplicarles las señas de identidad propias sin que sus obras parezcan un continuo homenaje o nostálgico regreso al pasado.
En esta ocasión, de la mano de la screwball comedy, encaran la comedia romántica entregándoles a sus estrellas la posibilidad de troncharse con un guión pertrechado a la medida de su carisma. Divertida, ingeniosa, fresca, dinámica, Crueldad intolerable desfila entre situaciones grotescas repletas de carga viperina, abonada al desparrame, el gamberrismo y el cachondeo. No hay normas, o al menos hay muchas ganas de pasárselo bien en esta guerra de sexos comandada por Miles Massey, un cínico y brillante abogado, aunque insatisfecho, y Marylin Rexroth, una perversa e invulnerable cazafortunas, y bien secundada por Billy Bob Thornton, Edward Hermann, y Geoffrey Rush (impagable la secuencia inicial de cuernos). George Clooney recuerda más que nunca a Gary Grant en una convincente muestra de encanto canallesco, y Catherine Zeta-Jones hace gala de sus altas dosis de carácter y estilo.
Esta premeditada y frívola destrucción de roles sexuales, este ambiente distendido, fluido y deliciosamente banal de crítica contra la sociedad norteamericana, componen una obra picaresca de encuentros y desencuentros en la que el espectador debe necesariamente ser cómplice para que el humor negro en forma de carnaval y la atracción continua que desprende la pareja protagonista confluyan en un mismo destino: la creación de momentos antológicos bañados por una farsa en la que la venganza y los retos inspiran las situaciones más familiares e identificables. Fuera todo signo de trascendencia, los Coen abordan su comedia más accesible (y seguramente más taquillera), recuerdan a los mismísimos Preston Sturges, Ernst Lubitsch, George Cukor y Howard Hawks, pero por primera vez no parten de algo de su cosecha original, sino que la tienen que hacer suya, de ahí que dediquen su esfuerzo por entero a un guión en el que lo que importa no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.

Estamos acostumbrados a que las comedias de los Coen sean en sí mismas una broma. Pero una broma, por decirlo de alguna manera y a pesar de lo pedante que pueda sonar, sutil.

Sin embargo Crueldad intolerable es una caricatura. Una fábula que no se molesta lo más mínimo en ocultar lo que es: una coña descarada. Puede que a algunos les resulte ridículo, a mí me resulta, no tronchante, ni genial, pero sí muy agradable, fresca, entretenidísima y merecedora de una agradecida sonrisa.

No me importa que la historia muy simple y predecible. Los Coen saben contarla.

Puede considerarse un desperdicio de talento comparable a poner a Einstein a inventar chistes verdes. Pues a mí me harían gracia.

Crueldad Intolerable, es una divertida e inteligente comedia a lo largo de la primera hora, para después derivar hacia un proyecto convencional y trillado. Pudiera pensarse que sus guionistas tenían un número determinado de frases y gags que una vez empleados, no hallaron otros para concluir, lo que podría ser una Alta Comedia. Relegada finalmente a una divertida película de final flojo y previsible.

Catherine Zeta-Jones, está bellísima, espléndida, con ese punto de juventud madura que tan bien le sienta a algunas mujeres. George Clooney, desempeña el papel de siempre, no necesita más. Nunca fue un actor brillante, pero supo gestionar su carrera con maestría, hasta situarse cómodamente entre la nueva aristocracia de Hollywood.

Un 6