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Tú, yo y todos los demás

Drama. Comedia Christine Jesperson (Miranda July) es una artista solitaria que trabaja como conductora de taxis para mayores. Richard Swersey (John Hawkes), dependiente de zapatería recién separado y padre de dos niños, conoce a Christine, pero siente pánico. La vida no es tan complicada para los hijos de Richard. Robby, de siete años, mantiene un peligroso romance por Internet, mientras que Peter, de catorce años, se convierte en conejillo de Indias ... [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
7 de febrero de 2006
36 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mediante una narración de tipo coral aunque con una historia central bien delimitada (el encuentro de los dos protagonistas) y unas historias satélites que la complementan (básicamente las del resto de sus familias), July, directora, guionista y actriz protagonista del film, consigue situarnos en ese pequeño universo de fantasias, sueños, manias, comportamientos a veces difíciles de entender si no es "desde dentro", que todos tenemos en algún momento de la vida (o durante todo su trancurso) y que nos define como los seres humanos complejos que en teoria somos. Con un estilo aparentemente naïf, July nos está hablando sobretodo de la necesidad de la comunicación, de una comunicación más próxima y que empieza por la sinceridad de cada uno consigo mismo. Todo ello, como sabemos, en una sociedad cada vez más fría y distante pero sobretodo más acomplejada que compleja. A través de su gran sentido del humor los espectadores visualizamos en el film todas esas inseguridades, dificultades y anhelos que todos sentimos, en algún momento y a lo largo de nuestras vidas. Quizás si disfrutamos viendo otro tipo de cine, léase por ejemplo "La Guerra de los Mundos versión 2.0", creamos que esta sí es una verdadera historia de marcianos, pero quizás los marcianos estén muy cerca, quizás al otro lado del espejo…
manderlay puntoes
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5 de marzo de 2007
58 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miranda July es una señora con un nulo sentido del ritmo y sobrada de ínfulas poéticas, que se parapeta tras un surrealismo barato para contar... nada.

Escribe, dirige e interpreta a una especie de Amélie desquiciada y desquiciante (me pasé toda la peli deseando que la atropellara un camión) que conoce a un vende zapatos pesadísimo (mis deseos de abofetearlo una y otra vez aún persisten) que tiene dos hijos criándose gracias a la tarifa plana y mucho tiempo libre. El vende zapatos tiene como compañero de curro a un borderline que se entretiene dejando post-it gigantes, y que se hace amigüito de dos Lolitas aberrantes que quieren iniciarse en el sexo y no saben cómo (menudo dramón).

Hay quienes encuentran un mensaje profundo y poético en todo esto, pero supongo que con pico y pala y echándole muchas ganas también se puede encontrar profundidad y poesía en Cocodrilo Dundee. Esforzándome muy mucho deduzco que la pretensión de este engendro es contar que todos estamos un poco tarados, que nos comunicamos poco y mal, y que todos necesitamos cariñitos. ¿Y para eso casi dos horas dando la brasa?

Le doy tres estrellitas en un acto de generosidad sin límites. Una por el hermano pequeño que tiene momentos graciosetes, otra por el baile de los zapatitos que sin ser nada del otro mundo tiene su punto y la tercera por la escena del pez, esa sí me gustó. El resto pa tirar a la basura, mención especial a la música que es horrenda y saca de quicio a cualquiera, yo con un xilófono comprado en los chinos hago una banda sonora mucho mejor. Si ésta ganó como mejor película en Sundance me entran escalofríos de pensar cómo serían las demás.

Este tipo de pelis son al Cine lo que los libros de autoayuda a la Literatura. Una mierda, vamos.
Khaledia
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27 de mayo de 2009
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los niños se pasan la vida buscando la bombilla, un trato infantil al mundo de los adultos, un comportamiento formal dentro de la falta de conocimiento. Son sinceros y todo se convierte en comprensible, la excusa perfecta para que todo parezca bien.

Los adultos se pasan hasta los restos en busca del sol, un trato inmaduro y locuaz al mundo de los problemas establecidos, un comportamiento infantil ante lo que no sale como se planea, pero con la posterior meditación de las consecuencias. Intentan ser sinceros dentro de su pequeño margen de mentiras y todo se termina comprendiendo, la excusa perfecta para recordar el día que se fue niño.

Aquí se habla de ti, se habla de mi, se evita el tema nosotros, que siempre parece vulgar. La individualidad convierte en especial lo que las masas crea como hábito. De este modo cada individuo se enfrenta a su supuesta realidad, no tan lejos de la especialidad de cada habitante, puede ser el ingenio, el miedo, la soledad o la madurez, puede ser la curiosidad que mueve a los humanos a base de impulsos, en este caso poco importa la edad y la preparación, en este momento hay un todos individualizado que actúa desde la sombra.

Si tú eres el receptor, a quien le cuento las cosas porque muestras interés y aparece el puente de comunicación, el siguiente papel es el yo, que invento la historia y me formo el papel de protagonista como ropa de diario, para momentos especiales está el de excepcional y ocurrente personaje invisible, que obtiene resultados de todo tipo al visualizar lo que ocurre, y tú, te conviertes en el nuevo yo. ¿Dónde queda lo importante? En las cosas pequeñas, el pez, la moneda y los zapatos de color de rosa un día que el vestido es rosa y la pared se ocupa de mantener ese mismo color. Los pequeños objetos son los que diferencian a todos los demás para que se conviertan en tú, incluso a veces consiguen hacerse notar como un yo.

Y aunque exista la pintura plástica con un nombre tan pintoresco (propiamente dicho) como el “pink lipstick”, no hay modo alguno de pintar el aire o las situaciones de ningún color a parte del que ofrece la realidad, dejando al descubierto que las mujeres artistas avanzan con magia para retroceder con rabia y malas palabras. Los zapateros sueñan con ocasiones especiales y retroceden ante situaciones desbordantes e inconexas. Los niños aparecen, y son los únicos que todo lo que saben es porque descubren y preguntan.

La película intenta arrojar luz sobre la importancia de los detalles, hablar con inconexión de lo especial y compaginar la realidad tal y como viene. Suave, sin complicaciones, sin marcar su paso, pero con propiedad absoluta. Al final simplemente habla de individuos y sus particulares pertenencias, sean tangibles o no.
mnemea
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2 de diciembre de 2006
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film independiente, escrito, interpretado y realizado por Miranda July. Es su primer largometraje tras varios cortos. Se rodó mayoritariamente en los talleres de Sundance. Ganó la Cámara de oro de Cannes, el premio del jurado de Sundance, el premio del público de LA y otros. Participó en S. Sebastián en la sección Zabaltegui. Producida por Gina Kwon, se estrenó el 17-VI-2005 (EEUU).

La acción tiene lugar en un suburbio de una ciudad americana anónima, en 2004/05. Narra la historia de Christine Jesperson (Miranda July), que trabaja como chófer de taxis para ancianos de la empresa Eldercab, estudia arte conceptual y multimedia y busca pareja. Richard Swersey (Johnathan Hawkes), recién divorciado, padre de dos niños, no sabe relacionarse con ellos, es dependiente de la sección de calzado de unos grandes almacenes y siente angustia por el futuro. Su hijo Robby (Brandon Ratcliff), de 7 años, se comunica con algunos ciberamigos sobre temas poco apropiados para su edad. El hijo mayor, Peter (Miles Thompson), mantiene una relación erótica con dos vecinas extravagantes que desean adquirir conocimientos sobre sexo. Sylvie (Carlie Westerman) es una niña de 10 años que prepara el ajuar de su boda. Nancy (Tracy Wright), profesora de arte, no sabe crear una obra.

La película trata el temor al fracaso, la pérdida de la inocencia, la angustira ante el futuro, el fin del amor y su reencuentro, la trascendencia del arte contemporáneo, la atención que requieren las personas mayores, la curiosidad adolescente, la poderosa ingenuidad de la infancia y, sobre todo, las dificultades de comunicación y de solución de los problemas afectivos/amorosos que tienen los seres humanos de todas las edades. Trata de personas corrientes, antepone los sentimientos a la trama y extrae emoción de situaciones insólitas, que trata siempre con cariño y respeto. La narración es pausada, contemplativa y silenciosa. Presta especial atención a las cosas cotidianas y triviales (chatear, preparar un ajuar, comprar unos zapatos, probar unos deportivos, etc.). Extrae de ellas encanto, emoción y poesía. No convierte las extravagancias, las penas y las dificultades de los personajes en motivo de burla. El humor, de tono minimalista, nace de sutilezas, escenas estilizadas y diálogos de doble y triple sentido. Son escenas destacables la del pez de colores, la experiencia de Rebecca y Heather con Peter, el alcohol que no quema y otras.

La música aporta una banda emotiva y exquisita, que acentúa el espíritu de sinceridad de la obra. La fotografía compone imágenes de gran belleza plástica, que delatan la creatividad de la realizadora y su habilidad para conjugar sentimientos y composición visual. El guión constituye un collage de historias entrelazadas. La interpretación sobresale por su naturalidad. La dirección compendia las habilidades y conocimientos de la realizadora en música, plástica y literatura.

La película es una obra rica en encanto y originalidad.
Miquel
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20 de septiembre de 2009
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Si realmente me amas, hagamos un juramento…aquí mismo, juntos…”

Ganadora de la Cámara de Oro en Cannes y un Premio Especial del Jurado en Sundance la carta de presentación de Miranda July reside en un acto de dolor por amor. En quemarse si es necesario la mano para sorprender a tus hijos, en cagar de dentro a fuera en una circulo romántico interminable, en pulsar las pegatinas de los frontales de un coche que no es el tuyo, en ir a comprar compulsivamente zapatos y enamorarte del dependiente por feo que sea, en hacer algún video arty con colaboración senil, en ser adolescente y fantasear con hacer guarradas con un adulto, en ser un adulto y seguir la corriente a dos chicas que te están tomando el pelo, en intentar que un viajero improvisado con forma de pez dentro de una bolsa de agua no se caiga de un coche en marcha…

¡Por favor!, si alguien está leyendo esta crítica que llame ahora mismo a Miranda July y le diga ‘macaroni’ para que me detenga…

De acuerdo, “Tú, yo y todos los demás” está sin pulir, va al rebufo de Todd Solondz y no es para nada original aunque a veces lo pretenda…. Pero existe en Miranda July una devoción por amar las cosas pequeñas, en sacar punta de todo aquello que en nuestra vida nos resulta monótono y decadente, en sentirnos tan frágiles como ese pez a punto de caer. Es ahí donde realmente el filme brilla como en sus desopilantes chateos infantiles con pervertidos sexuales.
Maldito Bastardo
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