Kamchatka

Otoño de 1.976, en Argentina. El país sufre una conmoción cuando sufre un golpe militar. A partir de entonces, muchas personas hasta aquel momento libres y que ejercían con total naturalidad sus derechos y defendían sus ideales políticos, comenzarán a ser perseguidos. Esta es la historia de uno de esos grupos de personas, y concretamente, de un grupo que forma una auténtica familia.
De esa familia los padres (un abogado y una científica), son perseguidos, y en medio, dos niños, uno pequeño y aún bastante inpermeable a la realidad y otro a través del cual vemos todo el desarrollo y al que los padres guían para hacer que su vida siga siendo natural dentro de la artificial contradicción que provoca en un niño el abandono del hogar, del colegio, de los amigos. Y así plantea la película Pyñeiro, como una metáfora amplia e inteligente, humana y libre, en favor del derecho a resistir, de la necesidad de comprender, de la obligación de tener un lugar imaginario e inventado, al que acudir desnudos y secretamente, sin restricción alguna: ese lugar se llama aquí Kamchatka.
La película es sobria y sólida, de eficiente guión y sentidas interpretaciones, con un final violento sin que suene el más mínimo disparo, y es también, una obra que abre la mente y los ojos acerca de realidades dañinas pero desgraciadamente palpables, ya historia que quiere ser olvidada, pero lamentablemente inolvidable.

"Houdini no fue un mago, fue un gran escapista. Un buen escapista debe tener...".
Estremecedor relato del infierno en el que se transformó Argentina en la segunda mitad de la década de los setenta -la película está ambientada en 1976- bajo la terrorífica dictadura militar de Videla.
La película, pese a que relata hechos desgarradores, huye de cualquier exceso, ya que la cuenta un niño de diez años, Harry, que va viendo cómo se van sucediendo los acontecimientos desde una óptica inocente y esperanzada, si bien a medida que la película va avanzando, son tantas las decepciones y sinsabores que tiene que asumir que la inocencia inicial se desvanece.
Al huir de excesos de dramatismo, el film permite ofrecer al espectador momentos de belleza sublime que se intercalan con la amargura que va quedando como poso a medida que va pasando el metraje.
"Kamchatka es un lugar donde resistir..." dice al final Harry.
Mi modesto homenaje con esta breve crítica a estas obras que nos recuerdan que los Videlas, Pinochets y Francos del Mundo deben desaparecer para siempre de a faz de a tierra.

Tras Plata quemada, Marcelo Piñeyro confirma las buenas maneras que ya apuntaba.
La política ha sido desde siempre un buen terreno del que sacar materia fílmica. En muchas ocasiones ayuda a recuperar una memoria, que en muchos casos, se ha pretendido hacer olvidar a la fuerza. Además, en estas empresas la veracidad no suele estar reñida necesariamente con la calidad. Ahí está para corroborarlo uno de los mayores films políticos de la historia del cine: Missing (1982) de Costa-Gavras. En él, el golpe militar asestado por Augusto Pinochet en Santiago de Chile, junto a la supuesta y reconocida ayuda y colaboración por parte de la administración norteamericana, quedaban muy bien reflejadas. Pero aparte de servir este cine como recordatorio y buen aleccionador de la historia más reciente, son atmósferas y contextos que pueden servir muy bien como elemento dramático. Missing sigue siendo un buen ejemplo: la odisea de un padre en busca de pistas que le ayuden a descubrir el paradero de su hijo le sirvieron a Jack Lemmon y Sissy Spacek para construir uno de los mejores papeles de sus respectivas carreras.
El reflejo de la dictadura militar argentina ha tenido sus imágenes en forma de la estupenda La noche de los lápices (1986) de Héctor Olivera, y la escalofriante Garage Olimpo (1999) de Marco Bechis. A éstas se añade ahora Kamchatka. El instinto de su pervivencia es la premisa de la que parte Marcelo Piñeyro para retratar el amor familiar en circunstancias adversas.
Interpretar
Eso es lo que hace el elenco de actores al que se enfrenta uno al comenzar la película. Si Héctor Alterio (magistral como siempre) es la cabeza visible entre ellos, el secreto de la narración yace en la mirada del chaval Matías del Pozo (os hará sentir algo parecido a lo que transmitía Juan José Ballesta en El bola), lo que le confiere al relato una mayor sensación de confinamiento, de tiempo suspendido, y esto, desde el punto de vista moral, es quizá el mayor acierto del film. Pero la verosimilitud, salvo algunas escenas concedidas a la galería (como esa reunión un tanto forzada de la familia divisando las estrellas en la noche), en forma de angustia, desesperación, miedo e impotencia, la confiere la química existente entre Cecilia Roth y Ricardo Darín. Una mención aparte merece este actor argentino que en los dos últimos años ha conquistado a más de un cinéfilo, entre ellos, os lo aseguro, a mí. La naturalidad y aparente facilidad con la que construye sus personajes no tiene nombre. Es tal la genialidad de este actor al interpretar el rol de padre que acaba desviando nuestra mirada a otros temas: la familia, la relación padre-hijo, y el amor. No faltan tampoco secuencias espléndidas (la partida de Risk, la despedida entre Lucas y Harry, el descubrimiento de Houdini) que, junto a un riguroso guión, y a pesar de ese intuido final trágico, me hagan calificar esta película como imprescindible. Eso sí, llévense pañuelos.

Sencilla, emotiva y sobrecogedora. Tal vez resulte ésta la manera más impactante de relatar la vida bajo una dictadura, desde la inocente mirada de un niño que no es consciente de la situación y que no comprende por qué su familia debe actuar de según qué forma en determinado momento. A ratos roza el realismo mágico; la fotografía y la desapercibida banda sonora acompañan en todo momento a los entrañables momentos cotidianos, cargados de fuerza y complejidad. El cine argentino está acostumbrado a regalarnos joyas preciosas como ésta, pero sin duda esta cinta supera a muchas.

Hablar de la dictadura desde otro punto de vista, el de un niño. Como drama familiar está muy bien, pero falta algo para que sea una película redonda.

Sus bazas son unos estupendos actores, incluidos los niños, una estética muy buena, al estilo hollywoodiense (similar a la de "Las horas", "Magnolia" y similares, aunque salvando las diferencias), un más que aceptable guión y el importante tema tratado.

Sin embargo, le falta explicar algo sobre los padres. Vale que la intención era dar importancia a lo que está sucediendo precisamente sin contar nada de ello, y como intento lo veo encomiable, pero sobran tantos bailes de salón (de salón de casa) y tantos arrumacos de la madre. Yo siempre digo que, por muy buena o realista o creíble que sea una idea, repetirla demasiado la puede hacer aburrida, aunque se esté tratando el tema más relevante del mundo.
El personaje de Lucas está traído por los pelos.
Otro fallo que veo, aunque es una minucia teniendo en cuenta que lo importante es lo que nos cuentan, es la banda sonora. En varios momentos se nota el plagio del peculiar estilo de Thomas Newman.