Estación central de Brasil

“Estación Central de Brasil” es una excelente película, su director Walter Salles nos sumerge en ese inframundo poco conocido de los países subdesarrollados donde el analfabetismo, el abuso, la explotación infantil, la miseria y la cuestión religiosa son tan frecuentes. Para ello utiliza a dos seres totalmente diferentes entre sí, pero que a la vez llegarán a necesitarse para encontrar solución a los problemas que les rodean. Para ello utiliza a Dora una maestra jubilada que se gana la vida como “escribidora de cartas”, muy suigéneris ya que ella misma censura y condena a sus clientes, ese don tan preciado de saber leer y escribir, ella lo hace servir como un timo y una estafa. Las circunstancias del destino hacen que se encuentre con un niño de nueve años Josué, que quiere hacer llegar una carta a su padre, al que no conoce, su persistencia logrará que estas dos almas, se vean obligadas a recorrer casi todo Brasil, para que Josué pueda llegar a conocer a su padre.

Ese viaje de tan largo recorrido, tendrá para ellos encuentros y desencuentros, pero conseguirá que éstos dos seres lleguen a quererse, un amor filial sin que este exista explícitamente; una historia de ternura de aparente rigidez, en la que todos gozaremos de momentos de tristeza y de alegría. Una aventura de dos seres extraviados pero que al final llegarán a encontrar sus raíces, y en la que Dora saldrá ganando, pues todo aquello en la que ella no creía, todo aquello que siempre había despreciado, llegará por fin a amarlo.

Magistral trabajo de Fernanda Montenegro, interpretando a esta dura profesora, que no cree en nada. Una actuación notable de Vinicious de Oliveira, su interpretación de Josué es digna de elogio.

“Una aventura retratada de tal forma, que logra ser inolvidable”.

Doña Dora, que reside en un humilde suburbio de Rio de Janeiro, Cascadura, malvive como amanuense de correspondencia epistolar para analfabetos y demás usuarios de la Central do Brasil. Allí conoce a Josué, un huérfano de madre con ocho años. Juntos, se ven obligados a emprender la búsqueda del desaparecido padre por el vasto territorio del Sertão.

Aunque al principio se reproducen personajes y episodios del día a día en la Central, como el vendedor ambulante de dulces, la calle atestada de menores desamparados, el abordaje de los trenes por las ventanas para cazar un asiento, el ajusticiamiento in situ del mangante por el vigilante de la estación..., la película pronto se centra en los dos personajes y sus dramas interiores durante su viaje por el Sertão más árido y seco. El filme se torna más y más intimista y se recrea en los rostros de los dos actores y en su interpretación de las emociones, subrayadas por un acercamiento excesivo de la cámara y por una música omnipresente al estilo de la New age. Énfasis que, sin embargo, no empaña momentos realmente emocionantes, como el de...

Aceptable película que nos traslada a uno de los países más pintorescos del mundo. Humana y desagradable a ratos (la escena de la ejecución es imperdonable y resta nota a mansalva) la actuación de Fernanda Montenegro es el film en sí mismo. La relación que mantienen adulto y niño la hemos visto muchas veces con desigual resultado aunque en esta ocasión la simbiosis es provechosa para el desarrollo de la película. Posee momentos hermosos como el final o la recogida improvisada de dinero con ayuda del zagal cual Lázaro de Tormes. Recomendable.

P.D. El director Walter Salles estaba en el aeropuerto de Río de Janeiro. Vinicius de Oliveira trabajaba de limpiabotas allí y como no tenía dinero y sí mucha hambre se acercó al director al que le pidió dinero para comprar un sandwich jurándo que se lo devolvería cuando regresase. Walter Salles había probado a 1.500 niños para el papel y ninguno le convencía así que pidió a nuestro amigo realizar una prueba. Él le contestó que nunca había visto una película y qué si podía llevar a sus amigos al set. Fueron los reales mejor pedidos de la historia de los limpiabotas del Brasil.

Emotiva película brasileña que cautivó al mundo en los numerosos festivales por los que circuló, con una maravillosa historia de redención de dos personajes destinados a la desgracia en un país del que no se escatiman las deficiencias y problemas que impiden su condición de país civilizado.

Un niño que queda huérfano en una estación ferroviaria, y una mujer mayor sin escrúpulos, que ’trabaja’ en esa estación como escribiente de cartas para personas analfabetas (y no faltan por esos lares), se encontrarán e iniciarán un viaje a través de un país inmenso y fascinante, en busca del padre del niño, que servirá para la redención de ella y la educación sentimental de él.

A destacar, además del extraordinario guión, las insuperables interpretaciones de Fernanda Montenegro, (que debió ganar el Oscar para el que estaba nominada en vez de la pava de la Paltrow), y el pequeño Vinicius de Oliveira, que compone también un personaje muy difícil de olvidar. Como toda la película.

La película me parece preciosa especialmente en su final aunque he de reconocer que el principio no me ha llamado la atención. Todo lo de la muerte de la madre del niño, o el niño cuando va a la casa de los dos vendedores de organos no me llama mucho la atención pero es a partir del momento en el que inicia el viaje con la escritora de cartas cuando me meto de lleno en la cinta de Walter Salles y cuando me conmuevo con ella gracias a la buena mano con la que el director lleva la película y a la portentosa interpretación de una maravillosa Fernanda Montenegro, una de las mejores interpretaciones de los años 90. También a la labor del niño que cumple sin resultar irritante ni cargante y a los secundarios que podemos ver a lo largo de ese viaje en busca del padre del niño.

Walter Salles tampoco se complica mucho la vida y aquí nos demuestra que lo sencillo también funciona y que no hace falta meter grandes despropósitos ni recursos típicos de telefilms baratos. No le hace falta porque el guión de Joáo Emanuel Carneiro y Marcos Bernstein lo tiene todo para emocionar al espectador con esa pequeña historia tan bien narrada y con momentos excepcionales.

El final es sencillamente maravilloso. Merece la pena ver la película. A ver si Walter Salles se deja de remakes americanos de películas japonesas y vuelve a lo que mejor sabe hacer que es este tipo de películas más pequeñas.