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Quemado por el sol

Drama Un condecorado y reverenciado héroe de guerra disfruta de la compañía de su familia en un tranquilo día estival, cuando de pronto recibe la visita inesperada de un hombre al que no veía desde hacía años. Conforme transcurre el día y se acerca la noche, el coronel descubrirá el verdadero motivo de la visita. Lúcida denuncia de las purgas stalinistas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
25 de mayo de 2009
100 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Mikhalkov se deleita en la vida de una familia de rusos blancos en una dacha chejoviana; vida alegre, espontánea, hasta alocada. A ratos, un vistazo al ‘Pravda’, a las noticias sobre las purgas estalinistas. Pero una gloria del régimen, el heroico coronel Kotov, está casado con una joven del clan y pueden mantener su estilo burgués.
Organizan meriendas, se mueven por los varios pisos de la casa de madera. Hablan de poesía y viajes. De blanco, van a bañarse a un gran río cercano. Allí coinciden con un campamento de pioneros y una tropa que simula la evacuación ante un ataque con gas, al tiempo que se prepara una fiesta oficial de homenaje al dirigible y al Jefe del Estado, en escenas de sabor felliniano.

2) Por momentos, cuando se dejan ir en barca por la ancha corriente, el coronel y su niñita (en realidad el propio Mikhalkov y su hija Nadezhda, lo que explica la maravillosa y central conexión entre los personajes, la mágica expresividad de la chiquilla), se ve que la sociedad que se construye en Rusia generalizará la felicidad, y que instantes plenos como ése, en el mediodía del verano tibio, durarán para siempre.

3) Ni siquiera la sorprendente llegada del primo Mitia, que reaviva antiguos amores, parece amenaza para ese mundo.
Pero la minuciosa trama, que ha ido desplegando un cine de fiesta sensorial (saturada atmósfera, Renoir evocado), no pierde de vista el horizonte histórico de ese microcosmos: las íntimas heridas de la guerra civil, el complejo relevo en las clases dominantes, los siniestros hilos de la policía política y la maquinaria depuradora conforman una realidad que inunda fatalmente el idílico mundo. Haber sido éste presentado con tan amoroso mimo otorga solidez al drama, que alcanza magnitud casi insoportable, por su arrasadora potencia, y porque sus resortes se mantienen sabiamente ocultos hasta la correspondiente eclosión.

4) Dos breves escenas iniciales introducen claves:

En una, un hombre llega fatigado a un apartamento en Moscú. Habla con un anciano de una habitación a otra, desde un lavabo donde destaca una navaja barbera. Saca de un revólver todas las balas menos una, juega a la ruleta, tiene una escueta conversación telefónica cargada de sobreentendidos. La radio informa de bolas de fuego destructivas en la región, fenómeno que el relato vuelve símbolo de la fuerza aniquiladora del poder y la venganza.
La otra muestra un singular concierto: en medio de la nieve y el hielo, una orquesta canta y toca (“Falso como el sol”) para una sola pareja. Un lento zoom se acerca a una niña en un banco al fondo, y a su tarareo exacto de la canción.

Las claves se desarrollarán en un flashback de dos horas, la intensa historia que desemboca circularmente en la primera escena; en la profunda fatiga del protagonista, interpretado a excelente nivel por Oleg Menshikov, junto a quien brillan también como actores Mikhalkov e Ingeborga Dapkunaite, contribuyendo a que la autenticidad de esta gran película casi haga daño.
Archilupo
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7 de julio de 2009
51 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo hacer que, en una sola escena, la pantalla sea impregnada por una relación emotiva tan romántica como plena? Dar una respuesta a bote pronto no sería quizá lo más adecuado, porque está claro: el trabajo con los actores, el seguimiento de sus acciones o los diálogos trazados para observar como la complicidad inunda el celuloide sin más, deben ser algunas de las tareas más complicadas para un director, porque tener un buen guión es algo factible, aquello que no es tan factible es saber desarrollarlo en pantalla, obtener el máximo jugo de tus intérpretes, manejar todos los elementos y recursos expresivos con el mayor aplomo posible... y, sin embargo, la respuesta estaría al alcance de la mano de cualquiera con la sola mención de un título: "Quemados por el sol".

Sí, es bien sabido, apoyarse en referencias o instantes que cualquiera no haya podido ver con sus propios ojos es el recurso fácil, la vía rápida, y es por ello que les pido, si desean conocer de que les hablo, que lo comprueben. Que observen como con pálpito, tres personajes comparten una escena de lo más íntima y, al cabo de unos minutos, tras una situación que debería ser tensa, pero Mikhalkov destensa con mano maestra (gracias, entre otras cosas, a una sincera interpretación), su relación sigue confluyendo con la fluidez y frescura de aquel que no parece haber visto pasar por delante de sus ojos toda una avanzadilla de tanquetas, aunque así haya sido.


(Sigue en el spoiler, con detalles sobre la conclusión)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Grandine
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24 de septiembre de 2012
51 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Quemado por el sol" es, para mi gusto, la mejor obra de Nikita Mikhalkov, y uno de los pocos testimonios veraces -por haberlo vivido en sus carnes- de la paranoia asesina de Stalin y sus indeseables incondicionales, que lejos de pararle, le potenciaron, conformando una matanza de ciudadanos soviéticos sólo comparable al Holocausto Judío.
El gran director ruso escarba en sus recuerdos familiares más amargos y narra una historia que empieza siendo deliciosa y que, progresivamente se va emborronando hasta tornar en pesadilla.
Fue el destino de muchos ciudadanos soviéticos, orgullosos de su patria y su ejército, que fueron purgados por el siniestro y paranoico Stalin, una de las figuras más oscuras de la Historia de la Humanidad.
Mikhalkov nos propone un viaje a un pasado conmovedor que acaba saltando por los aires tras la visita de uno de esos personajes indeseables que siempre sobreviven a base de machacar al resto de sus congéneres sin la menor piedad.
De esta chusma se acabó rodeando Stalin, dejando a su muerte unas sombras de las que la actual Rusia y sus satélites (Ucrania, Bielorrusia) no se han conseguido liberar.
Sirva esta modesta crítica como homenaje a un film que debería ser más conocido por el público, pues mucho se ha hablado del Holocausto Judío, pero muy poco de las purgas stalinistas que probablemente acabaron, directa o indirectamente, con la vida de más personas, mientras los partidos comunistas de occidente, lejos de denunciar la matanza, colgaban carteles de Stalin en sus despachos.
lisufelligus
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14 de abril de 2009
36 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras unos minutos iniciales de ritmo acelerado y personajes esperpénticos que consiguieron asustarme y recordarme al cine de Emir Kusturica (cine que no se encuentra entre mis favoritos), Nikita Mikhalkov hace una cosa maravillosa: el espléndido actor Oleg Menshikov (el primo Dmitri) llega a la dacha de la familia.

Es un punto de inflexión.

A partir de entonces, me da lo mismo que la película dure dos horas, tres o cinco. Desde entonces, en esa dacha burguesa en época comunista, todo tiene vida. Huelo la tierra amarilla, siento la corriente del río, escucho las aves graznar, y la música,.. la música me cierra los ojos. Luz, agua, tierra y el fuego que viene del cielo. El director sigue adaptando a Chejov, aunque sea de tapadillo.

Cuando el verano llega a su fin, el coronel Kotov (humano Mikhalkov) nos mira con nostalgia. Sus ojos hieren. La familia (Ingeborga Dapkunaite como su esposa y Nadezhda Mikhalkova como su hija Nadia, al igual que en la vida real) nos despiden con sonoros besos, con delicadas caricias y francas sonrisas. Personajes retratados e interpretados con tanta cercanía que por fuerza los encuentras a tu lado mucho después de que termine la película.

Atrás quedaron otros tiempos, tiempos de un verano del 36.
Chagolate con churros
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7 de abril de 2007
41 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película casi bucólica, todo parece calma campestre y veraniega; todo parece felicidad y goce en esa familia de rusos burgueses; ¡cuánto amor y relación relajada entre el coronel y su hijita de seis años!; la excursión hasta el río para solearse y bañarse es un trozo bello del film y típico del vivir descansado de esta familia. Sin embargo, al asecho de toda esa serenidad, armonía y ambiente cómodo, está la tempestad del miedo o purga asesina que lanzó Stalin a través de sus vasallos y servicios secretos del Estado, a mediados de los años treinta (siglo XX) en la URSS, contra muchos compatriotas de rango, autoridad y revolución que podían "hacerle sombra".

Me ha recordado toda la cinta a la placidez en que vivían en su casa granadina, la familia burguesa de Federico García Lorca, y en fechas similares, cuando de repente se presentó entre ellos el mismísimo "diablo" que vive de comer carne humana.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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