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Maps to the Stars

Drama Un cuento moderno sobre la obsesión por la popularidad. Stafford Weiss es terapeuta y escribe libros de autoayuda. Tiene una mujer sobreprotectora, un hijo antigua estrella de la TV en rehabilitación y una hija que acaba de salir del psiquiátrico. La principal cliente de Stafford es una famosa actriz, a punto de interpretar el papel que hizo su madre en los años 60. (FILMAFFINITY)
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
21 de septiembre de 2014
87 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los cineastas más destroyers del cine de las últimas tres décadas, el canadiense David Cronenberg, se lanza en su última película, Maps to the stars a rodar una enmienda a la totalidad del mundo de las estrellas de Hollywood, con sus relaciones sexuales insanas, sus fiestas desbordadas de drogas y sus contratos multimillonarios. Para ello se sirve de un guion punzante salpicado de dardos envenenados contra gente de la industria del entretenimiento. Precisamente el contraste entre las referencias reales y las secuencias y giros de guion somnolientos, como de mal viaje de LSD, hacen que la película sea ante todo un film de David Cronenberg. Una visión distorsionada y enfermiza de una realidad y una sociedad bastante enfermas de por sí. Por sus excesos tanto visuales como narrativos lo conoceréis. De las carcajadas más sucias que nos regalara el cine de 2014 a los estallidos de violencia más burdos y secos, acompañamos a un grupo de personajes siempre al límite por las calles y las mansiones de un micro-mundo de leyes y moralidad propias.

Lo que ha parido Cronenberg no es una farsa, ni una broma, ni una ridiculización de Hollywood. Es otra cosa. Algo que él domina como pocos. Maps to the stars es una pesadilla. Y como tal, cuando se la cuentas a los demás, en lugar de darles miedo, lo que consigues es que se rían a mandíbula abierta, porque la ensoñación que relatas es demasiado absurda, delirante e imposible. Sin embargo el poso que deja sí que aterroriza, porque eres consciente de que lo que produce tu subconsciente está construido sobre elementos reales. Hollywood no es como el que Maps to the stars pinta con cubos de pintura que se estrellan contra las paredes. Sin embargo, el centro de las acciones hiperbólicas que nos muestra sí que está presente en el mundo de la industria del cine norteamericana. Los padres que convierten a sus hijos en factorías, los actores novatos dispuestos a todo, la endogamia (sexual, laboral) de ese mundo, los actores que se niegan a asumir su edad y esa enfermiza sensación de impunidad, que se resume en “haré algo malo, luego iré a Oprah, y más tarde ganaré aún más dinero”. Vivimos en un mundo edificado sobre la base de que todo crimen recibe su castigo (el actual estado de corrupción no obliga a añadir un “si te pillan”). Sin embargo en L.A. no. Eres detenido, la prensa filtra tu ficha policial, eres condenado a servicios comunitarios, te redimes haciendo una entrevista en profundidad, abrazando la fe o rodando un reality y el mundo sigue girando, el cajero escupiendo dinero, y tú vuelves al punto de partida. Sexo, drogas, impunidad y rock & roll.

Todo lo que nos narra el cineasta canadiense puede provocar que nos indignemos o que nos riamos. Cronenberg pudo haber dirigido un drama muy agrio, sin embargo prefirió rodar una comedia muy negra. El destino final es el mismo: Hollywood es una ciénaga, la nueva Sodoma y Gomorra. Sin embargo el viaje es mucho más divertido viendo a Jualianne Moore interpretar a una especie de Lindsay Lohan de 50 años, de tormentosa relación con su exitosa madre, y que se niega a asumir que ya no puede interpretar personajes en la treintena. Quizás estemos ante la interpretación más valiente de la carrera de Moore. Es un placer verla a caballo entre la locura y el narcisismo destructor, entre la más honda de las banalidades y el más terrible de los miedos. Sin embargo, en lugar de entregarle el protagonismo a los veteranos (Moore, John Cusack, Olivia Williams), la película elige sabiamente fijar el centro del relato en los personajes jóvenes, interpretados por el joven (y perturbador) Evan Bird, y la nueva musa del cine de autor planetario, Mia Wasikowska. Esta decisión tan arriesgada le permite hacer un dibujo preciso del resultado de décadas de degeneración. Al fin y al cabo nos debe interesar más la nueva generación que se está adueñando de Hollywood que la generación de sus padres, que por cuestiones de edad ya se bate (forzosamente) en retirada. Retratando a los vástagos, radiografías a la vez a los progenitores, logrando esbozar el pasado, las tormentas, reflejar el presente, los lodos, y aventurar un futuro aún más corrompido. Siempre decimos aquello de que “la raza mejora”, quizás no, quizás malos padres dan hijos peores, y la espiral de perdición no tiene fin. Esto no lo digo yo, que creo que soy un poco más optimista, lo dice David Cronenberg, uno de los directores más enfermos y cínicos del cine.
odaesu
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9 de noviembre de 2014
106 de 190 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Ey, Cronember ¿Cómo va eso?
-Pues ya ves, haciendo una película que va a ser la polla en vinagre, como todo lo que hago que soy un innovador del copón
-¿Y de que va la peli?
-No te lo vas a creer, voy a hablar de Hollywood ¿cómo te quedas? Desde dentro, a lo loco, a lo rebelde…
-Pero eso igual está un poco visto, ¿no?
-No, no, no… no te confundas… que yo soy un enfant terrible, que yo voy a hablar de lo malo, de la vanidad e hipocresia de los actores…
-Ya.
-…del sexo pervertido y vacuo…
-Ya. Igual hasta sacas alguna teta ¿no?
-¡Y algún cimborrio si me pongo! ¿no te he dicho que soy un enfant terrible?
-Ya. ¿Y algo de drogas no vas a meter?
-Si tío, ¿cómo lo has adivinado? El abuso de calmantes y pildoras de los viejorros, las adiciones de la chavalería, su rehabilitación…
-Ya. ¿Eso no sale ya en muchas películas?
-Sí, pero pero el drogata de mi película no tiene 20 años, ni 19, ni 18, ni 17…
-Ya. ¿Cuántos?
-13 o 14… pero ya está rehabilitado osea que era un drogata con 11 o 12 ¿acojonante no?
-Ya.
-Y no solo eso, que también ve niños muertos…
-Ya.
-No, que no lo pillas, que los niños muertos son fantasmas, bueno, no son fantasmas, son reflejos de su tormento interior, una metafora de la ostia…
-Ya.
-Y además hay amores incestuosos entre hermanos…
-Ya.
-¡Que no lo pillas! Que no es solo uno que son dos amores incestuosos, que es un círculo de amor perverso que se cierra dentro de dos generaciones de una misma familia, una metáfora de la ostia…
-Ya. ¿Una metáfora de qué?
-De la ostia
-No, que de qué es la metafora, que qué significa.
¿Cómo que qué significa? Significa lo que el espectador quiera, una metáfora abierta, sin significante constringente, a lo David Lynch…
-Ya… vamos, que les has vendido otra vez la moto.
-¿Vender la moto? ¿Qué quieres decir?
-Nada, es una metáfora. No la has pillao David.
TucoBenedicto
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27 de junio de 2015
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada del cineasta sobre el mundo hollywoodense es propia de un cirujano, lacerante y fría al mismo tiempo; una suma de escenas que buscan cierta imparcialidad en el tono, a pesar que en el fondo lo que propone es una ácida crítica. Denuncia la superficialidad de los actores expresada en estúpidos diálogos, ciertamente de los mayores aunque este vacío también esté presente en sus relevos juveniles. Lo que despliega Cronenberg es una doble endogamia: por un lado los hijos provienen de relaciones incestuosas, y por otro, los personajes pertenecen al cerrado mundillo del cine. Quizás la tesis evidente será que las relaciones entre pares producen niños con deficiencia mental o de otro modo personas que solo hablan del próximo papel o del último contrato.

Lo vacío del mundo representado también se evidencia en el tipo de cine que les interesa interpretar a los protagonistas: películas infantiles, juveniles o de ciencia ficción orientadas a un público no pensante, donde lo único que interesa es cuántos millones va a recaudar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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10 de octubre de 2014
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la controvertida Cosmópolis, Cronenberg necesitaba reconciliarse tanto con la crítica como con su público. Maps to The Stars tiene todo aquello que nos gusta ver en Cronenberg, todo aquello de lo que Cosmópolis carecía. Para empezar, nos volvemos a encontrar con la faceta más "bestia" del director, dando lugar a una de las películas más retorcidas que ha hecho (y divertidas, por consiguiente). Aparte de todo esto, Cronenberg nos ofrece algo que no nos había brindado hasta la fecha: comedia. Y no, no comedia para todos los públicos, sino un humor más negro que los esclavos de Raíces en el que lo más "light" que encontrarás será un niño de 13 años con severos problemas de alcoholismo.

Maps to The Stars es una sátira fresquísima de la industria cinematográfica contemporánea, un retrato de las facetas ocultas de cada persona, un filme que no se conforma con satirizar la sociedad hollywoodiense, sino que va más allá riéndose de cosas que deberían ser serias de verdad, tales como el linfoma, la esquizofrenia o la muerte de un niño pequeño ahogado en una piscina. Prueba de que volvemos a tener al Cronenberg de verdad, el Cronenberg sin filtro que nos enamoró con producciones como Una historia de violencia o Promesas del este.

Con un reparto estelar encabezado por una Julianne Moore espectacular,haciendo de actriz fracasada, un Robert Pattinson más que correcto, Mia Wasikowska haciendo al fin un papel que le exige algo más que ser una pavisosa de 18 años sin apenas malicia, Evan Bird, al que apenas recordaba de Fringe y The Killing, desempeña un rol sumamente divertido y... con John Cusack, cuyo mayor logro en el largometraje de Cronenberg es aparecer poco tiempo en pantalla, Maps to The Stars es una película que nadie debería perderse, ya sea solo para redescubrir que el cine solo tiene los límites que alguien quiera ponerle o que el humor significa no tener que decir nunca "lo siento".

www.cenitalynadir.es
Snowflake
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15 de abril de 2015
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los tópicos favoritos de la industria del espectáculo es el manido “Hollywood: la fábrica de sueños”. Esta película de David Cronemberg arranca con esa alusión a la maquinaria cinematográfica norteamericana de forma sencilla: un primer plano de una joven que va en un autobús, aparentemente dormitando, nos hace incapaces de distinguir si todo lo que vamos a ver a continuación es una inmersión en su soñar o una narración que corresponde a su realidad diegética. Después de unos segundos sosteniendo un primer plano de su rostro dormido, una elipsis nos lleva de la mano de la propia chica a descender del bus. Comienza la película y carecemos de certezas acerca del estatus de la protagonista o de su trayecto: ¿está soñando todo lo que empieza a ocurrir o está inmersa en algo que se parece a la ciudad de los Ángeles en 2015?

Me gusta el cine de Cronemberg por cosas como ésta. En apenas un primer minuto de película, de forma sencilla, sin trucos ni discursos, sin trampas ni retorcimientos, ya ha introducido con eficacia un elemento de incomodidad en su propia historia: no sabemos si lo que vamos a ver va a seguir la lógica de las narraciones realistas (isomorfas a nuestra realidad) o si el director va a permitirse entrelazar en ella todas las líneas de fuga (abolición de las leyes físicas y emergencia aleatoria de lo imaginario-inconsciente principalmente) que caracterizan el soñar. Estos mecanismos que vuelven inestable la misma materia de la narración son parte fundamental de su discurso cinematográfico. Y ambos juegan al mismo tiempo en dos sentidos aparentemente opuestos: estructurando, por una parte, una pesadilla al ajustarla al armazón de un relato “clásico”, y, por otra, saboteando una narración “normal” con escenas escapadas de los peores sueños. Ambas líneas de fuerza tensan el film tirando en sentidos opuestos, configurando así una película que aparenta reposo cuando en realidad está en un equilibrio precario que se desmorona alternativamente entre las consecuencias de la pesadilla dramatizada -la tragedia- y el drama torpedeado desde dentro -la aparición de los delirios-.

La estructura de la película se ajusta a un esquema clásico emparentado con las tragedias griegas nucleadas en torno a la familia y a la idea fantasmática de su unidad. Se nos presenta, pues, una familia que reúne todas las apariencias contemporáneas del éxito pero que en realidad oculta toda clase de disfunciones y traumas en su seno. En paralelo a ésta, la película toma como foco a una actriz ya mayor para los cánones hollywoodienses que trata de ser fiel a su propia imagen de mujer eternamente joven y deseable. Las vidas de todos ellos se cruzan sin mezclarse realmente: comparten espacios y limusina, gurú de autoayuda y recepciones y fiestas, botiquines de medicamentos y paranoias, clínicas de desintoxicación y agente cinematográfico. De alguna forma son sonámbulos que caminan en medio de la bruma de su sueño de éxito, se hablan sin decirse nada, simulan tener vidas ahormadas al canon que se proyecta en sus películas cuando realmente en ellas sólo son destacables las marcas de un fracaso personal superlativo.

No es casual esta elección de elementos centrales. La familia canónica occidental -blanca, heterosexual, con niños, chalet y piscina- y la mujer como objeto de deseo reificado son, quizás, los dos destilados ideológicos más notables salidos de la industria del espectáculo durante el siglo XX. Ambos han cimentado estereotipos hechos de hormigón armado y, a partir de sus imágenes en movimiento, se han levantado miles de narraciones capaces de crear, difundir y mantener una idea de normalidad cuya solidez reposa en su carácter imaginario y cuya presencia avasalladora ha moldeado sueños y proyectos vitales instalada despóticamente en el imaginario colectivo. No sorprende, pues, que el director elija estos objetivos, que dispare contra ellos con todo lo que tiene por la vía de mostrar el reverso siniestro sobre el que se levantan y las estructuras putrefactas que los mantienen en pie.

Para llevar a cabo el dinamitado, la cámara de Cronemberg se cuela en la intimidad de los protagonistas como un invitado no deseado. Escudriña habitaciones y automóviles, se instala en salones y caravanas de rodaje para mostrarnos las miserias que, más que salpicar las paredes de este supuesto paraíso constituyen su armazón. Ese Hollywood de puertas para adentro que ya hemos visto en muchas películas anteriores -situación que el director parece dar por supuesto- y que constituye el mismo centro de otro pequeño infierno en la tierra. Es ese no-relacionarse entre los personajes, ese no-estar realmente en ningún lugar y la sensación que se desprende de todo ello configura el núcleo de la película, enroscado en la familia a la que regresa la chica del autobús por motivos que se van desvelando a medida que avanza el metraje.

Cabe destacar singularmente, en medio de esa caracterización de los personajes que se hace a partir de los escenarios por los que transitan, los momentos que se desarrollan en las piscinas de las casas. El símbolo por excelencia del éxito, la materialización líquida del haber cubierto todas las casillas en ese juego de la oca del triunfo profesional, es aquí el portal que comunica directamente con el mundo de las pesadillas. Una conexión brutal que nos hace preguntarnos, una vez más por el estatus de los protagonistas y de la narración, y que sirve para interrogarnos acerca de la fragilidad estructural -en términos de verosimilitud- de todo relato.

(sigue en "spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Doctor Zaius
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